Qué placer hay siempre en ese salivazo que lanzamos al aire, como en Lolita, de Nabokov, para injuriar al contrario: H-i-j-o-d-e-p-u-t-a. La punta de la lengua emprende un viaje de cinco pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Mier-da. El insulto y la palabrota, cuando son buenos y se lanzan en el momento justo, hacen que nos hierva la sangre de gusto. Existen numerosos libros sobre el deporte de la injuria, siendo el del filósofo Arthur Schopenhauer uno de los más célebres por la justeza del dardo con el que desarrolló al detalle toda una filosofía en torno al arte de cargarnos en los muertos de otra persona. Hay hasta apps que los estudian y recopilan en pro de la ciencia.
Dime cómo insultas y te diré quién eres: hijx de la gran puta, cabrón, malparido, abrazafarolas, jodecabras, mierdaseca. Con las palabrotas sucede igual. La lengua es algo tan vivo y mutante que hasta para los improperios y las invectivas cambiamos de un país a otro. Ni siquiera en este asunto de maldecir en público los países de Europa se parecen, y la cuenta de Instagram Love for Geography lo ha puesto de manifiesto en un mapa que nos ilustra cómo utilizan los europeos el lenguaje malsonante.
Hoy te hablamos de las palabrotas más utilizadas en Europa, por países.
La invicta en España, la ganadora, la palabrota que nos sale de la boca incluso cuando pensamos que la tenemos cerrada. La compartimos con Reino Unido (‘fuck’) e Irlanda (‘feck’), donde también juran en sagrado para la vida diaria. ¿Nos pisan por la calle? ‘Joder, ten cuidado’. ¿Tu gato se te insinúa una mañana mientras desayunas y te planteas tener un historión romántico con él y abandonar por fin las pasiones humanas? ‘Joder, joder, joder’. ¿Descubres que tu crush, al quitarse la camisa, tiene escamas y colmillos repartidos por todo el cuerpo y vas a ser su merienda? ‘¡Joder!
O “scheisse”, utilizada mayoritariamente en países como Alemania, Suiza, Ucrania o Finlandia. Su equivalente es ‘hure’, en Austria o “sjranje”, que reina en el bloque de países de la antigua Yugoslavia. Encontramos aquí un sentido más escatológico que despliega un sinnúmero de florecientes posibilidades de sonar mal. “Mierda, me he dejado el gas encendido y ahora mi edificio arde”, como en el famoso video de “La he liado parda”, ya una reliquia del museo de reliquias de Internet. Ese “mierda, joder, ostia”, con una cualidad exclamativa maravillosa si, por ejemplo, queremos exagerar cualquier tarea de la vida diaria que se nos ha pasado por alto.
Tesoro nacional italiano, y la palabrota que más utilizan. Era de esperar que tuviera cierto matiz lúbrico, pues se refiere al pene. ‘Cazzo’, también ‘mingia’, es polla; y ‘merda’ o ‘figa’ (coño), muy de su gusto también. Si ‘mierda’ tiene un matiz inconsolable, ante algo que no podemos cambiar o ha salido mal, ‘cazzo’ se suele referir a sentimientos que varían entre la decepción, el hastío o la satisfacción. De seguido, le sigue una maravillosa combinación: ese ‘cazzo di merda’ tan socorrido para decir que algo es “una puta mierda”. El muestrario de insultos italiano es tan variado como las formas de cocinar la pasta, pero si deseas insultar con eficacia, siempre lanzarás a los perros a la familia del otro: “figlio di puttana” o “mortacci tua” deberían ser tu elección,
‘Putain’ (Francia) y sus equivalentes ‘Kurwa’ (Polonia) o ‘Blyat’ (Rusia) tienen su público masivo en estos territorios.
Estúpido, gilipollas, idiota, todas esas le encantan a los griegos, que dicen ‘malaka’ con agilidad, sin un pestañeo.
En Portugal se estila esta palabrota que hace referencia a la semilla pringosa del hombre y a la que no encontramos explicación. Ahí está, en todo caso.
Las maldiciones, en sus distintas variantes, son sabrosas. Nada hay más gustoso que cagarse en los muertos de otra persona al tiempo que lo confundimos dándole una palmada ambigüa en el hombro, como si secretamente estuviéramos prometiendo envenenarle la comida. En Rumanía usan ‘naiba’; en Bulgaria, ‘po dyavolite’; en Estonia, Letonia y Lituania, ‘kurat’, ‘sasodits’ y ‘po velniu’.
Especialmente interesante y siniestro es el uso que se le da a la enfermedad como insulto en los Países Bajos con ‘kanker’, tan brutal que cuesta pronunciarla sin sentir un escalofrío. Su versión en insulto directo sería ‘kankerkull’ (polla cancerosa), tan precioso de decir cuando alguien no te cae muy bien.