Como en otros muchos aspectos de la vida de una mujer, del orgasmo también vienen a hablar otros. El tabú en torno al sexo que ha existido durante muchos años se ha visto menos afectado en boca de hombres que de mujeres. La desinformación, el miedo a preguntar, las prohibiciones ancestrales ante el auto-descubrimiento de la sexualidad de uno mismo y otros muchos factores han provocado que existan multitud de mitos y leyendas ante algo tan universal y positivo como es el orgasmo.
La ruptura de ese tabú con el paso de los años ha ayudado para que cada vez se pueda investigar, difundir y debatir sobre los temas que atañen a las relaciones sexuales y, en general, al disfrute del cuerpo como lleva haciéndose desde que el hombre es hombre -y la mujer, mujer-.
Descubrir que no son los hombres los únicos que se masturban y que hay un mundo más allá del coito puro y duro ha ayudado a que las mujeres se conozcan a sí mismas cada día más y así puedan descubrir lo que a cada una le gusta en según qué circunstancias y, sobre todo, lo que a cada una le ayuda a llegar al clímax.
Porque uno de los primeros mitos que hay que romper es que no todas las mujeres llegan al orgasmo con los mismos pasos, tiempos ni maneras. Si bien es cierto que existen zonas erógenas comunes a todo ser humano, las pasiones, deseos y zonas corporales favoritas cambian en cada persona.
Esta idea se ve reforzada con la ruptura del siguiente mito: ¡no hay un modo único de llegar al orgasmo! Según al experto al que se atienda, podrían existir hasta 12 tipos de orgasmos según sus formas de alcanzarlo. Clitoriano, anal, de pezón, con el famoso punto G, sensorial, ¡mental! Cada persona es un mundo y, puesto que no todas las personas tienen clítoris, sería absurdo pensar que es el único botón que activa la campanita para llegar al éxtasis.
Todo esto en conjunto se suma a una idea completamente falocentrista que hay que erradicar: sin penetración no hay una relación completa (ni orgasmo). Partiendo de la base de que no en todas las relaciones hay un pene de por medio, esta leyenda se cae por su propio peso. Igual que tipos de orgasmos, hay mil maneras de alcanzarlo y no en todas hace falta este miembro.
Asociado a esta lista de mitos y leyendas podría unirse como bonus-track el que afirma que sin orgasmo no hay placer ni relación “culminada”, pero éste es un tema para tratar aparte.
Igual que no es imprescindible un pene, tampoco hacen falta dos para lograr un orgasmo. Cada uno se conoce a uno mismo mejor que cualquier otra persona, y la masturbación es el mejor modo de saber tus gustos y necesidades para llegar al clímax. Una vez tengas claros tus propios procedimientos, lo ideal es compartir tus conocimientos con tu pareja o parejas de juego.
¿Y qué pasa con el squirt? En esa mala costumbre de regir la vida humana por la experiencia del bando masculino, hay quienes creen que sin eyaculación no hay orgasmo. Si bien es cierto que hay mujeres que experimentan esa suerte de eyaculación, no todas lo experimentan al llegar al orgasmo y, según asegura la sexóloga Marta Torres, “puede ocurrir junto al orgasmo, simultáneamente, o también de manera independiente de este.”
Del mismo modo, no es necesario gemir como si fueses la protagonista de una mala película porno para saber que has llegado. Muchos falsos mitos sobre las relaciones sexuales encuentran su origen en la pornografía y este es uno de ellos. Ya lo expuso Meg Ryan en el 89 en la película ‘Cuando Harry encontró a Sally”, pero hay quien no lo supo entender. Como derivado, esta falsa creencia ayuda a fingir muchos de estos orgasmos. No es obligatorio, necesario ni está biológicamente asociado el gemido con la llegada al clímax, esta expresión de placer va en función de cada persona y de cada momento.
Gracias a esta caza de brujas contra los mitos y leyendas del orgasmo podemos aprender a interpretarlo, saber alcanzarlo y ayudar a tu pareja a que llegue al mismo. Hay múltiples factores que influyen en ello y en cada persona pueden variar. Infórmate al respecto pero, sobre todo, ¡no inventes!