A los mininos les pesa más la fama, lo que se dice de ellos, que el instinto, lo que realmente son. Aunque en series, libros y conversaciones de barra de bar los gatos suelen presentarse como animales sucios, siempre en constante huida del agua, lo cierto es que son animales limpios por naturaleza, mucho más que otras mascotas como los perros o las cobayas. Los mininos se pasan los días lamiéndose el cuerpo, buscando la mugre y retirando los pelos caídos de su lomo; su propia lengua está concebida para agarrar mejor la suciedad y el cabello muerto. Teniendo esto en cuenta, ¿cómo van a ser animales sucios?
Pero la cosa no queda ahí: son tan, tan limpios, que aprenden a limpiar sus deposiciones desde los primeros días de vida. Cuando hacen sus necesidades, es siempre en un lugar escondido y donde luego puedan enterrarse, para no dejar su rastro a potenciales depredadores. En lo que a ti respecta, y al contrario de lo que puede ocurrir si vives con un perro, rara vez te encontrarás una caca en el sofá o la alfombra. Incluso si tu gato no ha aprendido a hacer sus cosas solo y tienes que enseñarle, el proceso será mucho más rápido que el de un can.
Si te ves en la tesitura de enseñar a tu gato a hacer sus necesidades en un sitio concreto, respira hondo y no te preocupes: en Yasss te ayudamos a conseguirlo.
Lo primero es lo primero: hazte con una bandeja para gatos adecuada para tu animal y con la arena más útil para vosotros. A grandes rasgos, hay varios tipos: la de sepiolita, muy absorbente pero poco duradera, la aglomerante, que neutraliza los malos olores y dura bastante, la de sílice, también muy duradera, y la ecológica, hecha a partir de fibras biodegradables.
Una vez hecha la elección, pon la bandeja en casa. Busca un sitio que no esté muy cerca ni de tus espacios más íntimos ni de la cocina o la despensa, donde guardes la comida, para evitar males mayores; tampoco la coloques en sitios oscuros, húmedos o con mucho ruido. Después, coloca unos centímetros de arena (alrededor de siete) y muéstrasela a tu animal. Lo más probable, especialmente si el gato es hijo de un minino que ya pasó por tu casa, es que tu mascota ya sepa cómo usar la bandeja de deposiciones, pero si no es así, no necesitas más que unos días y algo de adiestramiento.
Cuando tu gato sea lo suficientemente grande como para salir a la calle, especialmente si tienes salida desde tu casa, quizás también quieras prescindir de la bandeja. Pero, para eso, primero hay que enseñarle a usarla.
La educación de un gato es mucho más efectiva cuando se hace sin malas formas. Lo mejor es enseñarle las cosas sin gritos, para que no se engañe ni asocie el problema o el arenero con un lugar a temer o incómodo. A medida que vaya aprendiendo, recuerda felicitarle y premiarle: asimilará mucho mejor las prácticas.
Empieza enseñándole el arenero, para que vea dónde está y que es suyo. Si no empieza a usarlo de forma natural, comienza colocando sus necesidades en la caja de arena, recogiendo sus excrementos y poniéndolos a la vista. Lo normal es que entierre los excrementos, pero, de no ser así, comienza a taparlos con un poco de arena para que aprenda cómo debe hacerlo.
Otra alternativa es que, si ves a tu gato a punto de hacer sus necesidades, le lleves directamente al arenero. Así, asociará una acción con la otra. Fíjate bien, porque suelen hacer sus necesidades justo después de comer o dormir: aprende a entender su lenguaje corporal y podrás adelantarte a sus propias necesidades.
Si tu gato orina fuera de su bandeja, puede tratarse de un problema físico. Si no consigues, poco a poco, que el gato deposite sus necesidades en el arenero, lo mejor es derivar el caso a un veterinario para descartar cualquier otro tipo de patología. En caso de no encontrar ninguna enfermedad, quizás te recomiende visitar a un etólogo veterinario, un profesional que se encarga de entender y corregir la conducta de las mascotas. Con paciencia y ayuda, seguro que consigues que tu gato use correctamente el arenero.