La vida de un gato no tiene nada que ver con la de un humano y, por eso, quizás no entiendas todo lo que hace. Que si llevarte animales muertos, que si destrozar tus cortinas, que si desaparecer tres días y aparecer después como si nada…
Una de las etapas clave y más desconcertantes para los cuidadores es el celo de una gata, en el que podrás observar distintos comportamientos bastante raros. Si tu gata, arisca y un poco agresiva, empieza a volverse cariñosa y a revolcarse por el suelo, tenemos noticias: tu gata ha empezado a ovular y, a partir de ahora, repetirá esto varias veces al año. En Yasss te contamos todo para que estés preparado.
El primer celo se da entre los cuatro y los doce meses de vida de tu gato: entonces estará sexualmente madura. Desde Affinity explican que suele ocurrir cuando alcanza el 80% de su peso como adulta, alrededor de los dos kilos y medio, y que es más habitual que tu gata entre en celo cuando hay más horas de luz, en primavera. Dependiendo de su mes de nacimiento, puede que lo haga antes o después, y así “se aseguran de que, al nacer, sus gatitos tendrán más alimento, ya que habrá más ratones”. Además, las gatas de pelo corto suelen madurar sexualmente antes que las de pelo largo.
En caso de que haya monta, la ovulación será repentina. Si no llega a fecundarse, se repetirá el ciclo en nueve días, más o menos. Y aunque la teoría dice que, a partir de entonces, tendrá el celo dos veces al año, la verdad es que es difícil tener controlado ese momento; lo más importante es conocer los síntomas.
La verás venir porque se vuelve bastante mimosa y pide cariño constantemente: se revuelca por el suelo y roza toda la casa. También pierden el apetito y maúllan con desesperación y el trasero en alto, para atraer la atención del macho. Hay razas en las que este comportamiento está mucho más acentuado, pero, por norma general, estos patrones los comparten todas las felinas.
Tú mejor que nadie sabrás lo estresante que puede ser esperar algo a lo que tienes muchas ganas, emocional y físicamente. Así es exactamente como se siente tu gata: está en continua tensión. Pierde el apetito, se olvida de visitar el arenero o de beber agua, y todo eso, sumado al estrés, puede pasar factura. Especialmente cuando las mininas no son montadas: aumenta el riesgo de formación de tumores y el cuerpo puede entrar en un celo continuo.
Eso sin hablar de sus cambios de humor y de la responsabilidad que recae sobre ti. Una pareja felina puede procrear muchísimo (de verdad, hablamos de muchos gatos), y mantener a cachorros de minino no es ni barato ni cómodo.
Por todo esto, hay muchos cuidadores que deciden esterilizar a sus gatos, para que no tengan descendencia. El procedimiento es fácil y rápido y apenas lleva una tarde en el veterinario. Con él, no solo evitarás la reproducción, sino también el celo, por lo que le ahorras mucho estrés. Si lo haces en el primer celo, disminuirás la probabilidad de tumores de mama e infecciones en el útero.
También existen otra serie de tratamientos hormonales anticonceptivos que, aunque evitan que procree, no reducen la sintomatología del celo. Ante cualquier duda, lo mejor es acudir al veterinario para que te asesore.
Si optas por no esterilizarla y mantiene su celo, hay algunas cosas que puedes hacer por ella para que sobrelleve mejor el estrés. Dale toda tu atención, acaríciala y cepíllala. Mantén limpia toda su zona y rodéala con mantas eléctricas o bolsas de agua caliente: le ayudará a tranquilizarse. El celo no es fácil para ella y seguro que te lo agradece.