Pobres aquellas parejas coitocéntricas cuyas fiestas carnales y desenfrenos lleguen a la meta sin pasar por el lametón, la lengua en forma de U y el recitado completo del abecedario. Pobre de ti, señoro, chico, imberbe criatura si aún no sabes dónde está el clítoris de tu chica y las filigranas que se pueden hacer con la lengua para que disfrutéis los dos. No lo decimos nosotros, sino la historia de los seres humanos, cómo nos lo pasábamos de bien en los tiempos antiguos. Llevamos haciendo sexo oral miles de años, y esta práctica ha gozado de anécdotas muy jugosas a lo largo de la historia.
Te contamos algunas de ellas.
El historiador Miguel Ángel Almodóvar cuenta en su libro ‘Crónica general del sexo oral’ un dato relevante relacionado con la biología y la práctica del lametazo y orgasmo por vía bucal, que ya en la época prehistórica tenía sus fans.
Entre carrera y carrera escapando de los depredadores, inventando el fuego o pintando Altamira, los hombres y las mujeres primitivos del pasado debían de mantenerse ocupados de otras maneras más creativas.
"De entre las 2.500 a 3.500 millones especies animales que se calcula circulan hoy por el planeta, somos una de las tres únicas que practica el sexo oral con fines que no son estrictamente reproductivos. No me atrevería a afirmar que esto es una ventaja evolutiva, pero lo cierto es que hay datos que demuestran que el sexo oral ya era práctica común entre nuestros ancestros paleolíticos, y que se ha practicado de manera ininterrumpida durante milenios".
Casi todo lo bueno tiene su reflejo en nuestra cultura. El sexo oral, tan gozoso de practicar y de recibir, también ha tenido su correspondencia en los textos literarios fundacionales y en el arte. ‘La Ilíada’, de Homero, contiene más de un pasaje en el que se menciona lo extraordinarias que eran las mujeres de Lesbos con el cunnilingus. Ciertas esculturas neolíticas tienen ya un toque de ménage à trois. En varias se puede ver a una mujer chupando el pene de un hombre mientras otro, que posiblemente pasaba por ahí para ir a cazar alguna bestia, mira.
“¿Qué han hecho los romanos por nosotros? Las carreteras, los acueductos…”. A los personajes de ‘La vida de Brian’ les faltó decir: “El sexo libre”. Son famosas las coyundas que se pegaba el pueblo de los césares en sus alcobas y lo implacables que se mostraban con algunas cuestiones. Por ejemplo, el castigo a los hombres que se consideraban pasivos en las relaciones homosexuales. Escarnio público y ruina política. A Julio César estuvo a punto de pasarle esto último.
Lo que quizá no sepas es la tirria maníaca que le tenían al sexo oral. Acusar a una mujer de haberlo practicado era motivo de castigo. Pico de oro el de esta gente, que consideraba a la boca como el instrumento de la política, la elocuencia y el comercio. ¡No se os ocurra contaminarla, pueblo!
Muchos estudios refieren que el sexo oral se respetada en las alcobas de los egipcios y los suntuosos palacios de los reyes. En su loquísima mitología, esta práctica aparece ya de forma literal en las representaciones artísticas. Cuentan que el dios Osiris perdió su falo (y otras partes del cuerpo) cuando cayó en batalla contra su hermano Seth. Le fue otorgado un miembro de madera, y para devolverle a la vida, recibió una felación a manos de otra diosa.
En asuntos más carnales, pegados a la tierra, y antes de que la mordiera esa serpiente que se escapó del paraíso, la reina Cleopatra ya destacaba en los conciliábulos y salones del viejo Egipto por sus refinadas artes en la cama. Merichane era su apodo (sí, como la canción de Zahara), ‘la boca de diez mil hombres’. Maestra en el arte de la felación, según las fuentes instruidas.
Otra anécdota cuenta que una noche, la reina 'boquiabierta' (otro mote de la época) se montó un gang bang, les sugirió gentilmente que se corrieran en un cáliz de oro y joyas, y después se lo bebió. ¿Al grito de “¡Muchachos, no olviden supervitaminarse y mineralizarse!”? Quién sabe.