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El beso de Singapur, la práctica que tienes que conocer para flipar en tus relaciones sexuales

En el sexo, casi todo lo nuevo vale si es consentido y nos deja aventurarnos en los terrenos de la experimentación. Escapar del triste destino del coitocentrismo es, para muchxs, una buena manera de reinventar las dinámicas eróticas y reforzar los lazos con nuestra pareja. No conviene engañarse: si dominamos ciertas artes y le ponemos paciencia, podemos procurarle nuevas alturas a nuestro placer y a la de esa persona con las que compartimos cuerpo y emociones. ¿Quién no quiere un orgasmo nunca visto utilizando partes de su anatomía de las que hace medio minuto colgaba un cartel del tipo ‘fuera de servicio’?

Como ocurre con el carrete filipino, lo cierto es que hay muchas técnicas nuevas que podría ayudarnos a profundizar aún más en el arco del placer y sus misterios. En este sentido, el Kamasutra y las técnicas orientales son de gran ayuda para encontrar ejercicios a la medida de nuestra curiosidad, y el beso de Singapur, una de esas técnicas de las que todo el mundo habla pero que pocxs han probado en toda su plenitud.

De dónde viene el beso de Singapur

El origen de esta técnica milenaria (tiene más de 3000 años) es incierto, aunque viene ya recogida en distintos tratados eróticos y generalmente se la incluye dentro de la batería de prácticas del Kamasutra y el sexo tántrico. Unos dicen que se refiere a cierta prostituta de Singapur que contaba con una habilidad de lo más especial: era capaz de hacer eyacular a un hombre sin moverse; le bastaba con contraer la musculatura pélvica.

Otras húmedas lenguas hablan de que fueron ciertos grupos de mujeres en la India las que, de boca en boca, se transmitieron este conocimiento arcano (‘Cuando hace pop, ya no hay stop’) y empezaron a ponerlo en práctica. Los franceses, gente de lengua suelta, elegante y eufónica, lo llamaron ‘pompoir’; ‘ponpoamorismo’ según la Wikipedia. En suma: succionar sin utilizar la boca.

Como bien indican las fuentes históricas, el pompoir o beso de Singapur consiste precisamente en contraer los músculos pubococgíceos (los de la vagina) hasta que conseguimos que el hombre sienta, y de qué manera, este ‘agarre’ en el pene. 

Cómo se practica

El beso de Singapur es una técnica que necesita de mucha práctica para conseguir resultados óptimos, precisamente porque estas contracciones son controladas y la mujer necesita que su suelo pélvico esté lo bastante fuerte como para poder modificar a voluntad la presión y relajación de sus músculos. De hecho, si ya resulta difícil contraer y expandir a voluntad la vagina sin nada dentro, lxs expertxs cuentan que es todavía más difícil hacerlo durante la penetración. 

El objetivo, claro, es que estas contracciones se noten y la cosa acabe sintiéndose de lo más placentera. Con final feliz o no, eso no importa. Lo fundamental es la comunicación entre los miembros de la pareja. “Así, muy bien, cariño”, “Así no, creo que se me ha gangrenado”, y todos los grados de placer y consenso intermedios.

Consejos para mejorar tu beso de Singapur

Un primer paso para fortalecer los músculos de la vagina sería empezar a practicar distintos ejercicios de Kegel, de los que te hemos hablado ya en varios artículos. Pueden practicarlo tanto los hombres como las mujeres. Entrenar la zona es imprescindible para dominar el control de la musculatura y trabajar esa succión y ese agarre que luego se utilizará durante el sexo. Se puede empezar con veinte repeticiones (contracciones de varios segundos y relajación) tres veces al día. Poco a poco, ella irá notando que tiene un control y una fuerza mucho mayores en esa zona. 

En cuanto al ‘beso’ propiamente dicho, hay varias maneras de realizar la técnica. Se suele recomendar que el hombre esté tumbado boca arriba y ella se coloque encima para iniciar la penetración. En esa postura, podrá utilizar las contracciones de Kegel que han fortalecido los músculos pubococgíceos para empezar a jugar. Ya sabes: contraer varios segundos, y relajar. Esta podría ser una primera fase de calentamiento, donde la posición de ella es fija y el chico puede indicar si le gusta o no. 

A continuación, ella puede bajar y hacer que la penetración sea más profunda, y desde ahí, apretar otra vez con los músculos. Es posible controlar a voluntad tanto la intensidad de la penetración como la posición en la que la mujer contrae la musculatura, atrapa el pene y, casi como un cepo, consigue llevar a su pareja al Nirvana del placer. 

Si lo has visualizado, efectivamente, es parecido a ‘felar’ el pene, solo que utilizando la vagina. La presión, el agarre y la intensidad dependen enteramente de la fuerza y la maña de la musculatura. Es ella y solo ella quien tiene el control, lo que nos lleva a otra de las ventajas de practicar la técnica: puede ser tremendamente sugestiva y ayudar a intercambiar los roles de poder y dominación en la cama.