Si hablamos de conversaciones sobre genitales, el pene se lleva la medalla de oro, la de plata y el premio honorífico. Formas, tamaños, colores… apuesto a que en alguna ocasión, y no necesariamente porque viniese a cuento, alguien te ha recordado que el promedio mundial de un pene erecto está en 14 centímetros, y que los españoles están ligeramente por debajo. Hasta ahí, todo bien. Pero, ¿qué pasa con las vulvas?
En lo que se refiere a los genitales femeninos, no ha habido tanto diálogo. El hecho de que la sexualidad femenina se haya escondido detrás de un muro de hormigón ha impuesto la imagen de una única vulva rosada, simétrica y pequeñita como norma. Pero, como los carnés de la biblioteca, las vulvas son personales e intransferibles, y cada persona tiene la suya.
Aunque no se haya hablado en público de la vulva, durante mucho tiempo ha sido objeto de tabúes y mitos, a cada cual más ridículo. Uno de los más típicos fue que se oscurecían conforme la persona tenía relaciones sexuales: a más experiencia, más oscura. Una barbaridad que atiende a la misma lógica que aseguraba que a las mujeres se les caían los labios vaginales con la penetración: cuanto más largos, más relaciones habían mantenido. Dos rumores dañinos que, de vez en cuando, reaparecen en foros y post de internet.
La depilación integral y el porno parecen haber impuesto una nueva serie de estándares estéticos sobre las vulvas. Cada vez hay más cirugías destinadas a ‘embellecer’ e incluso rejuvenecer los labios externos de la vagina, y cada vez más personas piensan que necesitan estos tratamientos para acercar su vulva a la que se considera ‘normal’.
Entre las más jóvenes, la obsesión con cambiar la apariencia de sus genitales parece venir del porno, según un estudio del hospital Royal Children’s de Melbourne (Australia). Los investigadores, que trabajaron con una muestra de más de 40 participantes entre el 2000 y el 2012, concluyeron que la pornografía y la falta de referencias de otros genitales hacía que las chicas más jóvenes se preocupasen y acomplejasen por el aspecto de sus vulvas. La más pequeña tenía tan solo once años.
La realidad es que no hay dos vulvas iguales, pero la impresión general es que solo existe una correcta. La imagen de la vagina que se promueve en las películas porno no se corresponde con lo habitual. Alrededor de la mitad de las vulvas del mundo tienen los labios menores más grandes que los mayores, y el porno, como recuerda el estudio australiano, presenta imágenes modificadas que retratan los genitales de las mujeres con los labios menores recogidos bajo los mayores.
La imagen de esa vulva ‘ideal’ no solo es irreal: también muestra unos colores muy blancos, siendo especialmente conflictiva para las personas que no son blancas. En Afrofeminas explican el caso de una niña de ocho años que, durante un encuentro, puso de manifiesto su incomodidad preguntando por qué su vulva era marrón y no rosa. Cuando le preguntaron la razón de su molestia ella respondió que, en el libro de ciencias de su prima, “la vulva aparecía rosa clarito, la de su madre es rosa oscurito y la de alguna de sus amigas es color carne o rosa clarito”; ella esperaba que la suya se aclarase en algún momento.
Como ella, muchas niñas se sienten incómodas y ‘extrañas’ con su anatomía; la falta de representación y diálogo puede generarles muchos conflictos. Lo cierto es que los labios vaginales tienen diferentes aspectos y colores y, aunque esto no se divulgue lo suficiente, cada vez más mujeres realizan y comparten ilustraciones y fotografías de vulvas diversas. En cualquier caso, se necesita una educación sexual que muestre, represente y eduque desde la infancia.
De todas formas, si te preocupa el color de tu vulva, siempre puedes acudir a un ginecólogo para que resuelva tus dudas. Por norma general y salvo que estés embarazada o excitada, que los labios cambien de tono no es buena señal. Un médico podrá ayudarte a identificar el problema y darte la mejor solución.