Nuestra memoria visual tiene las patas cortas. No hay más que mirar las caras de los famosos, influencers y celebrities que mencionamos en nuestras conversaciones diarias. En un segundo reconocemos sus rostros y sus cuerpos por lo que son ahora, en el presente, pero no solemos memorizar una sola gota de cómo han cambiado con el paso del tiempo.
Como le sucedió a Michael Jackson cuando se aplicó chapa y pintura hasta volverse casi un maniquí de cera, hay decenas de ejemplos de famosos y famosas que se han sometido a trasformaciones radicales a lo largo del tiempo: cirugías hechas por su peor enemigo (spoiler: sale mal), adelgazamientos extremos, pasos abruptos por el quirófano, operaciones de pecho y bichectomías, entre otros muchísimos pinceles del Photoshop de los ricos.
Casos como el de Kylie Jenner suponen ir un paso más allá. Es difícil reconocerla en sus fotografías del pasado. Ni parece la misma persona, ni en el fondo quizá lo sea.
Hoy te hablamos del antes y el después de la pequeña del clan Kardashian.
Esta influencer de profesión, de nacimiento, de cuna, de lo que le echen, es una celebridad desde niña. Llevaba encima el vestido de la fama antes que los juguetes, así que es relativamente fácil localizar fotografías en las que apenas frisaba pocos años y compararlas con los cambios radicales a los que se ha ido sometiendo a golpe de talonario hasta tener esa figura voluptuosa e hiperestetizada del presente. Puede rastrearse toda una caligrafía estética en esa niña tímida a inicios de los 2000, cuando acudía a las alfombras rojas y las galas de la mano de sus padres.
En 2007 comenzaron las grabaciones de Keeping Up With The Kardashians, que tenía como protagonistas absolutos a toda su familia. Kyllie tenía entonces un rostro algo más definido con una constelación de pecas muy característica.
La it girl y modelo decidió someterse a las primeras cirugías, según se redoblaba la fama de su familia, hacía piña con sus hermanas en distintas mansiones de dudoso gusto y el clan, hermanado por el Dios de los capitalistas, monetizaba todo lo monetizable sobre la faz de la tierra. Pronto fueron rentables, por audiencia y por caja, sus indigestiones, los desayunos en familia, los ronquidos y sesiones de selfcare y belleza. Allí donde había una Kardashian, sonaba una caja registradora.
Lo del maquillaje y las beauty routines es otra historia; una de ciencia ficción. No lo dice este humilde servidor del periodismo ligero, sino la propia Kyllie, quien ha confesado que emplea una media de tres horas y media en acicalarse cada mañana.
Según aseguran las malas lenguas, es costumbre entre las Kardashian negar la magia de la cirugía hasta que el retoque es tan evidente que es imposible negar su existencia. No es descabellado imaginar este tipo de diálogos cada vez que la prensa trata de interrogar a una de ellas: “¿Yo? ¿Liposucción? No sé de qué me hablas. ¿Es el nombre de un perro?”
A la hermana pequeña de Kendall Jenner ni siquiera es posible aplicarle el dicho que afirma que se dice el pecado pero no el pecador, porque fue su propio cirujano el que la dejó en evidencia cuando ella negó haberse sometido a operación alguna. En otra ocasión, Kylie le contó a la prensa y a sus fans que los cambios (quirúrgicos) más que evidentes en su rostro y su cuerpo eran sencillamente fruto del desarrollo y el crecimiento de la edad.
Más tarde lo desmentiría en uno de los capítulos del reality sobre su familia. Ahí acabaría confesando que la primera vez que se rellenó los labios tenía quince años.
Todo cuadra si atendemos a la lista de retoques que detalló su cirujano y comparamos las fotografías disponibles. Casi todo es distinto en ella. Si no es un cuerpo escultural gracias a los ladridos de perro de su entrenador personal es un cambio radical en la forma de los labios, un rostro mucho más afilado o un bronceado diseñado al milímetro clínica estética más puntera, y eso es solo la punta del iceberg. También habría pasado por el quirófano para cambiar la forma de sus caderas, modificar los glúteos, perfilar la mandíbula o redondear y aumentar los senos. Más de siete cirugías de distinta intensidad en total.