A por unos caramelos para la tos, a por un remedio para el dolor de cabeza, a por unos preservativos por si hay suerte… Si hay un sitio por el que pasamos todos, independientemente de procedencia, clase social, conocimientos médicos o nivel de empatía con sus trabajadores, es la farmacia. Guillermo Martín Melgar (Salamanca, 1990), graduado por la Universidad de Salamanca, se ha convertido en la voz de estos profesionales desde su cuenta @farmacia_enfurecida, donde explica con mucho humor el día a día de enfrentarse a los “he leído en internet que…” o “me han pasado por whatsapp un vídeo que dice…”.
En 'Esta farmacia necesita receta', su segunda novela gráfica (que ilustra Maribel Carod), recopila algunas de esas anécdotas y vivencias que constituyen el día a día de su profesión. Para explicarlas todas, desde las argucias para conseguir un medicamento sin receta hasta las visitas de clientes que convierten la farmacia en el centro de su vida social, necesitaría “una trilogía”.
Pregunta: Absolutamente todo el mundo pasa por las farmacias. ¿Crees que son uno de los lugares donde mejor se conoce a la gente?
Respuesta: Por supuesto. Aparte de tratar con un público variopinto, conocemos muy bien a nuestros pacientes ‘diarios’: los que hacen de ir a la farmacia una actividad social más. Pasan a ser como de la familia: te cuentan sus problemas, sus alegrías, te hablan de sus hijos, se confiesan…
¿Cuándo y cómo comenzaste a contar la realidad de los farmacéuticos a través del humor?
Empecé cuando estudiaba la carrera y, al acabar y ponerme a trabajar me di cuenta de que las farmacias son una fuente inagotable de anécdotas. Así que decidí hacerlas públicas. Dicen que el humor es la mejor medicina, ¿o era el amor?
Todos nos podemos sentir identificados con las viñetas porque hemos sido o hemos visto a esos pacientes. ¿Crees que falta a veces educación y empatía con los farmacéuticos?
Creo que todo el mundo debería trabajar de cara al público una vez en la vida, así aprenderíamos a empatizar con los trabajadores. Aparte, tenemos muy inculcado eso de ‘el cliente siempre tiene razón’ y en las farmacias es peligroso porque el cliente no sabe de medicamentos y la puede liar fácilmente.
Sabemos perfectamente lo que es una receta, pero siempre hay alguien que pretende saltársela. ¿No aprendemos?
No aprendemos, no. Mucha gente cree que ellos son la excepción y que ‘por una vez que me lo des sin receta…’. Y la cosa no funciona así. Hay una ley igual para todos y el farmacéutico solo se encarga de que se cumpla.
¿Crees que con la pandemia ha cambiado nuestra opinión de los profesionales de la salud?
Creo que los farmacéuticos hemos sido profesionales muy cercanos, hemos servido de centro de información y no hemos cerrado la puerta a nadie. Los pacientes han acudido siempre a nosotros y nos hemos ganado su confianza.
Hay mucha desinformación y bulos sobre la salud y los medicamentos en internet, en las redes… ¿Cómo os enfrentáis a eso los farmacéuticos?
Con mucha paciencia. Toda esa desinformación que hay en las redes nos acaba llegando al mostrador. Gente preocupada porque ha leído en internet o ‘me han pasado por WhatsApp un vídeo…’ y hay que explicarles las cosas con mucha paciencia. En crear un bulo se tardan minutos, en rebatirlo se tardan semanas.
¿Has vivido o escuchado alguna historia de farmacia que no haya entrado en el cómic por lo increíble que era?
Muchísimas. La gente lee el cómic y piensa que es una recopilación de anécdotas, pero en realidad es el día a día de la farmacia. Para contar todas las anécdotas necesitaría una trilogía.
¿Qué le dirías a alguien que está pensando en estudiar farmacia?
Que afile su paciencia y su cúter, que le harán falta.