Año tras año, las redes sociales incrementan su público. Cada vez somos más usuarios repartidos entre Twitter, Instagram o TikTok, que llegamos a estos espacios para opinar, compartir o conectar con otras personas afines. Ahora bien, este aumento no solo hace cada vez más probable que te encuentres el perfil de ese compañero de clase al que no aguantabas y juraste no volver a ver; también es el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de perfiles falsos.
No es ninguna novedad, aunque cada vez es más fácil cruzarnos con estos perfiles en redes. Basta con echar un vistazo a las cuentas de influencers, perfiles institucionales o marcas, o hacer alguna búsqueda en internet. Comprar seguidores o ‘me gustas’ no es nada complicado, aunque puede resultar contraproducente para quien lo hace: a las marcas, por ejemplo, no les garantiza las ventas, y a los influencers tampoco les asegura que conseguirán encargos o colaboraciones.
Sea como sea, lo más importante es ser capaz de distinguir un bot entre el enmarañado de cuentas reales. Y, aunque no todos son iguales, sí existen patrones comunes que nos pueden ayudar a quitarles la careta. Ya sea en Tinder, Twitter o Instagram, si entablas conversación con un usuario que cumple algunas de las siguientes características, pulsa el botón rojo y deja que suene la alarma:
En una cuenta falsa creada, las fotos pueden estar un tanto descuidadas. A veces, encontrarás las imágenes que aparecen por defecto en la red social, o por el contrario puedes darte de morros con retratos de modelos, con una estética muy cuidada. De hecho, es probable que lo que estés viendo sea la cara de un profesional que no sabe que están usando sus fotos para perfiles en redes sociales.
Para conocer si, efectivamente, alguien ha buscado ‘hot girl’ en Google y ha cogido la primera imagen que ha pillado, puedes usar la búsqueda inversa de imágenes de Google. Para ello, descarga o haz una captura a la foto, ve a imágenes de Google y dale a ‘buscar por imagen’, que aparecerá con el icono de una cámara en la barra de búsqueda. En el caso de que la haya sacado de ahí, te aparecerán varios resultados.
En muchas redes sociales, al entrar en el perfil de un usuario podemos comprobar la fecha de creación de su cuenta. Esto no dice nada por sí mismo: muchas de las cuentas dedicadas al spam y los follows masivos son recicladas. Lo más significativo es coger la fecha de creación y compararla con la actividad habitual. Si la cuenta se creó en 2011 y ha estado sin twittear nueve años, siembra la duda y deja que crezca.
El desequilibrio entre followers y follows es una señal más o menos clara de que la cuenta no esconde un rostro real detrás. Es habitual ver bots dedicados a apoyar a un partido político, por ejemplo, con respuestas estandarizadas (verás que, en ocasiones, lo que responden a determinadas figuras públicas ni siquiera tiene sentido; ellos cuentan su movida y desaparecen) y mucha actividad, pero ningún seguidor. También puede darse al revés, y que la cuenta tenga muchos seguidores, a su vez también bots. Todo es afilar el ojo.
Hay que tener en cuenta que bot y cuenta falsa no es lo mismo: todos los bots son cuentas falsas, pero no todas las cuentas falsas son bots. La principal característica de los primeros es que están completamente automatizados. Sin embargo, en algunos casos las cuentas falsas funcionan por sistemas mixtos, y se alterna la actividad manual con la automática. De esa forma, se consigue una interacción ‘más directa’ con los usuarios.
Casi todas las redes sociales penalizan y prohíben estas prácticas en sus plataformas, pero no siempre funcionan. Aunque los sistemas de protección han aumentado en los últimos meses, debido a los confinamientos domiciliarios, lo cierto es que los expertos parecen coincidir en que el usuario tiene poco que hacer.
Desde el Instituto Internacional de Estudios Iniseg reconocen que “es muy poco lo que puede hacer el usuario, aunque ahora se está penalizando en los casos de acoso, hay que denunciar y llevar a la justicia. Pero es un trámite engorroso”. Lo más útil, aseguran, es prevenir y “desconfiar de todo lo que nos parezca sospechoso”. Ante la duda, un bloqueo y una denuncia a tiempo son mejor que nada.