Solx en la penumbra de tu habitación, mientras miras alguna escena porno que eleva tus fantasías, rodeadx de tus juguetes sexuales preferidos, en compañía de tu crush o tu pareja, en una pausa del trabajo en la que aprovechas para visitar brevemente la maquina de orgas… perdón, del café.
No importa la forma en la que busques tu propio placer, siempre que tengas muy presente lo que la ciencia médica ha repetido por activa y por pasiva: masturbarse es bueno. De hecho, pese a todos los prejuicios que han rodeado a la práctica desde que el primer ser humano cazó un mamut (y se llevó la mano a la entrepierna), encontrarás a muy pocas personas que opinen lo contrario, a saber: seres humanos aplastados por sus propios tabúes y creencias erróneas, incels en las catacumbas y subforos de Internet que predican el ‘semen rettention’ para no desangrar su supuesta energía masculina o ese profesor o profesora o cura o padre castrador que te inculcó la idea de que el sexo es sucio y hay que nombrarlo así, con la boca cerrada.
La duda ofende, pero ahí está, para ser respondida con premura. Si ya hemos aceptado que masturbarse es muy beneficioso para la salud. ¿Cuántas veces es recomendable hacerlo al día o a la semana?
No venimos a descubrirte nada si te contamos todas las ventajas fisiológicas que tiene masturbarte. Son muchas, enumeradas como siempre por la ciencia médica o las numerosas pruebas y estudios científicos que han relacionado la masturbación con la disminución del cáncer masculino. Un estudio de la Universidad de Essen (Alemania) cuenta con un paper en torno a esta cuestión.
Para empezar, tu sistema inmune lo vive como un auténtico regalazo, ya que aumenta la concentración de glóbulos blancos en tu organismo y tienes menos probabilidad de pillar una infección. Hay estudios que concluyen que la masturbación puede ayudar a determinadas mujeres con problemas de anorgasmia a mejorar su respuesta sexual; otros han abundado en la cuestión que preocupa a muchos hombres, la eyaculación precoz, con resultados positivos. Sí, tocarse ayuda a combatir este problema y a ejercer un mejor control sobre el autoplacer, sin mencionar lo bueno que es masturbarse antes de dormir para coger el sueño a velocidad de crucero o los numerosos indicios que apuntan a su efecto positivo en la reducción del estrés. ¿Quién no quiere una “guinda del pastel” para su buen descanso?
Respecto a nuestro humor y ese deseo homicida de acabar con la raza humana que nos entra algunos días, también se ha demostrado que tocarse mejora sensiblemente nuestro estado de ánimo.
La masturbación nos brinda, encapsulados, todos los químicos de la felicidad: endorfinas que, liberadas, producen el mismo efecto que cuando escuchamos la música que nos gusta, hacemos deporte o nos reímos a mandíbula batiente. Es, además, un acto de analgesis endógena: las sustancias químicas que se liberan en el orgasmo pueden aliviar los dolores menstruales y la tensión muscular.
Más allá de la conclusión importante, que la masturbación es buena y te conviene incorporarla a tu vida sexual, no existe ningún tipo de consenso en torno al número de veces que debemos hacerlo a lo largo de un día o una semana. De hecho, sería bastante absurdo intentar establecer un número óptimo, una frontera que separe cuándo es bueno y cuándo no.
Existe la creencia vox populi de que lo recomendable es hacerlo al menos tres veces por semana, un número que no parece excesivamente difícil de alcanzar (todo es ponerse), pero no tiene ninguna base real.
Debemos tener en cuenta que esta práctica es un reflejo de nosotrxs mismxs y se acompasa a nuestro ritmo de vida y nuestro deseo sexual. Cada persona es un mundo, se da placer en distintos horarios, cuenta con más o menos energía y sus picos de deseo y sus hormonas fluctúan en función de multitud de factores. Por tanto, desterremos la culpa, el pensamiento de “no me estoy masturbando lo suficiente”, que solo lleva al autocastigo y parece más una herencia de la culpa cristiana que una preocupación legítima o algo que deba quitarte el sueño.
Solo el sentido común y algunas preguntas te indicarán cuándo estás convirtiendo un acto beneficioso para tu placer y tu salud en una adicción peligrosa llena de estrés, ansiedad y compulsión.