Seguramente, si le preguntáramos a un buen número de personas random cuál es su fantasía sexual más deseada, recibiríamos varios comodines y jugadas clásicas: tríos a mansalva, hacerlo en lugares públicos, un disfraz aquí, un poco de pegging allá, y así hasta entender que los impulsos por los que se mueve nuestra lubricidad cerebral son en realidad apetencias compartidas por mucha más gente de la que creemos.
La dificultad para practicar sexo en un espacio cerrado y el riesgo de ser descubierto suele tener ese punto extra de picante que mucha gente requiere para ponerse húmeda y aterciopelada. Toneladas de películas donde se materializa el acoplamiento con otro ser humano en ángulos imposibles y un imaginario sexual que tiende a idealizar el follar en lugares estrechos y sin ventilación hacen el resto.
En este punto, ya te estarás imaginando de lo que hablamos: tener relaciones sexuales en un avión, apretarse dentro de la cabina del baño, darse mutuamente la voltereta en un espacio reducido.
Pero ¿es recomendable? ¿Por qué es una mala idea escapar de la mirada vigilante de las azafatas y el pasaje para ponerse a hacer gatitos con esx desconocidx del asiento de al lado o con nuestra propia pareja?
Te damos algunos datos para que te lo pienses.
Aunque la lista que elaboró Jettsetter, una conocida web especializada en medir este tipo de fantasías entre la población, constata que muchísimas personas afirman haber practicado sexo en un avión (hasta un 15% de los 5000 encuestados aseguraron haberlo hecho en la cabina o en los asientos asignados), la realidad es fo*** con otrx pasajerx podría ser constitutivo de un delito de escándalo público, ya que aplicaría la normativa del país en el que te encontraras. Mala suerte para ti: en la mayoría podrías ser sancionadx.
Tiene sentido que toda la logística de encajar los cuerpos en un espacio mínimo disuada a un alto porcentaje de la población de quitarse la ropa en la cabina del baño y acoplarse como dos koalas abrazados a un árbol. Es incómodo. En fin, muy difícilmente se cabe.
¿Te apetece realmente que un sobrecargo golpee con los nudillos en la puerta del baño para preguntaros si no os da vergüenza imitar a Adán y Eva de resaca? Lo más probable es que eso suceda, ¿o crees que los empleados de las compañías aéreas no está entrenados como rotweillers en detectar quién pasa demasiado tiempo en el baño o toda esa gente que entra de a dos en la cabina con la excusa de "voy a ayudarle a peinarse"?
Allá tú si intentas engañar a quien es perro viejo. Hay otro factor con el que debes contar: se oye todo. Las cabinas de los baños en los aviones no están insonorizadas, y a poco que hagáis gemiditos y ruidos de humanos en época de apareamiento, es muy probable que os cacen en pleno acto.
Aceptamos que es relativamente difícil que una minúscula bacteria suelta te convierta en un 'zombie comecarne' y el vuelo termine como una cena de empresa deprimente, en plan “todo mal, mi compañerx de asiento ha intentado arrancarme un brazo”. Ahora bien, tal y como demuestra una investigación realizada por Travel Math, un avión contiene toneladas de suciedad y microorganismos que nuestros ojos no son capaces de captar a simple vista.
Cualquier rincón al que mires (la bandeja del asiento, la correa del cinturón, la hebilla, la ventana por la que gritas: ¡Es una nube! ¡Tiene forma de ataúd, mamá!) podría contener un alto número de microorganismos, sonrientes colonias de bacterias que te saludan. Espera. ¿También bacterias fecales? También, queridx amigx.
Pero ¿no debería ser un avión el lugar más limpio y desinfectado de la tierra, con permiso del Purgatorio? En teoría, sí. Cada trasiego y cambio de pasajeros tiene asignado un equipo de limpieza que prepara todo para el siguiente vuelo. Aquí está la letra pequeña de esa higienización, como precisan en la investigación de Travel Math. El personal de las compañías aéreas tiene que conseguir que los pasajeros abandonen el avión lo más rápidamente posibles para maximizar así las ganancias entre vuelo y vuelo. Muchas veces, este proceso de higienización de las superficies dentro del avión no es tan exhaustivo como nos cuenta el sentido común.