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Sexo

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'Echar un polvo': ¿por qué utilizamos esta expresión como sinónimo de acostarse con alguien? ¿Cuál es su origen?

  • La expresión tiene su origen en una excusa utilizada en el contexto social de la burguesía del XIX

  • El tiempo ha hecho que la usemos de forma procaz y coloquial, pero en sus inicios era mucho más sutil y estaba llena de sobreentendidos

  • En Yasss te contamos el curioso origen que rodea a esta expresión

Es altamente probable que en algún momento de tu vida, rodeado de los tuyos, en compañía de amigos, frente a tu pareja, con tu grupito de presxs de la cárcel –mientras planeáis cómo cavar ese túnel allende los muros de la prisión–, hayas utilizado la expresión ‘echar un polvo’.

Este auténtico ‘comodín del público’ del idioma está tan aceptado en nuestro material lingüístico de sobremesa no nos paramos a pensar de dónde viene una expresión así; con tan poco que ver, en apariencia, con el objeto designado: follar, fornicar, echar un kiki, un casquete, un caliqueño, por seguir con el glosario florido. Todo remite a lo mismo: sexo rápido, diversión, sin excesivo raciocinio que lo justifique. ¿Y por qué usamos tantos eufemismos para hablar de sexo? Descúbrelo en este vídeo:

Burgueses y canas al aire

Hombres y mujeres llevan practicando la gimnasia de la carne durante siglos, y es lógico que, en épocas pasadas, las costumbres sexuales estuvieran sociológicamente relacionadas con los objetos de la época. La tradición verbal es tan poderosa que permea en generaciones de siglos muy distintos separados por un atolón de años, hasta nuestros días. Por eso seguimos utilizando esta expresión, que en un principio nació como eufemismo y que ha mutado en dardo de lo vulgar y buen material de anécdota.

El origen de este modismo procaz y sabroso ha puesto a debatir ardientemente a los expertos en etimología. La explicación más aceptada es la que lo relaciona con ciertas costumbres de la burguesía de los siglos XVIII y XIX, acostumbrada a consumir rapé (tabaco en polvo muy triturado y aromatizado) en sus encuentros carnales. A modo de premio lisérgico por las fosas nasales, el rapé se esnifaba de un buen empujón, napia a través.

Entonces: ¿el origen viene de unos burgueses en plena guerra de estornudos, todos disculpándose por una reacción fisiológica indigna? Parece que sí, según diversas fuentes. Estos buenos aristócratas, nefandos caballeros, gente de alta cuna, solían pedir permiso para retirarse a otro cuarto con la excusa de ‘echarse unos polvos en la nariz’. Todo con tal de ser elegante, o “sublime sin interrupción”, en palabras de Baudelaire, y no mostrar a sus compañeros de club de fumadores y reunión en sociedad a sus fosas nasales en plena locura. El equivalente a la pausa para el pitillo de la contemporaneidad.

¿Por qué se popularizó este eufemismo?

Como todo buen lenguaje, el castellano tiene infinita capacidad para mutar y resignificar el saber popular, y esto es precisamente lo que ocurrió esa la ventana de tiempo, una vez que la expresión ‘echar un polvo’ pasó de ser una simple excusa para el decoro a convertirse en un eufemismo para referirse al deporte de la procreación. Seguía siendo, claro, una disculpa perfecta para retirarse a otra habitación a realizar actos indignos, solo que, en esta ocasión, ya no se trataba de estornudar, sino de copular sin culpa. La expresión acabó popularizándose y dándole una pátina de brillo y elegancia, desplazamiento semántico mediante, al sexo clandestino.

Con el tiempo, ‘echar un polvo’ se convirtió en la expresión que la burguesía y la alta sociedad utilizaba para disculpar a algún ausente, que en ese momento estaría desabrochando seguramente el liguero de una amante en una habitación cercana o lejana, y diciéndole el equivalente a “eres mi crush” de la época: “Vos sois mi venenosa espina encarnada en el mismo corazón”.

En efecto, esta persona se había ausentado o no estaba presente ‘por estar echando un polvo’. Hoy no cuenta con sutileza ninguna, pero en aquella época el vocablo todavía conservaba cierta elegancia y dejaba un conveniente vacío en la reunión social de los presentes, que probablemente “corrían un tupido velo” en ese mismo instante para pasar a discutir otros asuntos.

Existe otra explicación para el término con cierto pábulo y credibilidad. La recoge Luis Besset en el ‘Diccionario del argot español’ dentro de la definición de “cohabitar”. “Echar un flete, una vaina, un polvo”. Otro estudioso, Gabriel Laguna, atribuye la expresión al sentido de mortalidad y su liturgia: “Polvo somos, del polvo venimos y en polvo nos convertiremos”. Desde luego muy adecuado cuando te estás estudiando el calendario de vacunas y la ropa interior con otro ser humano.