Ir al gimnasio a levantar hierro, hacer sentadillas o salir a correr bajo la lluvia puede ser a veces tan tedioso que preferimos alegrarnos la vida procurándonos una guarida en el sofá, con el cuerpo arrebujado bajo una manta caliente y el catálogo de Netflix como arma de destrucción masiva (para nuestras sinapsis).
Pero, ¿y si la actividad física pudiera convertirse en algo muy distinto a lo que conoces y mucho más placentero? Basta con que te imagines con una gota de sudor fría bajando por tu nuca y un dolor en los isquiotibiales, primero lacerante y, progresivamente, más y más placentero.
Te tiemblan las piernas. Has tenido que taparte la boca para no gritar en voz alta delante de todxs esxs runners. Acabas de tener un orgasmo. Has oído bien, sí: orgasmo (de hecho, puede que haya sido cervical, uno de los mejores). A la pregunta de si se puede alcanzar uno en mitad de una sentadilla y resoplando como una orca varada, la respuesta es sí, y hay algunos estudios científicos que lo demuestran.
Ciertamente, la unión de las dos palabras (‘core’, por un lado, y ‘orgasmo’ por otro) no parece excesivamente afortunada. La persona que inventó el término debía de estar utilizándolo para no morir de un temblor de piernas en la cinta de correr.
Más allá de la escasa imaginación del término que conjuga dos actividades distintas (en apariencia), lo cierto es que este clímax absolutamente inusual fue documentado hace décadas por Alfred Kinsey, el llamado “padre de la revolución sexual” americana. Aunque suele decirse que Kinsey fue el pionero en esta clase de descubrimientos, se sabe que su estudio no fue el más completo, y años más tarde se publicó otro, escrito por dos profesores de la Universidad de Indiana. Sus conclusiones fueron sorprendentes. Durante la actividad física, ciertas mujeres podían llegar a experimentar un grado de placer muy variable. En algunos casos, con final feliz.
‘Sexual and Relationship Therapy’, otro paper más reciente de 2011, contó con 530 participantes de entre 18 y 63 años. Más de la mitad afirmaron haber sentido placer alguna vez durante la práctica del deporte. Algo menos de un tercio, 126, especificaron en su declaración que habían llegado al clímax. Las conclusiones del estudio revelaban un pequeño giro en ese orgasmo-mientras-hago-planchas: al parecer, solo las mujeres son las afortunadas. Todos los datos indican que las únicas que pueden llegar al clímax haciendo actividades tan diversas como correr o practicar zumba.
Entonces, ¿existe un truco infalible para correrse mientras se entrena? Lo cierto es que no, aunque ya se han documentado algunos ejercicios y ciertos factores biológicos que podrían tener la respuesta a por qué algunas mujeres llegan al clímax durante la actividad física.
El primero de ellos, ejercitar el suelo pélvico y la zona abdominal baja todo lo posible. Estas contracciones involuntarias mandan ciertas señales al cerebro para advertirle de la similitud con otros ejercicios mucho más eróticos. Durante el orgasmo, la sangre fluye hacia la pelvis de la misma forma que lo hace cuando se tonifica el suelo pélvico. A mayor contracción de estos músculos, y más progresiva, más probabilidades de tener un orgasmo satisfactorio. Esta es, una de las recomendaciones principales para quienes quieran alcanzar la petit norte en sus sesiones de gimnasio.
El estudio anteriormente citado lo corrobora. Más del 52% de las mujeres encuestadas relacionaron el ejercicio abdominal (series de sit-ups y crunches) con su clímax. Otro tanto se lo llevaron los ejercicios en la bicicleta estática (spinning y actividades parecidas); un 8% fue para el running y un 7% para el levantamiento de peso.
El segundo factor es la activación del sistema nervioso simpático. De los tres con los que contamos, es el que nos permite estar alerta y físicamente preparados (como antaño, para salir corriendo de un depredador, dirían los biologicistas). Lo habrás imaginado: tanto en una actividad física como en un encuentro íntimo en la cama, se activa.
Por último, no hay que olvidarse de los dos tipos de hormonas que se liberan en ambas actividades: la dopamina y oxitocina tienen buena parte de culpa del placer que se siente en ciertos momentos de la actividad física, algo que, sumado a esas contracciones pélvicas de alta intensidad, podría procurarte la tormenta (de placer) perfecta.