Existen numerosos tabúes al hablar de sexo, muchas prácticas que automáticamente tendemos a eliminar de nuestras listas mentales solo por los prejuicios que tenemos. Sin embargo, una vez que conseguimos librarnos de todos ellos, se abre ante nosotros un mundo (placentero) de posibilidades, opciones nuevas, interesantes y atrevidas que bien pueden cambiar el modo en el que vemos y disfrutamos del sexo, como es el caso del pegging.
El sexo anal es un buen ejemplo de esto, sobre todo cuando hablamos de hombres heterosexuales y este implica su propio ano.
El pegging es una práctica sexual en la que una persona con vagina penetra analmente a la persona con pene. Evidentemente, para conseguirlo es necesaria la ayuda de juguetes sexuales específicos, habitualmente se emplea un dildo con arnés.
Esta práctica cuenta con muchos factores a su favor, siendo uno de los más destacables el placer que proporciona el sexo anal a los hombres, porque es ahí donde se localiza el punto P, una zona erógena que al estimularla suele provocar orgasmos más placenteros, intensos y duraderos.
El pegging supone también un cambio de roles que es, para mucho, un extra a la hora de excitarse. Una práctica que para muchos es liberadora y que se suele conocer también como sexo anal inverso precisamente por ese cambio.
Esta práctica es ideal para salir de la rutina, explorar nuevas opciones, pero para muchos hombres supone una opción que nunca antes se han plantado por los tabúes asociados al sexo anal. Esta práctica, de hecho, es más frecuente en hombres heterosexuales por motivos evidentes.
Huelga decir que poder llevarlo a la práctica no quiere decir que sea necesario probarlo si ambas partes no están de acuerdo en hacerlo, para sorpresa de nadie, en el sexo el consentimiento es clave, por lo que si no se está seguro o no es una práctica que apetezca, lo mejor es dejarlo claro, pero también evitar presionar a la otra persona. La comunicación es esencial en todos los aspectos de la vida y en el pegging más todavía.
Si se ha decidido que es algo que apetece probar, hay dos cosas que son esenciales (tres si contamos el consentimiento) y la primera de ellas es la herramienta adecuada. Existen muchas opciones en las tiendas específicas, pero lo más habitual es seleccionar una opción de consolador que se sujeta al cuerpo de la mujer con un arnés o correas específicas.
Para aquellas que ya tengan experiencia, también existen otras opciones que se sujetan con la vagina, como haciendo ejercicios de Kegel, pero requieren mayor práctica. Estas opciones suelen estimular el punto G, por lo que el placer será mutuo.
El otro indispensable es el lubricante. La zona anal no lubrica de manera natural, por lo que será necesaria esta ayuda externa. Es importante ir con cuidado, escuchando las recomendaciones y peticiones de la pareja, siempre pendiente de evitar hacer daño a la otra persona. Será necesaria una estimulación previa, relajando y preparando la zona para la penetración.