Si te decimos el nombre de Alba Farelo quizás te cueste hacer memoria, pero si introducimos el sintagma ‘Bad Gyal’, a modo de arma de destrucción masiva, enseguida sabrás que te hablamos de una de las grandes representantes de la música urbana, el dancehall y el trap de nuestro país; una auténtica bestia del escenario y el empoderamiento femenino a través de la música; una cantante que habla siempre como si el mundo fuera a arder y ella fuera la que pisara con la bota el cuelo de quien intente pasarse de la raya y criticar su estilo. No tiene pelos en la lengua para criticar a los que, considera, aún no la toman en serio. Rubia platino; autotune orgulloso, uñas para arañar caras y coger por el cuello a su público.
A estas alturas, quien no la conozca debe de haber pasado los últimos años de Internet y la escena musical congelado en carbonita. Para conocer su su origen, más vale fiarse de una frase que la propia Bad Gyal dijo cuando estrenó en Youtube ‘Pai’, su personalísima versión de un tema de Rihanna: "Por el barrio ya saben qué 'pussy' es el que manda".
Esta es su historia.
Alba es catalana, concretamente de Vilassar de Mar, un pequeño pueblo en el Maresme. De la casta le viene al galgo, pero con un pequeño viraje. Es hija de Eduard Farelo, actor, viejo conocido de las telenovelas en catalán y doblador habitual de actores como Colin Firth, ¿Padre actor, ergo, hija con talento? Desde luego que sí.
La menor de cinco hermanos y la que más muerde y protesta, a juzgar por la renuencia de sus padres a valorar su pasión. No se lo pusieron fácil, según cuentan, porque no entendían exactamente qué rumbo profesional quería su hija cuando empezó a interesarse por el ‘dancehall’ con apenas seis años. Un estilo musical semidesconocido en España (hablamos de 2007), con orígenes en el reggae y un pie en la textura electrónica, apenas dos pequeños detalles de su complejidad y su evolución durante las últimas décadas.
Cuenta en una entrevista: “He pasado sola por esto, no me ha ayudado nadie, ni mis colegas del pueblo ni mis padres, nadie entendía mi movida”. Respecto a su padre, habla siempre con una mezcla de ternura y distancia: “Ahora las cosas me van bien y comprende que esto vale la pena, que me va bien, y me apoya porque quiere lo mejor para mí, pero al principio no entendía nada”.
La buena situación de sus padres no pareció influir en los primeros pasos de la cantante, que alternaba la grabación casera de sus primeros temas, rodeada de amigos y en casa, con su trabajo en una panadería de Vilassar.
Necesitaba el dinero para sobrevivir y seguir buscando su primer hueco en la industria. Nada de depender depender de la familia. Ese no era su estilo El trabajo precario entre hornos y harina lo mantuvo hasta que sus primeros bolos musicales por la comarca apuntaron directamente el rumbo que debía seguir.
“Me hubiera gustado pagarme unas clases para aprender a bailar en serio, pero no tenía pasta, así que me ponía varios canales de YouTube para aprender los pasos”, explica en referencia a su estilo, el dancehall, y sus primeros videos de Youtube, caseros y con una producción ‘cutre’, algo que cambiaría cuando la productora Canada le echó el ojo y Alba pasó a ser Bad Gyal y a actuar en el festival BAM de Barcelona con apenas dos canciones en su repertorio.
Para lo que ha venido después no puede decirse eso tan viral de ‘no se podía saber’. Lleno absoluto en tantos macrofestivales que faltan dedos para contarlos, desde el Primavera Sound al Sónar. En 2019, su feliz fichaje por Interscope, una discográfica estadounidense que cuenta en sus filas con artistas como Lady Gaga o Kendrick Lamar, patrocinios con importantes marcas de moda; ‘Alocao’ (cuatro discos de platino y 50 millones de visitas en Youtube), su colaboración con Omar Montes, al que pasó por la picota (con razón) en unas declaraciones públicas recientes, en las que le tachaba de machista.
Años después de habérselo currado a fuego en esa panadería en la que empezó, con un nombre que ya es una referencia ineludible cuando se habla de dancehall, reguetón y trap en España, Farelo ha rubricado la profecía autocumplida de una de esas frases empoderadas y orgullosas que son su sello distintivo: “Quiero ser como Rihanna: tener mi marca, hacer pasta".