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Los grandes problemas de la vulvodinia: ¿cómo es tener sexo cuando padeces este trastorno vaginal?

La salud sexual es uno de los temas fundamentales que todxs deberíamos tener presentes en nuestra vida diaria, especialmente en lo tocante a esos trastornos o dolores que minimizamos y que pueden ser relevantes para disfrutar al máximo de nuestras relaciones sexuales.

Uno de los más desconocidos es la vulvodinia, un problema ginecológico que afecta a un buen porcentaje de mujeres y condiciona su relación con su vulva, añadiendo una pesada carga: el dolor, el estigma y el miedo. Imagina que no eres capaz de hacer ejercicio, sentarte o ponerte un tampón, por no hablar de las relaciones sexuales, que suelen ser una tortura (recuerda que no deberías basarlas siempre en el coitocentrismo y que hay vida más allá de la penetración) La vida íntima se agrieta.

Curiosamente, hay pocas series de televisión que hayan mostrado abiertamente este trastorno en pantalla. En Sexo en Nueva York, una Charlotte taciturna y deprimida confiesa delante de su grupo de amigas que su ginecólogo le ha diagnosticado de “vagina deprimida” (vulvodinia). Hay risas, en la línea del tono de comedia ligera de la serie, pero es un buen ejemplo de cómo la ficción puede ayudarnos a normalizar un problema y a borrar el estigma.

Te contamos más sobre este trastorno.

El sexo cuando tienes vulvodinia

En términos generales, la vulvodinia se definie como “dolor en la vulva”, y para que se considere como tal, tiene que tener una duración mayor de tres meses, momento en el que es conveniente estudiar el caso y ponerse en las manos adecuadas. No debe confundirse con un trastorno psicológico que somatiza el dolor ni con la dispauremia o el estrés vaginal. Es un problema ginecológico, con evidencias físicas, como demuestra el testimonio de Rachel, una mujer a la que entrevistó Vice en un extenso artículo sobre el tema.

Mi dolor siempre está ahí. Siempre estoy pegada a mi almohadilla térmica. Últimamente, el dolor en mi área genital es tan fuerte que usar ropa interior ya no es algo que pueda hacer. Sí, diría que en mi vida adulta, mi pelvis se siente como si estuviera en llamas constantemente, por adelante y por atrás”.

Pese a que se calcula que un 15% de las personas con vulva sufren o sufrirán molestias en la vulva en algún momento de su vida, muy a menudo puede confundirse con una simple infección vaginal, lo que lleva a quienes la padecen a automedicarse de forma errónea creyendo que lo que les sucede necesita un tratamiento que no es correcto desde el punto de vista médico. En todo caso, el origen es incierto. Diversas fuentes médicas refieren una concatenación de factores, desde oscilaciones en la producción de estrógenos y los ciclos hormonales, cambios en la musculatura del suelo pélvico, factores genéticos y, en algunos casos, un origen psicosocial.

Los síntomas pueden ser muy variados. Los más habituales: picores leves, quemazón o dolor persistente, hinchazón e hipersensibilidad en determinadas zonas. En muchos casos, el dolor es constante y puede llegar afectar a toda la vulva, frente a los casos en los que se localiza en la entrada o en algún otro punto específico, desde el que irradia.

Los otros problemas de la vulvodinia

Esta cronificación paulatina del dolor en la vulva afecta de forma dramática a la vida diaria de quienes viven con vulvodinia. La hace difícil, casi imposible, y añade un estigma más: a la extrema dificultad para mantener relaciones sexuales por el dolor o el ardor en la zona se suma una de las secuelas más típicas, la de desarrollar una cierta aversión al sexo con penetración, cuando se asocian las relaciones sexuales con algo doloroso y este sesgo queda ya grabado a fuego.

Esta anticipación del sufrimiento puede derivar en vaginismo, y así se da en muchas pacientes que explican las secuelas físicas y psicológicas de este trastorno: al temer el sexo con penetración por el dolor al que lo asociamos, los músculos de la vagina se contraen de forma involuntaria. Las relaciones con penetración se vuelven muy difíciles. Así pues, el único problema no es el dolor, sino la ansiedad, la culpa y el rechazo paulatino al sexo.

“De vez en cuando tengo espasmos de la nada que se sienten como si alguien me estuviera metiendo un palo de escoba por el ano, que duran como 30 minutos o una hora” explica Rachel, en Vice.

El diagnóstico que tu ginecólogo haga antes de prescribir un tratamiento es clave: recomendaciones para mejorar la higiene de la vulva, uso de lubricantes específicos, técnicas para combatir el estrés y para fortalecer el suelo pélvico, etc. Siempre dependerá de la intensidad del trastorno y de la forma en la que aparezca. Cada caso requerirá un tratamiento en base a sus síntomas y sus circunstancias particulares.