Si tenemos que hablar de clase y buenas influencias musicales, Harry Styles es nuestro hombre, eso lo sabe cualquiera que eche un vistazo a sus looks y a su facha delante de las cámaras. Dale una guitarra y en menos de un minuto estarás con un cuelgue brutal.
Es de los pocos tipos que podría ponerse un traje hecho con tela de colores y pelo de cabra muerta y seguir presentando batalla en esto de tener una buena facha. Styles nos encanta, y nunca hay suficiente información sobre él para alimentar nuestro salseo biográfico. No parece que el artista vaya a bajar de ese escalón de la fama y las buenas decisiones profesionales. Él es mucho más que el pico de oro de una banda adolescente, One Direction. Triunfó, y lo hizo por los motivos correctos.
Así fueron sus inicios
Quien conozca la historia, sabrá que la historia pudo salir muy mal. Styles era joven, y como él mismo ha contado, antes de que su carrera despegara trabajaba como panadero y no albergaba demasiadas perspectivas de futuro. La iluminación le vino cuando lanzó sus cartas y se presentó al programa que lo cambiaría todo: Factor X, en su versión británica, el país de este compositor y cantante joven entre los jóvenes y con una cara que parece alimentada por sangre de recién nacido (todas las mañanas… bueno, quizá sea un tipo excéntrico, de acuerdo, pero no tanto).
La mayoría de talent shows suelen ser una trituradora de sueños que machaca hasta convertir en una pulpa informe a sus aspirantes (¿quién se acuerda de los segundones o de los terceros puestos?). Nadie esperaba que los candidatos perdedores fueran a escapar de su propio camino empedrado: el olvido.
En 2010, año de bautismo profesional, Styles no ganó el reality con el tema que había escogido, ‘Isn`t She Lovely’, de Stevie Wonder,, pero los miembros del jurado le sugirieron que se aliara con Liam Payne, Zayn Malik, el bueno de Tomlinsom y Niall Horam. Alquimia perfecta. Tenían cuatro jovencitos con la cara recién lavada y una bomba a punto de estallar: One Direction. No era su primera banda. A los 14, mientras horneaba Baguettes y quizás lloraba en un reservado por un jefe déspota que le gritaba: ‘¡Más harina, Harry!’, Styles ya lideraba una banda de música adolescente, White Skimo.
En realidad, la idea de la banda se le ocurrió a Simon Cowell, creador del formato del programa y un ojo entrenado en eso de detectar el talento en bruto. Cowell aflojó la billetera y cantó una oferta: “Dos millones de libras, chicos, y firmáis conmigo y mi productora”. El resto es historia (bueno, el principio de la historia). Discazos para galvanizar el cuore de las fans, giras por todo el mundo y estadios a reventar con One Direction, el grupo de las dentaduras perfectas y el movimiento de caderas más afinado de toda Inglaterra.
Su banda era solo la primera parada antes de emprender pasos en solitario, el rito de paso imprescindible para que no te pidan firmar carpetas de instituto y caras llenas de purpurina por los siglos de los siglos. Styles aprovechó que los One querían tomarse un descanso de unos cuantos años para escapar del síndrome de la banda juvenil, que ha congelado en carbonita tantas promesas de la música.
Fue en 2015 cuando sacó su primer disco en solitario con sencillos que reventaron el panorama de la música inglesa, y ya como figura preparada para mejores empresas y una imagen de marca a la medida de su persona y de sus influencias, que con los One quizás no podía expresar abiertamente. Styles es un classy entre los classys, y eso significa que su panteón creativo tiene la mezcla perfecta entre el glamour y el prestigio: un poco de Beatles y de Elvis, otro poco de Coldplay para no olvidar la parte más mainstream, y para terminar, esa especia picante que nos dé unos cuantos memes: David Hasselhoff.
En paralelo, claro, sus novias, Emily Atack, la diva entre las divas, Taylor Swift, o su última conquista, la actriz Olivia Wilde. Tantas portadas de revista y conciertazos como cambios de armario emocional tiene el bueno de Harry.
Styles no para. Ha sido el primer hombre en toda la historia de la revista Vogue en salir en una de sus portadas en solitario, sin nadie más que lo acompañe. La fama le persigue sin conseguir devorarlo, y entretanto él pone muecas encantadoras para las revistas que quieren sacarlo en portada con uno de sus looks, a medio camino entre el gentleman inglés con hechuras de broker y un Elton John jovencito al que le gusta mezclar rayas con estampados y coronarlo todo con un poncho fluorescente. Si esa combinación te parece una locura, tienes que saber que Styles es uno de los pocos hombres del planeta al que esa alquimia histérica de ropa le quedaría bien.