Todxs sabemos que el sexo es mucho más que el coitocentrismo y el aquí te pillo, aquí te mato que tantas vidas eróticas ha frustrado por no saber darle al asunto la sal y pimienta necesarias. En el ritual del amor y apareamiento, hay mucho de rito, de narrativa y de diálogo; y ha quedado sobradamente probado que, a más cariño e inventiva le pongamos, más rica será la experiencia con nuestro crush o nuestra pareja.
Todo suma. Un juguete o una sesión de prolegómenos y caricias antes de pasar a la acción directa no son solo ideas recomendables, sino que a veces son los detalles que salvan una relación sexual de la rutina, el tedio y el consumo abúlico del catálogo de Netflix y sus películas de navidad con perros adorables.
Pero ¿qué pasa con las frases subidas de tono durante el sexo como “así, más fuerte” o “hipoteca fija a 30 años”? Parece que los sexoparlantes (las personas a las que les gusta hablar durante el acto) están de enhorabuena. Nada nos gusta más que decir “lo dice la siensia”. La verborrea controlada es eficaz para mejorar nuestras relaciones sexuales, como dejarse los calcetines puestos (eso sí es un drama)
Los expertos lo tienen claro. Las almas literarias, como la de Isabel Allende, también. “El mejor afrodisiaco son las palabras. El punto G está en los oídos, y el que busque más abajo está perdiendo el tiempo".
El poder de las zonas erógenas (las nuestras o las de nuestra pareja) se puede y se debe mimar con la labia y el método karezza, del que ya te hablamos hace tiempo. Quien más, quien menos, ha probado a susurrar una frase subida de tono en momentos muy concretos de una noche de amor. “Me gustas mucho”, “Uf, cómo me pone eso”, “Házmelo más fuerte”, “He limpiado la cocina”.
Regalar el oído con la lubricidad, la inventiva y el juego puede ser un afrodisiaco poderoso en momentos muy concretos del sexo. Nos permite una liberación controlada, una transgresión de los límites de lo políticamente correcto o, al menos, invitarnos e invitar a nuestra pareja para ver al otro como potencialmente deseable y más perverso que a la luz del día, bajo el flexo de la oficina.
En cuanto ese ‘lo dice la siensia’, y por citar solo uno de los estudios que han investigado el poder del verbo durante los encuentros eróticos, la revista Horone Research explicaba en una de sus investigaciones que ciertas áreas del cerebro aumentan su actividad durante esa verbalización picante que se produce durante el sexo. Se trata del núcleo preóptico y el supraquiasmático, encargadas respectivamente de la elección de pareja y de los ciclos implicados en la reproducción.
Otra investigación posterior de la Universidad de Lancashire (Reino Unido) se basó en las reacciones físicas que un grupo de mujeres experimentaba durante el sexo y concluyó que sus gemidos y jadeos no solo obedecían a los momentos de mayor excitación, sino que varias de ellas los utilizaban para aumentar el deseo de sus parejas y obtener mejores orgasmos.
El poder de la palabra erótica no es poca cosa. De hecho, la mayoría de expertos recomienda utilizarla en las relaciones sexuales, siempre que sea en un marco de confianza donde los límites están claros. Saber pedir lo que nos gusta o entender qué es lo que nuestra pareja necesita que digamos (o gritemos o jadeemos) para aumentar la excitación son solo principios básicos de una charla (erótica) que se irá perfeccionando a medida que la practiquemos.
Puede ser un simple gemido controlado que la otra persona detecte y use para excitarse más, o quizás un comentario grosero pero impulsivo, un poco de sumisión, una orden. Puede que nos cueste al principio, pero una vez se empieza, los beneficios superan con mucho a la vergüenza o el sesgo de haber roto la imagen de “personita adorable que no dice cochinadas”.
La sexóloga Dana Myers habla de las personas que se controlan en exceso y dejan que el pudor tome el control cuando quieren verbalizar el deseo, y aboga por romper controladamente los límites que nos imponemos en la cama. “Piensan que no pueden hacer algo así, por miedo o por pudor. Pero se trata simplemente de otra manera de expresarse en la intimidad”, explica.
Con todo, no deberíamos confundir la famosa charla guarrindonga (‘dirty talk’, en inglés) con procacidades y obscenidades que cruzan la línea de lo políticamente correcto y podrían romper la magia, al menos en los casos en los que ese acelerón verbal es incómodo para nuestra pareja. Habrá otras personas a las que les encante oírnos decir barbaridades. Todo dependerá, claro, del pacto que hayamos establecido con nuestrx compañerx de cama y los límites que vamos construyendo a medida que esas frases cargadas de fuego, a temperatura alta, van brotando de nuestra boca como de la suya.