Tiene más de tres millones de seguidores en Instagram, una tienda en Etsy con más de 32.600 ventas y un pelo rojo que da gusto verlo. Juniper Foxx es una de esas mascotas influencers que gastan más dinero en un día del que tú puedes ganar en un mes; toda una sensación de internet dispuesta a robarte el corazón a golpe de selfies. Su adorable aspecto y su carácter tranquilo, como el de un perro, le han convertido en una de las mascotas preferidas por los usuarios de la red social de Zuckerberg.
Juniper no es un perro, aunque en ocasiones actúa como tal. Su cuidadora lo encontró por un post en redes sociales, y desde entonces son inseparables. De hecho, Coker disfrutó tanto de su compañía que decidió adoptar a otro zorro, Fig, un perrete llamado Moose y dos petauros del azúcar, unos mamíferos nocturnos y pequeñísimos parecidos a las ardillas voladoras. Ahora, cuatro años y varias adopciones animales más tarde, todos viven en amor y compañía en El mango de Florida, una región al noroeste de la región estadounidense.
La convivencia no siempre es sencilla, y la casa de Coker se parece más a una reserva natural que a la de una joven con tres millones de seguidores. Pero, ¿quién puede pasear por su perfil sin fantasear con un achuchón a todos esos animales? En Yasss nos hemos preguntado cómo es la vida entre perros, zorros y zarigüeyas, y te traemos la respuesta.
Aunque todos los animales amparados por Coker reciben cariño y atención en la cuenta que gestiona en Instagram, @juniperfoxxx, está claro que quien se ganó la simpatía de todos los seguidores (y con quien abrió el perfil) es el simpático zorro rojo que protagoniza la mayoría de sus posts. Juniper tiene algo más de cuatro años y, además de ser tierno y muy fotogénico, es el eje de la narración de ‘Juniper: The Happiest Fox’, una obra escrita por su cuidadora y publicada hace varios años, en la que Coker explica cómo es vivir en ese atolladero.
En el libro, la estadounidense habla de su día a día, sus rutinas y el pasado de sus mascotas. Explica, por ejemplo, que ni Juniper ni Fig son animales salvajes, sino que nacieron en cautividad en ranchos de zorros, lo que parece ser una práctica “bastante habitual” en algunas zonas de Estados Unidos. Estos animales deben vivir a cargo de otras personas, ya que “por sus diferencias genéticas y sus comportamientos, que son los de una mascota, son incapaces de sobrevivir en la naturaleza”, tal y como explicó Coker en una entrevista para el medio especializado Bored Panda.
En el mismo medio, la estadounidense reconocía que, si bien la vida que muestran todos juntos en Instagram puede parecer muy divertida, la mayoría de la gente no debería tener un zorro como animal de compañía. Aunque en su perfil pueda mostrarse cariñoso y tierno, “hay maneras inherentemente salvajes en su comportamiento, y al final del día, (Fig y Juniper) actúan como zorros”, explicaba. Además, en muchos países del mundo está prohibido tener mascotas exóticas, o al menos se exige un permiso.
Es el caso de España, cuya ley de protección animal permite tener un zorro como mascota, siempre que el propietario se responsabilice de su protección y bienestar, acredite su origen y tenga sus papeles en regla y cuente con una autorización expresa de la consejería competente, añaden desde el centro de formación del sector veterinario Nubika.
Juniper duerme con su cuidadora casi todas las noches… siempre y cuando consideres noche a lo que ocurre entre las 4 y las 8.30 de la mañana. El resto del tiempo, reconoce Coker, vaga por la casa, buscando con qué entretenerse, y rara vez sale a pasear a la calle. En cuanto a su alimentación, les da “una dieta natural de carne con unas pocas frutas y verduras”, aunque prefieren “nubes de azúcar y carne seca” si se les da a elegir.
Los olores son otro de los grandes dolores de cabeza de Coker, que, aunque ha enseñado a Juniper y a Fig a usar objetos para hacer pis cuando están dentro de casa, tiene que limpiar mucho si no quiere “que el olor no se extienda por toda la casa”. Sin embargo, como ocurre con los gatos, estos dos zorros tienden a dejar su olor por cortinas, esquinas y sofás, marcando su territorio y dejando a su paso un reguero un tanto pestilente. Algo que no parece que afecte gravemente a su convivencia, según muestran las fotos, y que su cuidadora trata de paliar con sesiones intensivas de limpieza.
Al final, todos han aprendido a vivir juntos, y Coker parece entregarse a sus mascotas con una dedicación absoluta.