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Sin pelo, divinos y muy televisivos: xolos, los perros mexicanos que Frida Kahlo adoraba

  • Si hay un animal que represente a México, ese es el xoloitzcuintle. Frida Kahlo adoraba a estos perros sin pelo; tuvo varios y llegó a incluirlos en su obra.

  • Diego Rivera le regaló dos a la coleccionista Dolores Olmedo, y los descendientes de estos dos perros viven hoy en su hacienda, que también alberga la mayor colección de obras de Kahlo y Rivera.

  • A estos animales se les consideraba guardianes divinos de los humanos. También se creía que acompañaban a los difuntos en su paso hacia el inframundo.

A Frida Kahlo se le atribuyen muchas cosas: su obra surrealista, el tan característico unicejo y una obsesión temprana con la muerte, que vinculó a su amor por los animales. Basta con echar un ojo a las fotografías o autorretratos para verla acompañada de unos perros negros y sin pelo, autóctonos de México, de los que se decía que acompañaban a sus dueños difuntos a transitar el camino hacia el Mictlán, el inframundo. A estos canes, los xoloitzcuintle, se les consideró un nexo entre los dioses y los humanos, y se les atribuyó propiedades curativas.

De la pintora y su esposo, Diego de Rivera, se sabe que convivieron con monos, guacamayos y al menos un venado, pero que estos perros, con pinta de canes descuidados y callejeros, fueron su gran amor. El Sr. Xolotl fue uno de los preferidos de Kahlo, y le pintó en numerosas obras. La historia de los xoloitzcuintle, sin embargo, es mucho anterior a ellos. Te la contamos en Yasss.

¿De dónde vienen estos perros?

Los xoloitzcuintle son el perro más famoso de México, con permiso del chihuahua, y parte de su éxito reciente deben agradecérselo a la película ‘Coco’ (2017), en la que aparecen como el acompañante de Miguel, su protagonista, al que su abuela no quiere en casa. Sin embargo, su protagonismo en el arte y los mitos es mucho anterior, pese a que se les omitió durante siglos por el colonialismo español.

Estos perros, conocidos cariñosamente como xolos, están presentes en muchas piezas prehispánicas, y se les consideraba guardianes de los humanos. Los restos arqueológicos indican la participación de estos perros en multitud de ceremonias y ritos; hay muestras, por ejemplo, de que los mexicas se encomendaban a ellos para pedir a los dioses un buen año agrícola. Precisamente por su adoración, los españoles comenzaron a perseguirles y marginarles. De esa época viene la imagen de perro callejero que hoy asociamos a los xolos.

Para los cristianos, estos perros eran símbolos de la lujuria. Además, no les hacía ninguna gracia que estuviesen tan involucrados en los ritos funerarios prehispánicos (se han encontrado esqueletos completos de estos perros junto a difuntos) y a otros curativos (se les ponía piel con piel con humanos que sufrían reuma), por lo que quedaron relegados a las zonas rurales, donde las autoridades no llegaban. Precisamente desde allí, a principios del siglo XX, los habitantes se los mostraron a algunos artistas, que queriendo enaltecer las raíces mexicanas, los incluyeron en sus obras. Con artistas como Kahlo, Rufino Tamayo o Raúl Anguiano, así como con el nacionalismo que surgió tras la Revolución Mexicana de 1910, los xolos vivieron un resurgimiento.

Un poco más sobre los xolos

Estos perros tan curiosos carecen, entre otras cosas, de pelaje. Se creía que habían perdido el pelo por la domesticación del ser humano, pero desde 2008 se tienen evidencias de que es una cuestión puramente biológica. Según algunas investigaciones, las células del animal no leen bien información almacenada en el ADN; el resultado es un perro sin pelo y prácticamente sin dentadura.

Su nombre viene de dos palabras en lengua náhuatl: ‘Xólotl’, el dios del ocaso, e ‘itzcuintli’, que significa perro. En la mitología, Xólotl era el dios de la transformación, lo desconocido y la muerte, el hermano gemelo y antagonista de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada y representación de la luz, la vida y el conocimiento.

Estos simpáticos perros suelen vivir entre 12 y 14 años. Se cree que, durante un tiempo, estuvieron a punto de extinguirse, aunque desde mediados del siglo XX los xolos se han repoblado a gran velocidad. Hoy en día, son uno de los símbolos de la cultura mexicana, y están representados en los escudos de varias ciudades y clubes de fútbol.