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Machismo en la lengua: ¿qué palabras del diccionario de la RAE aún siguen discriminando entre sexos?

  • A pesar del clamor popular, la RAE se resiste a modificar ciertas definiciones o usos extendidos de ciertos términos

  • Argumentan que la institución no puede ser juez y parte, y que solo recogen los usos más extendidos de nuestra lengua

  • “La RAE no está cerrada a ampliar su vocabulario siempre y cuando los cambios sean razonables, no lesionen el idioma y mantengan su belleza y, sobre todo, su economía”, ha dicho uno de sus representantes.

Resulta sorprendente que a estas alturas todavía se siga discutiendo la necesidad de reformular el diccionario de la lengua castellana y sus acepciones. Pero ahí está, invicto, con aspecto de criatura polvorienta y regado aún de términos sexistas en desuso y significados bañados por la mirada de otros tiempos.

En un ejercicio de imaginación, y algo de sorna, es fácil imaginar a la RAE como una serie de hombres decrépitos (27 señores frente a solo 8 académicas), reunidos en cónclave, profiriendo gritos mientras hacen la señal de la cruz al lenguaje inclusivo. Sería muy necesario instruir a los académicos con nociones de lenguaje feminista.

Lenguaje patriarcal

Si tomáramos como punto de partida la conocida sentencia del filósofo Wittgenstein, quien decía que “los límites del lenguaje son los límites de mi mundo”, basta un primer ejemplo para darse cuenta de la injusticia palmaria de ciertas definiciones del diccionario de la RAE. Hasta hace siete años, esta era la distinción de dos términos esenciales. Trato discriminatorio de uno frente a otro.

Femenino: ‘Débil, endeble’

Masculino: ‘Varonil, fuerte’.

Lo mismo ocurría con el adjetivo ‘fácil’, en cuyo caso, el diccionario rezaba: “Dicho especialmente de una mujer, que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales”. Estas acepciones fueron corregidas y eliminadas cuando la turba de internet, esgrimiendo razones más que justas y poderosas, estalló en cólera y afeó a la institución la lasitud en su reparto de la igualdad en el lenguaje.

Los términos machistas del diccionario de la RAE

¿Significa eso que todos los términos machistas del diccionario recibieron un buen baño de cal viva y se reajustaron y adaptaron a los tiempos que corren? En absoluto. Otros han permanecido invictos en la selva de este lenguaje lleno de trato de favor hacia los homínidos de género masculino.

“Sexo débil” es un sintagma que sigue presente en el diccionario para referirse específicamente a un “conjunto de mujeres”, y “sexo fuerte”, apreciación relajada, llena de camaradería y chocar de cervezas, para uno de hombres.

“Cocinillas” significa, literalmente: "1. m. coloq. Esp. Hombre que se entromete en las tareas domésticas, especialmente en las de cocina". Si tienes los ojos como platos, es por lo sutil y perversa que puede llegar a ser una frase de aspecto inofensivo para quien no porte unas gafas moradas. “Entrometer”, connotativamente, nos retrotrae a un mundo donde los hombres jamás pisan una cocina o limpian un baño (¿te suena?).

Es cómico (con bastante poca gracia) lo que sucede de nuevo con el reparto justo y distante del lenguaje para otros usos. Para la RAE, un “hombre público” es alguien que tiene “presencia e influjo en la vida social”. ¿Adivinas qué representa para ellos una “mujer pública”? Lo mismo sucede con la expresión “hombre de la calle” (“persona normal y corriente”) y “mujer de la calle”. Una y otra expresión no reciben el mismo trato.

La RAE está ciega, sorda y muda

Con los años, la avalancha histórica de críticas a la institución ha derivado en iniciativas con casi 200.000 firmas en plataformas como Change,org. El objetivo fundamental: que se cambien uno a uno todos los términos del diccionario que aún enseñan las garras discriminatorias. En el caso de “sexo débil” y “sexo fuerte” trataron de enmendarlo añadiendo unas marcas a la primera acepción, indicando que se utiliza “con intención despectiva o discriminatoria”, frente a la segunda, a la que añadieron el matiz “sentido irónico”.

La institución suele esgrimir siempre un argumento parecido para zanjar la cuestión y enrocarse en su atalaya. El auténtico “mi perro se ha comido los deberes” del académico. Ellxs, según dicen, no son los dueños de nuestro lenguaje común. Como guardianes de las esencias, se limitan a recoger los usos más extendidos.

Todas las peticiones para adaptar el lenguaje del diccionario a la realidad LGTBI, rebajar sus connotaciones sexistas o admitir usos más allá del masculino genérico, han sido estériles. Estas fueron las últimas palabras del director de la RAE sobre el asunto. “La RAE no está cerrada a ampliar su vocabulario siempre y cuando los cambios sean razonables, no lesionen el idioma y mantengan su belleza y, sobre todo, su economía”.

¿El resultado? Ningún cambio.