“Al pan, pan, y al vino, vino”. El refranero español, tan bien surtido de rimas consonantes, incluye entre sus frases hechas la mejor forma de pedir que se llame a las cosas por su nombre. Este refrán aplica para todos: para ti, que llamas muffin a una magdalena que ni siquiera ha fermentado bien, y para la RAE, que define los fetiches como “desviaciones sexuales que consisten en fijar alguna parte del cuerpo humano o alguna prenda relacionada con él como objeto de excitación y deseo”. Y no, por mucho que se empeñen los señores académicos, los fetiches no son ningún tipo de desviación. De ser así, mal rollo, porque muchos sexólogos apuntan a que casi todos tenemos alguno.
Con esta definición, la Real Academia se hace eco de los estudios de Freud, pero se posiciona en contra de la opinión de muchos de estos especialistas. Los sexólogos suelen tratar los fetiches como actos involuntarios e impulsivos, y algunos de sus estudios los relacionan con experiencias excitantes de la pubertad y la adolescencia. En ningún caso son signo de anormalidad o trauma, explican, aunque definiciones como la de la RAE ayuden muy poco a acabar con este tabú.
Se trata de una cuestión totalmente natural que, desde luego, no debe esconderse a la pareja. De hecho, los fetiches permiten disfrutar del sexo de una manera más íntima, mucho más cercana a los deseos de la otra persona, afianzando la relación, siempre y cuando se practiquen de manera consensuada.
Sin embargo, para llegar es fundamental entender que, diga lo que diga la RAE, los fetiches no son una parafilia. Estas últimas son conductas que imposibilitan la excitación si no hay un estímulo previo, como por ejemplo lamer pies o ver porno, mientras que los primeros son filiaciones sexuales con objetos o partes del cuerpo no reconocidas como excitantes. Ahora bien, si estos objetos no aparecen, también pueden excitarse.
Los fetiches son, entonces, esos objetos o partes del cuerpo que aparentemente no están relacionadas con el sexo, pero resultan excitantes para una persona. En ese sentido, hay tantos fetiches como peces en el mar. O, en otras palabras: a cada uno le excita una cosa diferente. Por eso, los sexólogos concuerdan en que existe un abanico enorme de fetiches, si bien es cierto que algunos se repiten (o, al menos, resuenan) más que otros.
En ocasiones, las personas fetichistas no necesitan incluir otras prácticas sexuales en las relaciones para excitarse: la visión o el contacto con el objeto basta. El sexo pasa a ser algo más orgánico, explican los especialistas, e importa menos el fin o el resultado (el orgasmo, habitualmente) que el proceso en sí.
Los pies: es el primer fetiche en el que se suele pensar y también, cuentan los sexólogos, uno bastante habitual. Sobre la frecuencia, algunas investigaciones apuntan a que ciertas áreas del cerebro relacionadas con los pies se encuentran muy cerca de otras conectadas con los genitales. También es uno de los fetiches más estigmatizados y, por eso, uno de los que más cuesta compartir en pareja.
Los juegos de rol: interpretar un personaje permite, a su vez, explorar diferentes fantasías, tanto con la pareja como con uno mismo. Además, ayuda a modificar un poco la rutina y a animar las relaciones más largas, añaden algunos profesionales.
El bondage: cada vez es más popular. Los juegos en los que una persona tiene el control y juega con ataduras, cuero y ligas permiten ser mucho más imaginativo y probar los deseos de la pareja. Puede o no ir acompañado del fetiche del cuero, un tejido que, al contacto con la piel, también puede despertar las fantasías de algunas personas.
La ropa interior usada: Internet ha facilitado la compraventa de estas prendas, y hay varias plataformas destinadas únicamente al negocio de satisfacer los deseos de las personas a las que les excita la ropa interior usada.
Los piercings y tatuajes: para algunas personas, la visión de la tinta o el metal sobre la piel es una revolución hormonal. Hay a quien le excita solo la mirada y quien necesita el contacto contra la piel para que se produzca la excitación.
Los globos: no sabemos si es uno de los más frecuentes, pero desde luego es uno de los más buscados en Internet. Los fetichistas de los globos o ‘looners’ meten estos objetos en su vida sexual. A algunos les excita el estallido, a otros sentarse sobre ellos y hay quien disfruta vistiéndose de látex y frotando globos contra su cuerpo.