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Perros, gatos y sus miedos en común: descubre las fobias que pueden aparecer en tus mascotas

  • Las fobias son respuestas intensas a situaciones que provocan miedo en un animal. Y, en contra de lo que se pueda pensar, gatos y perros comparten algunas.

Noche y día, fuego y agua, Voldemort y Harry Potter, perros y gatos… términos aparentemente opuestos, que en realidad se complementan. En el caso de las mascotas, es una elección casi definitoria, una de las preguntas determinantes de una primera cita: si te preguntan si eres más de perros o de gatos y eliges la opción equivocada, estás perdido. Pero, ¿acaso no puedes elegir las dos? Se ha comprobado que, con paciencia y educación, pueden convivir sin ningún problema, y además comparten muchas más cosas de las que puede parecer.

Bajo el mismo techo, perros y gatos compartirán tu atención, algunos espacios y muchas fobias. Sí, sí, como lees: tus dos mascotas, aparentemente tan distintas, pueden ser vulnerables a los mismos estímulos. También los motivos para temer determinadas cosas pueden ser compartidos o estar muy interrelacionados: por ejemplo, ambos tienen un sentido del oído muy desarrollado, que les hace percibir determinados sonidos como posibles amenazas, incluso aunque no sean capaces de verlos. Que se alteren por estos ruidos es algo bastante habitual, aunque tu mediocre oído humano no te permita identificar el motivo de su pánico.

Todas estas amenazas, que escuchan, pero no ven venir, pueden provocar en tus mascotas pánico, estrés y ansiedad. Este terror puede llegar a paralizarles y hacerles comportarse de formas inesperadas o agresivas, y es importante conocerlos para calmarles cuando antes. Estos son algunos de los miedos compartidos entre perros y gatos más habituales:

Aspiradora y secador

La fama la tienen los gatos, pero los perros se la merecen tanto como ellos. Algunas mascotas corren a esconderse en cuanto ven a sus cuidadores sacar estos objetos diabólicos, que hacen un ruido terrorífico sin que ellos entiendan por qué. Tanto los perros como los gatos pueden quedarse paralizados ante el sonido de estos objetos, incapaces de ver, escuchar o hacer cualquier otra cosa.

Pepinos

Hace unos meses, regresaron a internet esos vídeos en los que los cuidadores de un gato colocaban, sin que el animal se diese cuenta, un pepino a su lado. Cuando este se giraba, pegaba un salto de campeonato. Lo que no se veía era el estrés al que sometía al animal la aparición sorpresa de esta hortaliza.

Pero, ¿realmente temen los gatos (y los perros) a los pepinos? No, solo los que no saben distinguirlo de una serpiente, o los que se sorprenden ante la aparición inesperada (algo así como darle a alguien un susto por la espalda), según algunas teorías. De hecho, no todos los animales reaccionan ante la aparición de la hortaliza: los perros suelen darse cuenta antes y algunos gatos casi ni se inmutan. Por si acaso, nunca coloques uno junto a tu mascota.

Tormentas y petardos

En la lista de sonidos estremecedores, los truenos y la pirotecnia no puede faltar. Lo que para las falleras es la mejor composición del año, para nuestras mascotas es una auténtica pesadilla que afecta gravemente a su oído y les sume en un estado de horror que puede alargarse en el tiempo. A veces, un petardo a lo lejos basta para desatar el infierno: en ocasiones se quedan quietos, mientras que otros animales prefieren huir y empiezan a tocar todas las puertas o incluso a escarbar en el suelo. Esta situación les produce muchísimo estrés, por lo que se les acelera el ritmo cardiaco y pueden vomitar. En los casos más graves, el ruido puede provocar paros cardiacos.

Hay muchas otras fobias

En general, los animales pueden asustarse por cualquier cosa. Personas, otros animales, objetos, ciertos lugares… Una socialización bien programada, llena de estímulos nuevos desde los primeros meses de vida, facilitará su desarrollo emocional normal, y además les ayudará a prevenir miedos y fobias. Con ellos, se reducirán respuestas como la ansiedad y el estrés, que puede mostrarse de muchas formas, desde el comportamiento destructivo hasta los ladridos.

Para evitar fobias en la edad adulta, las reacciones de los cuidadores son fundamentales. Si, ante una experiencia que el animal entiende como desagradable, el dueño le castiga, aumentará su ansiedad hacia el estímulo. Por el contrario, si el animal huye y el cuidador trata de tranquilizarle con caricias o recompensas, el animal sentirá reforzado su miedo.

En cualquier caso, la genética también puede predisponer a los animales a los miedos y fobias, y en ocasiones nos hacemos cargo del animal cuando ya no se puede intervenir en ellas. En ese caso, lo más recomendable es encontrar alguna forma de controlar, relajar o distraer al animal cuando está delante del estímulo. Si no somos capaces, la intervención de un etólogo veterinario puede ayudar al animal a superar la fobia, mejorado así su salud.