Tontx serás si no usas la masturbación a tu favor, con todas las ventajas fisiológicas y psicológicas que puede aportarte tener la varita a punto, como diríamos si jugáramos a Hogwart’s Legacy, el popular videojuego ambientado en el mundo mágico de Harry Potter.
Es evidente que cada ser humano tiene más o menos deseo y urgencia en esta cuestión. Algunas personas necesitan masturbarse con frecuencia, dos, tres veces al día; otras tienen una pulsión y un deseo más apagado, son meros visitantes de su propia sexualidad y van a la contra de lo que predica el biólogo Robert Pollack: quien no se masturba tiene un problema (peor es no poder pagar tu hipoteca variable, Robert).
En principio, ninguna de estas situaciones es mala o buena per se, ya que cada uno puede vivir su sexualidad y autoplacer como mejor le parezca, incluso si no le parece en absoluto, como le sucede a muchas personas asexuales. Lo que importa, como decíamos, son las ventajas: mejor sueño, sistema inmune más robusto, un humor ligero gracias a la oxitocina y demás hormonas que generamos al darnos, prevención del cáncer de próstata. Incluso hay estudios que cifran el número de veces más óptimo: 21 al mes.
Pero ¿hay peligro si es al contrario? ¿Masturbarse demasiado trae consecuencias para nuestro cuerpo?
Estas son algunas señales de que deberías relajar un poco la mano y dedicarte a ver documentales de garzas que te adormezcan.
En casa, pase. En el dormitorio, de acuerdo. En la oficina, cuidado. En el transporte público, tienes un problema. Una cosa es masturbarse como medida de higiene mental, para desestresar y darnos placer; otra, que esta pulsión te lleve a esconderte como una criatura culposa en cualquier rincón que puedas, y ahí te entregues a esa alegría en sordina, brutal, ciega; una vez, y otra, y otra más.
A veces s difícil distinguir entre lo que es una pulsión normal de una auténtica adicción que te lleva a incluso hacerlo en la comunión de tu prima, cuando la dulce niña está recibiendo a Jesús (y tú estás recibiendo el sexto orgasmo mecánico del día)
Algunos expertos en salud sexual y trastornos hablan de determinadas señales a las que tenemos que prestar atención para saber si nuestra forma de masturbarnos está siendo perjudicial. Además de la compulsión, existe el factor del tiempo.
Si no podemos pasar mucho tiempo sin masturbarnos y la cosa se vuelve frenética (hablamos de, por ejemplo, intervalos de una hora), es indicativo de que podríamos tener un problema de adicción, que además no solo tiene que ver con la urgencia física, sino también por la adicción al sexo: la gratificación inmediata en cualquier contexto donde podamos excitarnos con, literalmente, cualquier cosa.
Vale, no existe la obsolescencia programada, como en los cacharros de la vida diaria. No se te va a caer al suelo el pene o la vagina por digitarte como si te regalaran un cupón en el súper. Lo que sí que notarás son señales físicas de desgaste si te masturbas tanto que pierdes la cuenta. Hasta lesiones, en los casos en que se ha convertido en una compulsión peligrosa: hinchazón, inflamación de la próstata, rojeces, lesiones en el frenillo, balanitis, incluso pequeñas heridas que se pueden infectar si no mantienes una correcta higiene, y sigues haciéndolo tantas veces que te ciega la necesidad.
Según Vigora Clinic, “tras una masturbación excesiva, el drenaje del líquido linfático se puede ver afectado y ocasionar una inflamación importante en la parte final del prepucio y glande. El tratamiento suele ser conservador con reposo y aplicación de presión local. El resto de lesiones cutáneas como cortes o abrasiones, se pueden controlar de forma conservadora con tratamiento tópicos y reposo”.
Algunos expertos argumentan que una masturbación compulsiva podría derivar en una cierta incapacidad para eyacular en el momento de la verdad, cuando estamos haciendo el delicioso con nuestra pareja. ¿Por qué?
Las masturbaciones adictivas normalmente van ligadas a situaciones en las que la persona es consumidora habitual de porno, ¿y qué pasa? Que el porno miente, predica fantasías que están alejadas del sexo real, o lo que es lo mismo: te excitas con imágenes, pero no te corres cuando descifras un cuerpo real, el de la persona con la que tienes un vínculo mucho más íntimo.