Para los gatos recién nacidos, los veterinarios recomiendan lo mismo que muchos ginecólogos: leche materna, al menos, durante las primeras semanas de vida. El problema es que cada año hay más gatos abandonados en las calles, y quizás veas uno y no puedas resistirte a la tentación de cuidarlo con todo tu cariño. Una vez lo recoges, le acunas y le haces entrar en calor, tomar conciencia de una cosa: evidentemente, tú no tienes leche de gata. Entonces, ¿cómo lo alimentas?
Si tienes acceso a la leche de otra gata, sea o no su madre, problema solucionado; pero si no, no hay por qué preocuparse. Existen muchísimas alternativas para alimentar a un gatito, siendo las más efectivas las que se introducen en un biberón. Este pequeño artefacto le recordará al cuerpo de su madre y hará que se alimente más rápido, para que crezca sano y fuerte. Pero, ¿te sirve el último de tu hermano pequeño, con el que le dabais la leche en polvo? Y, ¿puedes darle del brick de leche que tienes en casa o es preferible optar por otra opción? En Yasss respondemos a estas y otras preguntas.
Durante al menos los dos primeros meses de vida, el gato debe mamar o tomar leche materna. Pero esto no siempre es posible, y si por cualquier circunstancia eres responsable del animal, pero no tienes a mano leche de gata, puedes darle el biberón. Ahora bien, nada de leche de brick, sea esta entera o sin lactosa: el gato debe alimentarse con leche específica para su cuerpecito. La leche de vaca es muy fuerte y puede provocarles patologías, como deshidratación o carencias nutricionales; deja en la nevera la que utilizas para mezclar con el café y acude a la tienda de animales más cercana.
Una vez allí, comprobarás que hay decenas de sustitutivos de la leche de gata, prácticamente preparados para tomar. Se parecen mucho a los suplementos que se recomiendan para los bebés, y en muchos casos vienen con un envase cilíndrico y las instrucciones de preparación, donde se indica la cantidad de agua a añadir y la temperatura a la que tendrás que mezclar los ingredientes. Es un proceso muy sencillo: una vez te hagas con las dos cosillas que necesitas, no tendrás ningún problema para alimentar al gato.
Ahora bien, si estás comprando leche para un cachorro, pon especial cuidado en los paquetes de leche. Hazte solo con los recomendados para recién nacidos y no con los indicados para ‘gatos’, a secas, que son productos orientados a mininos mayores y pueden poner en peligro la salud de nuestro pequeño. Si tienes dudas, pregunta directamente en la tienda; hazte también con un biberón indicado para la edad aproximada del gato. Si quieres, puedes conseguir un arenero y algún juguete, para empezar a estimularle.
Una vez en casa y con el equipo en la mano, ponte a esterilizar el biberón a vapor. Verás que se trata de un objeto muy pequeño, con un extremo abierto para que coloques el pulgar y midas la cantidad de leche que está tomando el animal. Cuando lo tengas preparado, calienta la leche (comprueba que esté a temperatura corporal poniéndola sobre tu piel: no debe estar muy fría ni muy caliente) siguiendo las instrucciones del paquete. La cantidad diaria depende de su peso corporal y tiempo de vida: un gatito de una semana necesitará 13 mililitros de leche por cada 100 gramos de peso, uno de tres semanas 20 mililitros por cada cien gramos y el que acabe de cumplir un mes podrá tomar 22 mililitros de leche por cada cien gramos.
El veterinario podrá orientarte mejor con las cantidades, que tendrás que repartir en tres o cuatro tomas al día. Al principio deberás alimentarle más asiduamente, dándole un biberón cada tres o cuatro horas, pero conforme vaya creciendo comprobarás que el gato podrá vivir sin comer cada dos por tres.
Pero, de vuelta al primer biberón, ¿lo tienes ya preparado? En ese caso, coge al gato y colócalo de forma diagonal al biberón, como si estuviese sobre la tripa de su madre. El resto lo hará solo: se acomodará la tetina del biberón y tragará el alimento; tu labor es intentar que la leche llegue siempre a la tetina y que no absorba demasiado, para reducir el riesgo de ahogamiento. Una vez termine con el biberón, colócale en la bandeja de arena (así se acostumbrará a hacer ahí sus necesidades) y masajea su tripita en círculos para ayudarle a digerir. Repite el proceso cada vez que le des una toma.