En el sexo, como en la gastronomía, no hay posturas (ni besos. Para unas personas, descubrir nuevos encajes en la cama es sinónimo de diversión, tirones de gemelo y cierta predisposición al circo (bienvenido sea practicar cosas como “el trampolín ruso”, “el dirty Sánchez” o “la embestida del jabalí sueco”); para otras, estancarse en el clásico misionero les garantiza una confortable rutina que muy pocas veces se rompe con nuevas posturas, algunas de ellas con un nombre que parece inventado por un niño de cinco años excitado por una sobredosis de azúcar.
Una de estas posturas es el ‘koala exprimidor’, nombre fabricado ad hoc por sexólogos de Noruega para una guía de posturas sexuales emitida en la televisión pública NRK que causó polémica por lo explícito de las imágenes. Hoy te hablamos de esta postura, y de algunas otras con nombres marcianos.
“Cari, es hora de practicar el koala exprimidor”. Pronunciar este tipo de diálogo puede quitarle todo el mojo y el flow a los momentos íntimos de la carne. Sin embargo, es una postura clásica del Kamasutra, muy efectiva para amplificar el placer de la relación sexual y llevarlo a nuevos niveles. Según cuentan los que la han practicado, él debe estar sentado y con las piernas estiradas, y ella colocarse encima como un koala que abraza su eucalipto y valerse de los pies para mantener el equilibrio y marcar el ritmo de la penetración
Sencilla pero placentera e inspirada en una de las posturas del yoga. Ella debe tumbarse, con las piernas abiertas y ligeramente flexionadas. Él debe apoyar las manos en el suelo y echarse sobre ella como una tabla rígida (Leonardo Dicaprio también hubiera cabido aguí), y ayudarse del abdomen estirado para la penetración.
Observando fijamente la foto sigue siendo difícil imaginar a estos dos seres humanos como dos trozos de pasta italiana, pero ahí está la prueba gráfica de cómo debe practicarse. Ella, tumbada, y con una pierna elevada noventa grados para que la penetración sea más intensa. Añadamos alguna frase para subir la intensidad del acto: “Solo me faltan cinco minutos de cocción y estaré al dente, cielo mío”.
También muy accesible, aunque siempre es mejor que ella utilice un cojín debajo las caderas para que resulte más cómoda. Con la pelvis en alto, ella eleva sus piernas mientras él, de rodillas, la penetra y puede acariciarle las nalgas (una zona que muchísimas personas consideran de lo más erótica).
Lo sentimos. No se trata de envainar el sable y jurar lealtad al zar de Rusia, sino de que ella mande en la cama. Esta postura privilegia el poder de la mujer en la relación sexual y le entrega el control y el ritmo del sexo.
Para practicarla, él debe sentarse en el borde de alguna superficie, preferentemente una cama o una silla no demasiado endeble (si no queréis hincharos a vodka después para curar las heridas una vez la pobre silla se haya roto). Se puede practicar de dos formas: ella, de cara o de espaldas. En un caso para centrarse en los pezones y el clítoris; en otra, para miraros a los ojos mientras acompasáis el ritmo.
Nada. Ya llegas. Nada, más fuerte, nada. Croll. Mariposa. Vamos.
Una postura más que recomendable para que uno de los miembros de la pareja tome el rol de entrenador o entrenadora y la otra ejerza de alumno que quiere ir a las olimpiadas (si es que os va el teatro)