Para muchos hombres todavía sigue siendo muy difícil hablar abiertamente de deseo, miedos, salud sexual, complejos con su cuerpo y otros tabúes que la masculinidad clásica ha desterrado de sus conversaciones. Es incómodo abrirse cuando faltan herramientas emocionales básicas para verbalizar el malestar.
De hecho, muchos prefieren callar antes de afrontar de viva voz con su pareja su problema, aún cuando este dolor (y otros) puede condicionar dramáticamente su vida afectivo sexual y sus relaciones de pareja. Hablamos, por ejemplo, de ese elefante en la habitación en la masculinidad, la disfunción eréctil, o de la enfermedad de Peyronie. Según un estudio facilitado por The Urologist clinics of North America, casi un 40% no sabe que la sufre y desconoce totalmente los síntomas.
¿En qué consiste? ¿Cómo se puede solucionar?
Explicábamos en un artículo anterior de lo importante que aceptarse a uno mismo y dejar de preocuparse tanto por detalles como el tamaño del pene o la curvatura, aspectos que en un altísimo porcentaje de casos no influyen lo más mínimo en la calidad de nuestras relaciones sexuales. Importa cómo se llega el orgasmo, el placer de tu pareja, la comunicación, la risa y el viaje emocional, y no tanto la herramienta. Todo está bien, piensa, y acertarás.
Eso sí, debemos tener en cuenta que la morfología del pene es determinante en algunos casos, lo suficiente para preocuparse.
A diferencia de los penes que tienen una curvatura normal, la enfermedad de Peyronie añade una suerte de banda de fibras en el tejido eréctil que desvía el miembro mucho más de lo normal y hace más difícil mantener relaciones sexuales. A este nódulo se le llama fibro-esclerosis. Suele producirse por una rotura de fibras y vasos sanguíneos, además de distintos microtraumatismos que engrosan la zona progresivamente y modifican la curvatura muy poco a poco.
¿Y por qué debería preocuparnos? Principalmente por el dolor, pero también por ese ‘exceso de curva’ que dificulta mantener el pene derecho, el acortamiento del pene a la pérdida de rigidez de la erección. La zona pierde elasticidad. Otra de las secuelas directas es el malestar psicológico. Es frecuente sentir ansiedad, falta de autoestima, desmotivación o ‘matar’ el deseo para no tener que lidiar con el ‘asunto’.
El problema de la enfermedad de Peyronie es que suele confundirse con un trastorno puntual, y eso que el dolor puede llegar a ser muy intenso durante la relación sexual. Como explicábamos más arriba, muchos hombres le quitan importancia porque no conocen la enfermedad. Piensan que la desviació de su pene, por excesiva que parezca, es “lo que hay”, y a partir de ahí, minimizan el dolor o las molestias, se cuidan mucho de verbalizarlo o hablar del problema, y usan excusas de todo tipo para no acudir al urólogo a entender lo que les pasa.
Existen diferentes formas de abordar la enfermedad, pero en todos los casos tendremos que acudir al urólogo para que valore nuestro caso y escoja un abordaje de la enfermedad.
Si Peyronie se encuentra en sus estapas iniciales, puede utilizarse la técnica de la iontoforesis, un fármaco que se administra por vía tópica y contiene un principio activo que resulta bastante efectivo.
En casos más avanzados puede ser útil el tratamiento farmacológico, que principalmente consiste en administrar distintas cantidades de corticoides testosterona, estrógenos y vitamina B. No es un método que todos los especialistas aprueben. Su eficacia no está contrastada con datos, pero algunos expertos aseguran que se han dado casos de éxito tratando la enfermedad por esta vía.
Habrá determinadas situaciones donde no quedará otra que pasar por un proceso quirúrgico que modifique la morfología del pene, bien sea sin eliminar el tejido fibroso que modifica drásticamente la curvatura o, cuando sea imperativo, retirándolo mediante exéresis e implantes para enderezarlo y recuperar la movilidad y elasticidad que ha perdido. Es decir: darle la capacidad de tener erecciones otra vez