El miedo a los payasos ya estaba aquí antes de que Stephen King hiciese de ello una novela. Sin embargo, su éxito y posteriores adaptaciones al cine dieron a conocer a mucha gente este trastorno, que es mucho más antiguo que el libro y que se conoce como coulrofobia. King hace de esta fobia una historia de terror: en la novela, publicada en 1986, siete niños de un pequeño pueblo de Maine (Estados Unidos) que se hacen llamar ‘Los perdedores’ se enfrentan al monstruo que los aterroriza, un payaso llamado Pennywise que se mueve por el alcantarillado, llamando la atención de todo el mundo con un tétrico globo rojo.
Después de pasar los peores días de su vida, aterrorizados por Pennywise, los niños bajan al subsuelo (ya se sabe, donde están los miedos más profundos y escondidos), y se enfrentan al terrorífico payaso. Y es que la coulrofobia es un trastorno bastante común, que suele afectar más en la infancia pero que también puede tener un efecto devastador en muchos adultos. Te lo contamos en Yasss.
La historia de los payasos es más antigua de lo que podemos creer. Se cree que formaban ya parte de la corte del faraón durante la Quinta dinastía egipcia, en el año 2.500 a.C., y también en China aparecieron durante el siglo II a.C., para entretener a las clases más altas.
Mientras, en Grecia y Roma aparecieron como personajes de las comedias, integrándose dentro de la tradición dramatúrgica (que luego recuperarían autores como Lope de Vega, Lorca, Molière o Shakespeare, ahí es nada), y en México se dice que, cuando apareció el colono Hernán Cortés, observó que en la corte de Moctezuma también existían bufones jorobados y enanos, parecidos a los que poblaban las cortes europeas.
A partir del siglo XVI este oficio empieza a popularizarse, y ya en el XVIII empiezan a tomar protagonismo en los circos o espectáculos teatrales. El siglo pasado fue una revolución para los payasos, que encontraron mil formas diferentes de desarrollar su labor: desde los mimos parisinos hasta los payasos callejeros, pasando por los famosos payasos de rodeo.
Si los payasos existen para hacernos reír y están tan relacionados con las fiestas y los amigos, ¿a qué viene tanto miedo? Quizás tenga relación con las caricaturas perturbadoras que hemos visto, casi tan antiguas como el propio oficio. Sea por lo que sea, es indudable que esta labor también tiene algo tétrico, aunque a veces no sepamos identificar por qué.
Los síntomas son los de cualquier otro trastorno de ansiedad fóbico: pánico, miedo y angustia ante la presencia de un payaso o la imagen de uno, o incluso ante la probabilidad de cruzarnos uno, por remota que sea. Y aunque desde fuera a mucha gente le hace gracia o le parece ridículo, la persona que sufre este trastorno lo pasa tan mal que sus ataques de ansiedad pueden llegar a condicionar su vida.
Cuando ve a un payaso, el coulrofóbico siente un miedo intenso y puede comenzar a temblar, notando taquicardias y problemas de respiración, además de todos los síntomas de un ataque de ansiedad. Es un problema que puede llevarles a retraerse socialmente, en parte por la vergüenza que sienten (y terceras personas les hacen sentir, ridiculizándoles), en parte porque la posibilidad de ver a un payaso puede llegar a condicionar qué hacen y qué no.
La fobia a los payasos tiene mucho que ver con traumas o emociones infantiles, según explican los psicólogos. En la mayoría de los casos, los pacientes dicen haber sufrido algún tipo de experiencia traumática o negativa con un payaso, aunque muchos expertos aseguran que este miedo tiene mucho que ver con la caricaturización y el imaginario terrorífico que los medios, como la tele o el cine, crean alrededor de los payasos.
La figura del payaso puede ser divertida o cargante, pero en muchos casos se ha utilizado como un personaje terrorífico y psicopático que asusta al espectador. Que si el Joker, que si Pennywise, que si Twisty de ‘American Horror Story’… ¡lo raro es encontrar un payaso que no te hunda la vida! Además, muchos psicólogos aseguran que el maquillaje que se usa para la caracterización no ayuda a tranquilizar al público. Los rasgos exagerados, la nariz roja… todo resulta bastante chocante a los niños, lo que puede llegar a causar miedo.
Si ese pánico no se ataja a tiempo, el niño terminará desarrollando una fobia más fuerte como adulto.
Cuando los padres advierten que sus hijos sufren al ver payasos, intentan evitar situaciones que los involucren a toda costa, como circos o fiestas de cumpleaños. Y aunque si el miedo es desbordante puede ser una buena medida a corto plazo, lo único que se consigue así es aislar al niño de sus amigos. Algo así como darle a entender que en una situación en la que haya que elegir entre el payaso o él, siempre tendrá que salir huyendo.
El mejor tratamiento para esta fobia es la atención psicoterapéutica. En una consulta, el especialista podrá hacer un diagnostico y, con terapia, tratar al paciente enfrentándole al estímulo, ayudándole a tratar la ansiedad y desensibilizándole.