El reciclaje tiene futuro porque nosotros lo decidimos. Después de las marchas del Fridays For Future, en las que miles de jóvenes salieron a manifestarse a la calle para que los gobiernos se comprometiesen en la lucha contra el cambio climático (siguiendo el ejemplo de Greta Thunberg), los eventos de la cumbre del clima de Madrid y las protestas contra la misma, queda claro que los jóvenes no tienen miedo de salir a la calle y movilizarse contra aquellos que ensucian, entorpecen y arrasan con un planeta que saldrá resentido de tanto consumo y contaminación.
Los residuos que almacenamos en los contenedores no terminan allí su viaje. Desde ahí comienzan su camino hacia plantas, grandes espacios destinados a la eliminación o el reciclaje. Allí, los materiales se compactan, para que después de ser seleccionados, tratados y manipulados puedan continuar su vida con la forma de un nuevo objeto.
En el caso de los metales, el 80% del acero que se usa cada día es reciclado. Una de las plantas más importantes es la de Mejorada del Campo (Madrid), donde los técnicos y operarios trabajan sin descanso para que nada que todavía pueda usarse se desperdicie. Ellos se dedican al reciclaje, un sector profesional que todavía es un poco desconocido en nuestro país, pero que se mantiene en constante evolución.
El portavoz de la Federación Española de la recuperación y el reciclaje, Álvaro Rodríguez, explicaba en una entrevista con RTVE que “hay una necesidad de materia prima”, y que “la materia prima metálica es una de las que mejor se pueden reciclar”. Lo hacía rodeado de escombros desde esas instalaciones de reciclaje, y añadía: “Tú puedes reciclar el acero sin que pierda cualidades, de tal manera que lo que hoy es la puerta de un coche, hace cien años igual fue una vía del tren”.
Lo primero de todo es leer sobre reciclaje, conocer las técnicas y normas. Hay cursos específicos para formarse en este sector, aunque en estas plantas es muy habitual empezar como peón y, una vez estás dentro, seguir aprendiendo según lo necesites: desde la conducción de maquinaria hasta el tratamiento de metales.
También puedes acceder a esta profesión desde la universidad, por ejemplo, como ingeniero de materiales o de producto. Hoy en día, muchas empresas piden personas capaces de desarrollar proyectos sostenibles y rentables, en los que el aprovechamiento de materiales y elementos sea una prioridad.
En este ámbito laboral tendrás un impacto directo sobre los patrones de consumo de la gente y, por tanto, también sobre la huella de carbono. Serás la responsable de medio ambiente y acciones sociales, y entre tus funciones puede estar el darles una nueva vida a materiales cuya utilidad se daba por acabada, innovar en el uso de los materiales reciclados o promover acciones y productos ecológicos, entre otras.
Pero no solo puedes dedicarte al reciclaje con las ingenierías. Si estás pensando en matricularte en un grado y te interesa la sostenibilidad, puedes plantearte opciones como la biotecnología, la química, las ciencias políticas, el derecho, la tecnología de minas o incluso la educación infantil, además de muchas otras. Lo importante no es qué estudies, si no cómo lo aplicarás al reciclaje después de graduarte.
En cualquier caso, desde las ONGs y los grupos ecologistas aseguran que el reciclaje no es la opción por la que deberían decantase empresas y gobiernos, que prefieren “lavar su imagen” aprovechando las plantas de reciclaje en lugar de reducir plásticos y desarrollar tecnologías para generar materiales menos contaminantes. “¿Por qué nos quieren convencer de que reciclar es lo mejor que pueden hacer para acabar con la contaminación plástica?”, se preguntaban desde Greenpeace México.
La respuesta, por supuesto, es el dinero. Según explica la asociación, las corporaciones ganan mucho por los residuos que reciclan. La responsabilidad es un negocio con beneficios fiscales que mejora también la imagen que el consumidor tiene de una empresa, pero lo cierto es que una gran parte de los residuos siguen sin reciclarse y acaban en el suelo, el aire o los mares. Se estima que en la Unión Europea el gasto por limpieza de costas y playas asciende a 630 millones de euros anuales. Y esos son solo los residuos que vemos.
Por ello, la UE implantó el año pasado una normativa que se hará definitiva en 2021, y con la que se pretende acabar con los microplásticos y plásticos de un solo uso. “No solo contaminan los mares y provocan la muerte de peces, también llevan el plástico a nuestra comida”, explican desde la Unión. Los efectos de esta prohibición ya pueden verse en los estados miembros de la UE: cuando vas a comprar a un supermercado tienes que pagar por las bolsas de plástico (que dentro de poco desaparecerán en favor de otros materiales más sostenibles), ya no se fabrican pajitas y apenas hay cubiertos de plástico de un solo uso.