Las redes sociales forman parte de nuestras vidas, y cada vez llegan antes a nosotros. No solo como consumidores, también como creadores: tan habitual como ver a un niño sentado en una trona, viendo un vídeo en Youtube, es que otro niño protagonice el vídeo. Alumnos de preescolar protagonizando vídeos semanalmente, niñas de seis años publicando vídeos diarios en TikTok... las generaciones más jóvenes son las protagonistas absolutas de las nuevas plataformas digitales. Pero, ¿cuáles son los peligros de publicar contenido en redes sociales siendo tan pequeños?
Cada red social tiene unas condiciones para crearse un perfil, entre ellas una edad mínima. En España, la edad mínima para tener Facebook e Instagram es de 14 años, la de Twitter y Snapchat está en 13 años y la de LinkedIn y Whatsapp en 16 años. En el caso de Youtube, la edad mínima para crearse una cuenta es de 16 años, aunque muchos vídeos tienen una restricción de edad en el visualizado, y no podrás acceder a ellos a no ser que seas mayor de edad (o que modifiques tu perfil, lo que no es muy complicado).
Dicho esto: de Fotolog a Messenger, Tuenti, Facebook e Instagram, pasando por Youtube, todos hemos tenido una cuenta en redes sociales sin tener la edad. Ninguna de estas redes sociales cuenta con un proceso de verificación de edad, y nosotros queremos estar en contacto con nuestros amigos y compañeros de clase, saber qué hace la gente de nuestra edad y mirar obsesivamente el perfil de ese cantante con el que estamos empezando a descubrir nuestra sexualidad. Pero, ¿dónde está el peligro?
Obviamente, la primera preocupación es nuestra seguridad. Como ya hemos hablado muchas veces en Yasss, damos bastante más información a las redes sociales de la que creemos. Ya no solo en cuanto a edad, lugar de nacimiento y otros datos de DNI sin los que no podemos crear un perfil, sino información puntual sobre nuestro lugar de vacaciones, relaciones…
¿Y qué pasa con toda esa información? Que las redes sociales las almacenan. En los términos y condiciones de todas estas apps se explica que, aunque la persona que sube el contenido mantiene la autoría sobre el mismo, los dueños de la red social pueden alojar, distribuir, mostrar o comunicar tus fotos y vídeos, entre otros. Pista: almacenar datos de menores sin el consentimiento de sus padres no es demasiado legal.
De hecho, TikTok tuvo que pagar una multa de 5.7 millones de dólares el año pasado por almacenar información de menores de 13 años sin el consentimiento paterno. Además de todo esto, porque contamos tanto sobre nosotros que facilitamos la vida a delincuentes y ciberdelincuentes.
Por partes: salvo caso particular, los menores de edad están amparados por sus padres. Esto es, los padres tienen la patria potestad de los hijos no emancipados, y por tanto tienen derechos y deberes respecto a ellos. Básicamente, deben velar por ellos (alimentarlos, educarlos y acompañarlos) y representar y administrar sus bienes. Esto incluye, por supuesto, las redes sociales.
En el caso de Instagram, por ejemplo, la plataforma ofrece desde hace un par de años un portal para que los padres eduquen a sus hijos en el uso de las redes sociales de manera más o menos saludable. En él, se insiste en que la actividad online puede afectar al desarrollo de los menores en otros ámbitos de su vida, y se explican los términos que se usan en Instagram, así como el funcionamiento, la privacidad, cómo denunciar ante contenido ofensivo o de acoso…
Ya más en la línea de la exposición: que el niño o adolescente no tenga redes sociales no significa que no salga en todas las fotos de sus padres. Hay críos que, para cuando cumplan los 18, podrán montar un álbum de su vida con las fotos que su madre ha subido a Facebook. Desde el parto hasta su primer baño, pasando por los números musicales de preescolar: todo lo tiene Zuckerberg.
Más allá de lo que esto pueda provocar, a nivel cognitivo, en el niño (los estudios indican que el abuso de Youtube y TikTok en la infancia afecta al pensamiento crítico y abstracto y coarta nuestra capacidad de concentración), la verdad es que exponer toda su vida al público no es una cosa muy responsable. Aplica a los menores como a los adultos: nunca sabes quién te está viendo el perfil.