Dos normas básicas de convivencia: a nadie le gusta que le recriminen que lleva mucho perfume (mucho menos si es su favorito, ¡a dónde vamos a llegar!), y a tus perros no les apetece que les quites su tan característico olor. De vez en cuando, una ducha es necesaria, pero los canes tienen sus propias herramientas para estar más limpitos y, por norma general, son perfectamente capaces de valerse por sí mismos. Ahora, si hablamos de un cachorro recién nacido, la cosa cambia.
Hasta que son capaces de valerse por sí mismos, los perretes más pequeños dependen de sus madres y cuidadores para entender el mundo. Si acabas de recibir uno, lo mejor que puedes hacer por él es darle de comer, montar una zona en la que pueda jugar, alimentarle y bañarle. Para ello necesitarás un poco de agua, mucha paciencia y estos trucos que te traemos en Yasss.
Un perro pequeño todavía recuerda el olor y el calor de su madre, por lo que hay que tratarle con mucho cuidado y delicadeza. No le mires fijamente, extiende una mano y deja que sea él quien se te acerque a olisquear e identificarte, así como con el resto de los miembros de la casa y sus objetos. Pon objetos y alimentos que le hagan sentirse acogido; solo así se sentirá seguro.
Los veterinarios recomiendan darle el primer baño antes de los tres meses de vida. Escoge un momento en el que se haya acostumbrado a la familia, muéstrate contento y cariñoso y coloca un barreño en el patio o en la ducha. Llénalo con un poco de agua y, después, métele dentro del recipiente y deja que se acostumbre a las texturas y a la temperatura.
Péinale el cabello antes de que se le moje: será más fácil y menos agresivo. Para hacer espuma, en los primeros baños puedes usar jabones neutros en la piel de tu cachorro. Si no, en las tiendas de animales y en los veterinarios venden productos específicos para tu mascota; consulta con ellos qué le puede ir mejor a tu perro.
También puedes usar un paño humedecido con agua tibia para limpiar al animal. Con la ayuda del agua y una esponja suave, frota suavemente en el lomo, las patas y la barriga, evitando la zona de los ojos y los oídos. Enjuaga los restos de espuma con agua tibia y evita mojarle la cara: si la tiene muy sucia, puedes recorrerla con una toallita húmeda, como las que se usan en la piel de los bebés. En cuanto termine la ducha, envuélvele en una toalla y sécale con mucho cuidado y cariño. Si usas un secador, recuerda no usar aire muy caliente ni apuntar directamente a su cara.
Cuando hayas acabado, deja que tu perro descanse y dale un mordedor o un hueso, para que entienda que el baño ya ha terminado. Si es un día soleado y tiene todas las vacunas, podéis dar un paseo y jugar en el parque. Con el paso del tiempo, quizás hasta empecéis a disfrutar de esos momentos de limpieza compartida.