La sobreexplotación de los recursos no renovables que hemos llevado a cabo durante décadas nos encamina, inevitablemente, al agotamiento y destrucción de los mismos. Hasta hace no mucho, la energía estaba basada en el procesamiento de esos recursos, lo que ha acabado con ellos y, además, ha aumentado las concentraciones de contaminantes por el camino.
Aunque las energías renovables no sean un territorio nuevo (llevan muchos años desarrollándose), hasta no hace mucho no eran un campo laboral estable. Ahora, los expertos en energías renovables son cada vez más demandados. Desde hace más de diez años, la Unión Europea tiene un plan para ‘limpiar’ la energía de todos los europeos, lo que incluye un objetivo vinculante a todos los países: para 2030, al menos el 32% de la energía producida tendrá que ser renovable.
Pese a que la producción de paneles solares y turbinas eólicas son un interés común en toda la UE, lo cierto es que estos aparatos eran bastante caros. Al menos hasta hace unos años: en 2014, la energía eólica terrestre se volvió más barata que el carbón y el gas, y el coste de la producción de energía solar ha disminuido más de un 70% entre 2009 y 2018. Las renovables son un mercado al alza, y los expertos aseguran que seguirá creciendo en los próximos años.
Es un campo de interés que abarca decenas de estudios, desde la ingeniería hasta el derecho o el sector servicios, y que, además, está en evolución y desarrollo constante. Las empresas necesitan profesionales cualificados y, para ello, es imprescindible una buena formación.
El acuerdo de París está dentro del marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Los estados se pusieron de acuerdo (con mucho chanchullo de por medio) para reducir los gases de efecto invernadero y reducir las emisiones contaminantes antes de 2020, que es cuando finaliza el Protocolo de Kioto, un acuerdo similar de 1997. Un punto de inflexión que pretende reducir el avance del calentamiento global. Por cierto, hace tres años Estados Unidos se retiró del acuerdo, pero ese es otro tema.
Los gobiernos se comprometieron a poner medidas para reducir las emisiones en los próximos años, y a los sectores industriales no les quedó otra que renovarse y empezar a producir dejando de lado los combustibles fósiles. Uno de los ejemplos más claros es el sector automovilístico.
La demanda de estos puestos afecta a todo tipo de campos de estudio. Una de las más claras es la investigación y el desarrollo: la ciencia tiene todavía mucho que decir sobre la producción y almacenamiento de renovables.
En el campo de la ingeniería, los futuros profesionales también van a encontrar muchísimos proyectos nuevos en los que trabajar, sobre todo en plantas de producción energética. El desarrollo de tecnologías y las infraestructuras que las suministren también son ámbitos en los que necesitarán a gente comprometida y preparada.
Eso sin hablar de los técnicos especializados en muchísimos campos: desde el reciclaje hasta los mandos intermedios o la atención al cliente. Prácticamente cualquier campo de estudio puede tener una aplicación en este ámbito laboral, aunque es necesario especializarse, bien con cursos o programas complementarios, bien trabajando en empresas que desarrollen su actividad en este campo.
Se trata de un mundo prácticamente nuevo y, por tanto, no hay tantas referencias como en otros empleos. No solo eso: se trata de un sector que se actualiza constantemente, y es fundamental conocer muy bien la trayectoria y las novedades para poder desarrollar tu futuro profesional de la mejor manera posible.
Según la Agencia Internacional de Energía Renovable, estas energías podrían emplear a más de 40 millones de personas para 2050. Con formación, contactos y un poco de suerte, quizás puedas participar en este campo en poco tiempo.