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Síndrome del Mundo Cruel: cuando el miedo a lo desconocido no deja viajar a otros países

  • Algunas personas odian viajar y no es por el terror a los aviones, porque no les guste el país de destino o porque prefieran ir a otro lugar, sino por miedo

  • Te explicamos detalladamente de qué va y la "cura" que tiene (porque sí la hay)

Imagina que tienes todo el tiempo del mundo, que tu cartera está a rebosar y que tú mejor amigo te dice “reservemos un billete de avión y vámonos de viaje, que yo invito”. Nadie dejaría pasar esta oportunidad, ¿o sí?

Algunas personas odian viajar y no es por el terror a los aviones, porque no les guste el país de destino o porque prefieran ir a otro lugar, sino por miedo. Miedo a lo desconocido, miedo a que te secuestren, miedo a que haya un atentado terrorista, miedo a que te ataquen por la calle, miedo a perderte o miedo a que un taxista te asesine. Miedo irrazonable o, en otras palabras, Síndrome del Mundo Cruel.

Son situaciones que pueden darse, claro que sí, pero con poca probabilidad. Aun así, quienes padecen el Síndrome del Mundo Cruel creen que estas preocupaciones son razonables, así que no viajan y se quedan en su burbuja mientras el miedo se hace más grande poco a poco.

Por qué surge el Síndrome del Mundo Cruel

El Síndrome del Mundo Cruel no es algo nuevo. Este término se acuñó en 1970 por George Gerbner, un profesor de telecomunicaciones de la Universidad de Pensilvania.

Gerbner comenzó a estudiar el impacto de los medios de comunicación en la conducta de la gente. Encontró que cuando los telediarios retransmitían noticias violentas sobre crímenes, atentados o catástrofes, las personas se mostraban más temerosas respecto a esos países, aunque fuesen casos aislados. Poco a poco comenzaban a ver el mundo como un lugar cruel y peligroso, y dejaban de viajar.

La sociedad ha avanzado mucho desde 1970 y la influencia de la televisión ha perdido peso poco a poco. Ahora quien manda son las redes sociales: los stories de Instagram, los tweets alarmistas o las noticias falsas o 'fake news' compartidas en Facebook definen nuestra forma de actuar o de pensar.

El Síndrome del Mundo Cruel en España

Cuando hablamos sobre el Síndrome del Mundo Cruel es inevitable recordar al abuelo o a esa madre temerosa que no quiere coger un avión. Si les hablas de Colombia pensarán en el narcotráfico de Pablo Escobar. Si les hablas de Japón pensaran en la yakuza. Si les hablas de Italia pensarán en la Camorra. Si les hablas de Estados Unidos, pensarán en los tiroteos en lugares públicos: da igual el destino, encontrarán una razón para justificar su miedo.

Sin embargo, no hace irnos fuera de España para hablar del Síndrome del Mundo Cruel. Todavía hay personas que asocian el País Vasco con terrorismo y tienen pavor a pisar algunas zonas, y este miedo a los entornos violentos se ha generalizado hacia Cataluña tras las manifestaciones que han sucedido durante 2019. Vemos en Twitter la foto de un contenedor ardiendo y pensamos que toda Barcelona está sumida en el caos, aunque hayan pasado semanas o meses desde las protestas.

Doctor, ¿hay cura?

El Síndrome del Mundo Cruel se puede eliminar desconfirmando nuestras creencias, y para ello hay dos vías, una rápida y una lenta:

  • La vía rápida y eficaz: yendo al lugar que tanto miedo te da. La mejor forma de superar el miedo a viajar es viajando, aunque parezca paradójico.
  • La vía lenta e ineficaz: informándote bien. Es decir, leyendo noticias realistas y contrastadas o siguiendo a personas en redes sociales que no pongan mensajes alarmistas. Este método es lento y a menudo inútil porque somos personas de costumbres, y admitir que estamos equivocados nos cuesta mucho. Es difícil informarnos en un mundo en el que la desinformación lo peta.

Al fin y al cabo, el mundo no es ni tan peligroso ni tan inofensivo como parece a través de una pantalla. Puedes tener un accidente en la puerta de tu casa o sufrir una agresión en el pueblo más seguro de España. Aislarte no va a evitar que te pasen cosas malas, pero sí que te privará de experiencias maravillosas y enriquecedoras.