El teletrabajo ha llegado a la vida de millones de personas en todo el mundo de golpe y porrazo, sin preparación ni aviso previo. Según el INE, hasta la cuarentena apenas el 4.3% de los trabajadores pasaba más de la mitad de su jornada en casa, pero desde el pasado mes de marzo, millones de personas han cambiado la mesa de la oficina por una superficie cualquiera.
Nadie nos había dicho nada; no nos preparamos para currar desde el sitio en el que apenas parábamos para dormir. De repente, hay que despejar metros cuadrados del salón, reiniciar el rúter cada veinte minutos y hacer la compra entre reunión y reunión. Mientras tanto, al otro lado de la pared, la vida sigue su curso, y a tu hermano, compañero de piso o vecino le da lo mismo lo que estés haciendo en la habitación contigua. Tu trabajo se adapta a la cuarentena, pero tú sigues conviviendo con todas las exigencias que conlleva el aislamiento.
Creo que es importante aclarar que el teletrabajo no es esto. Un modelo que pretende ser más flexible, conciliador y ecológico no tiene porqué ir de la mano con la ansiedad o los dolores de espalda, os lo puedo asegurar. Yo ya teletrabajaba antes de que se decretase el estado de alarma y no tenía nada que ver.
Cuando me sentaba en mi escritorio, hacia las nueve de la mañana, estaba prácticamente sola en mi barrio. En mi casa no había interrupciones y casi todos los vecinos salían a trabajar a primera hora de la mañana. En general, no había ruido, y por mucho que mirase por la ventana, solo veía a dos señoras paseando a su perro y a los repartidores de Correos. Ahora no veo a mucha más gente por la calle (aunque cada paseante es un evento), pero después de 30 días de aplausos a las ocho, conozco la estructura familiar y la disposición de las estancias en las casas de todos mis vecinos.
En cualquier caso, hay un par de cosas que me funcionaron en mis anteriores experiencias como teletrabajadora y que ahora me han venido bien. Por si a alguien más le sirven, allá van.
Qué no es rutina ahora mismo, si todos los días son gemelos. En condiciones normales, mantener un horario me hace mucho más efectiva: levantarse a las ocho, desayunar, ducharse, hacer la cama y solo entonces ponerse a trabajar. Es importante no dejar nada por hacer antes de sentarse a hacer las tareas más importantes y alternar, en la medida de lo posible, labores más duras con otras más distendidas. También ahora trabajo mejor si sigo un horario, aunque tengo que intentar no llegar agotada al final del día.
Para mí, lo mejor es plantear los objetivos del día antes de empezar la jornada, y relaciónarlos con lo que necesito tener hecho al final de la semana. Puedes hacer un horario en el que incluyas también tus tareas, como hacer la compra o limpiar la casa, para que queden integradas dentro de un mismo horario. Ten en cuenta las horas para comer y, si puedes, déjate un rato libre para leer, ver una serie o hacer algo de deporte. Sobre todo, toma como referencia tu día a día en la oficina: si normalmente paras a las once y bajas a por un café, haz lo mismo en casa.
Además (por favor y gracias) dúchate todos los días. La higiene está muy relacionada con el estado de ánimo. Evita trabajar en pijama, aunque no te vea nadie: algunos trabajan con ropa de deporte, hay a quien le funciona mejor verse con vaqueros, y otros sigue poniéndose chaquetas de traje. Lo importante es lo que te funcione a ti (aunque cuanta menos ropa para lavar, mejor).
Hay que huir de las interrupciones como de la peste. Todo lo que consigamos trabajar del tirón es tiempo al final del día. Pero no solo nosotros debemos aprender a trabajar sin distracciones: también nuestra familia y compañeros de piso tienen que acostumbrarse. Que estés en casa no significa que estés descansando.
Tener un espacio para trabajar también es muy importante, aunque sea mucho pedir. Busca una superficie en la que puedas sentarte y evitar distracciones y que, si puede ser, esté lejos de tu habitación. Para la mayoría de nosotros, esto es una propuesta bastante idílica; en mi caso, duermo, estudio, trabajo y veo películas en una estancia un tanto reducida, que trato de mantener lo más limpia y organizada que puedo. No siempre lo consigo; los días que más desordenado tengo el cuarto, peor suelo trabajar.
Sobre todo, trata de mantener la comunicación con el resto de los trabajadores, ya sea mediante el correo, llamadas o chats. En estas circunstancias, es la única forma de sacar algo en equipo.