Hannah Bourne-Taylor se ha vuelto viral en los últimos días por su amor por los animales, en concreto por los pájaros. La joven encontró un polluelo abandonado y decidió cuidarlo y ayudarle a crecer.
La joven, ha contado a 'The Guardian' su historia y cómo nació ese amor por los animales en Ghana, donde se mudó con su marido en 2013. Su marido, Robin, era quien trabajaba, a Hannah su visado no se lo permitía, así que se quedó aislada y para no hundirse recurrió a la naturaleza, aprendió las rutinas de las aves locales.
En su relato, cuenta que en 2018, tras una tormenta eléctrica particularmente fuerte, encontró un polluelo de apenas un mes de edad tirado en el suelo. El animalito fue abandonado por su banda de pájaros y su nido, tras la tormenta, ya no existía. "Tenía los ojos bien cerrados y temblaba, demasiado joven para sobrevivir solo. Era del tamaño de mi dedo meñique, con plumas del color de las galletas Rich Tea, ojos como tinta y un pico pequeño como la mina de un lápiz", desvela la joven.
Su empatía y amor por los animales no le permitía dejarlo a su suerte, así que se lo llevó a su casa, lo metió en una caja de cartón con paños de cocina, como si fuera un nido y se quedó despierta toda la noche aprendiendo a cuidarlo.
A la mañana siguiente, el pájaro tenía muchísima hambre, así que le dio de comer "termitas" y le cantó, a lo que el animal le respondió con un "chillido y se subió a mi mano, clavando el pico y la cabeza, y luego se durmió en mi palma. Para él, yo era su madre".
Desde entonces y durante los siguientes 84 días, el polluelo y Hannah se volvieron inseparables: "Volaba a mi lado, o se aferraba a mí cuando iba de una habitación a otra en la casa, mientras caminábamos por las praderas o cuando conducía".
Poco a poco fue aprendiendo a volar, pero a pesar de ello nunca se alejaba mucho de Hannah.
El polluelo pasaba tanto tiempo con Hannah que incluso llegó a hacer nidos en su pelo, pero también en el surco de su clavícula, "lo que me llenaba de asombro": "Se metía debajo de una cortina de cabello y juntaba mechones individuales con su pico, creando algo similar a un pequeño nido, y luego se acomodaba dentro".
Poco a poco ambos crearon un vínculo tan grande que les era muy complicado estar el uno sin el otro; pero Hannah era consciente de que el pájaro no le pertenecía y que algún día el animal tendría que volver a vivir en libertad.
Se acercaba la Navidad, Hannah y Robin iban a volver a Londres para pasarla con su familia, así que decidieron que era el momento de que el polluelo volviese con su banda y empezase a vivir de nuevo en libertad.
Robin lo llevó hasta en tres ocasiones con otros pinzones para que echara a volar con ellos, a la cuarta lo consiguió. Esta experiencia le cambió para siempre, según ella misma ha contado: "Criarlo me enseñó a vivir en el presente y me cambió para siempre. El año pasado, cuando regresamos a Oxfordshire, me uní a los esfuerzos locales de conservación y escribí nuestra historia en un libro", asegura.