“Has conseguido que un chaval sin ilusiones, sin ganas de estudiar, descubra un mundo nuevo y se agarre a esta vida como si no hubiera otra. Me has dado una vida, Daniel. Gracias”. El discurso de Miguel Herrán al recoger el Goya a mejor actor revelación, en 2016, fue uno de los más emotivos que se han escuchado en los premios del cine español. No solo porque tanto el actor como el receptor de ese mensaje, el director de ‘A cambio de nada’ Daniel Guzmán, recibiesen un cabezón, sino por todo lo que escondían sus palabras de agradecimiento.
Guzmán encontró al protagonista de su ópera prima, una cinta autobiográfica sobre dos adolescentes que sortean la precariedad en un barrio al sur de Madrid, de casualidad. El actor de ‘Aquí no hay quien viva’ (Madrid, 1973), que ya había ganado un Goya por un corto a principios del milenio, llevaba diez años preparando su salto a la gran pantalla, sin encontrar ni la producción ni el protagonista adecuados. “La película se me iba cayendo y yo pude ver mil chavales: los buscaba por los barrios, era como buscar una aguja en un pajar. Me estaba buscando a mí, así que no me valía nadie”, explicaba en una entrevista con RTVE.
No es fácil encontrar a una persona que de vida a tu alter ego, y en esas estaba Guzmán cuando Herrán (Málaga, 1996) se acercó a pedirle un autógrafo. Para el director de la cinta, fue un flechazo instantáneo: “Le vi pasar con dos amigos y me fijé en la mirada. No me preguntes por qué me fijé en la humanidad, la luz y cierto dolor que me transmitió su mirada. Y le llamé, pero hice que pareciese que me interesaba el amigo para que él no se sintiese presionado”, contaba en las mismas declaraciones. La vida de ambos cambió ese martes a las dos de la mañana para siempre.
“Miguel hizo las tres peores pruebas que yo he visto en un actor en mi vida”, reconocía el director de ‘A cambio de nada’. El actor tuvo que pasar varios castings: uno en el que apareció “con un melocotonazo”, un segundo al que llegó “fumado”, un tercero al que no acudió y un cuarto en que apareció “de dudosa manera”, según él mismo declaraba a la revista ICON.
“Yo era el típico chaval nini. No quería trabajar, no quería estudiar. Entonces salía mucho a la calle, muchas noches me las pasaba fuera con colegas, y en una de esas nos cruzamos con Dani”, recuerda. “Nos ofreció la película y yo le dije que se la hacía gratis, mi única motivación era echarme unas risas y vacilar al arquitecto de Aquí no hay quien viva a las tres de la mañana. Yo no sabía lo que era un casting y casi ni entendía la palabra ‘presencial’”. Pero Guzmán le dio una oportunidad y Herrán quiso aprovecharla; con 19 años, ganó un Goya y fichó por dos de las series españolas con mayor proyección internacional, ‘Élite’ y ‘La casa de papel’.
Hasta ese momento, el actor “odiaba la vida, odiaba el mundo”, aseguraba en la entrevista con ICON. “Si yo te cuento las cosas que hacía antes no te cuadraría con la persona que soy ahora. Tuve una manera de ser bastante cabrona y de momento tengo miedo de contarlo, porque hice cosas de las que no me siento orgulloso. Me levantaba, me miraba al espejo y no me gustaba, ni cómo trataba a la gente, ni cómo me trataba a mí mismo”, explicaba. De ahí que, en su discurso de agradecimiento por el Goya, quisiera no solo citar al director de la cinta que le había llevado hasta allí, sino también a su progenitora, madre soltera que crio a un hijo “muy cabrón” ante un pueblo que la repudiaba por no estar junto a un hombre, según él mismo ha explicado en alguna ocasión.
“Mi madre se ocupó de mí sin pareja y teniendo en contra a mucha gente que la señalaba con el dedo y que pensaba que una madre soltera de más de treinta era alguien a quien se podía humillar. Y luego fui yo y se las hice pasar canutas y siguió tirando del carro”, reconocía en una entrevista reciente con La Vanguardia. “Yo no tendré ningún problema en ser padre soltero si no encuentro una pareja afín que me acompañe en esa aventura dentro de unos años. Adoptaré. Me parece algo muy lógico y además muy útil porque, cuando lo haces, le estás dando una oportunidad a alguien que lo necesita”.
Por su parte, Daniel Guzmán lleva en la pequeña pantalla más de dos décadas. Criado en el barrio de Las Águilas, en Madrid, durante su juventud pintaba grafitis bajo el nombre de Tifón y practicaba boxeo. Aunque él sí tenía claro que quería dedicarse al arte dramático, amarró bien su plan B y opositó a bombero; en plenas pruebas de acceso, le ofrecieron rodar su primera película como actor. Guzmán lo tuvo claro y apostó por su carrera dramática.
Entre cámaras y focos pasó más de 15 años hasta que, en 2008, anunció que se retiraba temporalmente de la interpretación. Fue, entre otras cosas, para trabajar en ‘A cambio de nada’, cinta por la que peleó durante más de diez años. “Era una necesidad autobiográfica. Quería hablar sobre la amistad, la necesidad, las rupturas familiares y la relación con la tercera edad”, explicaba a RTVE.
De hecho, junto a Herrán, la otra gran protagonista de su ópera prima fue su abuela, Antonia Guzmán, una de las personas con las que el director se ha criado. “Era mi objetivo personal compartir con ella esta película, vivirla, que le diese tiempo a ella a hacerla y a verla después de su estreno. Lograr eso es lo que más me ha realizado a todos los niveles, es la despedida más maravillosa que he podido vivir”, recordaba. Su abuela, que fue nominada al Goya a mejor actriz revelación a los 93 años, falleció en 2018.
“Quería trabajar con ella porque sabía que iba a transmitir una verdad, aunque no fuese profesional. Al principio todo el mundo dudaba, pero yo sabía que lo que podía dar mi abuela no lo iba a dar nadie”, añadía el actor. El resultado final puede verse en España en HBO y en la plataforma Somos Cine de RTVE.