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¿Estás seguro de que no tienes una adicción al sexo? Descubre los síntomas de este trastorno y sus soluciones

  • Se calcula que en España hay un millón de personas adictas al sexo

  • Es un estigma que provoca vergüenza en los afectados. Cuesta pedir ayuda, y muchas veces son los allegados del adicto los que dan la voz de alarma.

Follando se entiende la gente. Lo que hace un buen polvo para el estómago, il cuore y las hormonas no puede negarlo ni la ciencia, la literatura o la santa iglesia católica. La vida es mejor si te da esos ratos de revolcarte por la alfombra con tu pareja o con tu crush, y es mejor que llevar bien el ritmo para que tus relaciones sexuales semanales no se conviertan en un territorio idealizado: pocas y espaciadas gozaderas en la tierra prometida. ¿Qué sucede entonces cuando hay una compulsión excesiva y el sexo se convierte en un tormento medieval, tanto que lo buscamos como se busca una droga incapaz de satisfacernos? En ese caso, podemos estar hablando de una adicción al sexo de libro.

Te contamos cómo reconocer si la tienes y qué puedes hacer para reconducir y separar

Síntomas de la adicción al sexo

Hay datos interesantes sobre la adicción al sexo que es bueno conocer antes de arrojar los dados en el tablero de los síntomas. Para empezar, es un trastorno obsesivo mucho más frecuente entre hombres que en mujeres (13% frente al 4%). Esta adicción no está reconocida en el Manual DSM5 de trastornos mentales, fuente de referencia entre psiquiatras y psicólogos. La prevalencia es bastante alta.

Se calcula que en Estados Unidos existen entre quince y treinta millones de personas adictas al sexo, una proporción considerablemente mayor que la de los ludópatas o las personas con trastornos alimentarios. En España la cifra de adictos ronda el millón y medio. La ‘satiriasis’ es el término de los destinos masculinos compulsivos. Para las mujeres, sin embargo, se usa un término mucho más peyorativo y cargado de connotaciones espurias: la ninfomanía. Nada nuevo bajo el sol. El estigma siempre está en el lenguaje.

Pero, más allá del perfil típico de una persona que busca el sexo de forma constante, los síntomas suelen dibujar un panorama muy similar en ambos sexos. Si tienes una adicción al sexo, debes atender a los términos de la tolerancia y la abstinencia, que también se dan en otro tipo de adicciones (drogas, alcohol o pornografía). Es decir: poco a poco necesitarás aumentar la satisfacción sexual (tolerancia) y te irritarás y tendrás ataques de ansiedad cuando no consigas lo que deseas (síndrome de abstinencia típico de la persona adicta). Por lo demás, tu panorama tiene lo suyo de fuego, azufre y terror en las partes pudendas. Pensarás en excitarte cada minuto del día en busca de una especie de plusmarca, pero serás (casi siempre) incapaz de satisfacer los vaivenes del deseo y la lubricidad de una vida sexual normal (siendo ‘normal’ un adjetivo que hay que usar con mucho tiento, pues no es cuestión de estigmatizar a nadie).

La búsqueda de la excitación constante te entrará por distintas vías. Un consumo loquísimo de pornografía, la necesidad y la pulsión masturbatoria en cualquier contexto, incluso los inadecuados (como salirte de la iglesia en la comunión de tu prima para ir a digitarte el sexo a solas detrás de los coches del aparcamiento) o el consumo de prostitución.

Es muy normal que los adictos al sexo, en los estadios tempranos de su trastorno, sientan placer al mantener relaciones sexuales, pero a medida que la adicción escala, cualquier situación desagradable que los ponga en alerta (una señora de ochenta y cinco años que se cuela en el supermercado) los obligará a mitigar la angustia a través de su conducta sexual.

A más obsesión, compulsividad y deriva en tu comportamiento, más irás alejándote de tu entorno: amigos, familia o, incluso, tu pareja. El aislamiento es otro de los síntomas que suelen torcer la realidad de la persona con la adicción, y la infidelidad, al darse una necesidad de placer constante que la relación de pareja de la persona adicta no puede satisfacer.

Cómo superar la adicción al sexo y no morir en el interno

La ninfomanía y la satiriasis tienen su propio estigma. Son menos habituales que otros trastornos, así que los adictos no suelen pedir ayuda y es alguien de su entorno el que, motu propio, abre la puerta a la idea de la terapia y la ayuda.

Internet no proveerá, créenos. No te líes y busques soluciones exprés. La adicción al sexo se supera, en un alto porcentaje de casos, con una buena terapia cognitivo conductual que reconduzca tu compulsividad y tu trastorno para ‘reglarlo’ y orientarlo hacia el control del pensamiento obsesivo: estos pensamientos repetitivos y recurrentes sobre placer, sobre follar, sobre humores y líquidos, desbordamientos, orgasmos. Es fundamental pedir ayuda y ponerse en manos profesionales. Cualquier otro consejo sería un parche para una montaña de culpabilidad. El tratamiento no admite desvíos.

Hay que buscar el apoyo de una terapia que huya del juicio moral, lo que cualquier psicólogo llamaría la ‘alianza terapéutica’ entre el paciente, el psicólogo y la propia familia y allegados de la persona adicta. El método lo decidirá el terapeuta en función de la intensidad del trastorno, los ‘disparadores’ (aquello que desencadena siempre la búsqueda del placer sexual), el abuso de las nuevas tecnologías para satisfacer el deseo y otros tantos pormenores que son únicos en cada caso.