Apartamento de soltero, interior noche. Un túper que parecía inofensivo cobra vida en mitad de la madrugada. Poco después, esa masa informe y mohosa del interior levanta la tapa, te canta un temazo (y lo hace bien), te dice que te quiere, que solo necesitas un poco de tiempo, y todo porque te olvidaste de él durante meses. Después de esta experiencia religiosa, te das cuenta de cómo mejoraría tu vida si no desperdiciaras tanta comida. Según datos del Ministerio de Agricultura, en nuestro país se tiran anualmente más de seiscientos millones de kilos de comida. Pena y desperdicio. Un canto por todos esos tomates pasados que habrían podido darnos amor en una buena salsa y a los que no pusimos ojitos.
El arte de vivir solos es del cálculo milimétrico de la ración y del menú clavado, y hoy venimos a darte algunos consejos para que dejes de desperdiciar comida.
Es difícil hacer la compra con cálculos infinitesimales que contemplen todas las posibilidades de lo que necesitas, pero te ahorrarás mucho dinero y preocupaciones si vas al súper y compras alimentos en cantidades ajustadas a tus necesidades. Si sueles hacer compras grandes es más fácil que no consumas todo, que caduque o, incluso, que se te eche a perder un tercio del carro de la compra. Pierdes dinero.
Si te acostumbras a hacer la compra cada pocos días y tu nevera está algo más desangelada, sin llegar nunca a oír el canto de las rapaces en el desierto en el interior, no pasa nada. Es signo de que compras (y gastas) solo lo que te hace falta.
Si tienes una balda en la que concentres la comida perecedera o que tiene más facilidad para ponerse mala te será más fácil organizar tu dieta y tus comidas para priorizar su consumo. Un truco sencillo pero muy efectivo: ponla en las baldas más visibles. Mucha comida de la nevera se echa a perder porque la colocamos en las baldas inferiores o en los ángulos muertos, como si fuera esa figura sin pareja en el baile de fin de curso. No tapes la comida ‘vieja’ con la nueva, la que acabas de comprar.
Si lo que quieres es ahorrar viajes al súper y cálculos erróneos de cuántos alimentos necesitas comprar para la semana, razón de más para establecer esta regla de la multiplicación (no es la de los panes y los peces, por desgracia). Cocina al menos el doble de cada receta que hagas. No tiene ningún sentido hacer lentejas o algún alimento saludable para una sola vez si puedes multiplicar la cantidad por tres (por el mismo dinero) y conservar las raciones sobrantes para cuando necesites tirar de despensa.
Un trozo de pimiento que se está poniendo malo, un tomate mustio, un resto de salsa de soja y otro de mahonesa que habita en el fondo de un bote y que corre el riesgo de transformarse en un ente biológicamente peligroso que se sabe tu nombre. A veces la cocina más deliciosa es la que surge con la combinación de todos esos alimentos que se van a poner malos y que no hemos sabido cómo emplear, especialmente en platos poco afectuosos de los puristas como el arroz o la pasta, territorios muy dados a la innovación y agradecer la comida huérfana al cocer la salsa o el aliño.
Esto también aplica a los alimentos frescos y de buen tamaño que, por fuerza, admiten recetas variadas y saludables. Un brócoli entero puede servir para cubrirlo con deliciosa bechamel, y al día siguiente, saltearlo en una receta de pasta o triturarlo para hacer un puré o un batido. Una resto de pan viejo se puede rallar para conseguir pan rallado casero. Cocina una sola vez ciertos alimentos y aprende a utilizarlos en diferentes preparaciones.
Tu congelador es el templo al que debes profesarle devoción, tu altar, más importante incluso que a la nevera, el sitio donde es más fácil que se te pudra una cebolla o el táper con la criatura de la que te hablamos antes expanda las fronteras de su reinado. Por eso es importante tener este espacio lo más ordenado posible y con hueco suficiente para las raciones individuales de comida y otros alimentos que vayas a utilizar en tu cocina de guerrilla (si no tienes alma de chef).
Allá al fondo la región de los pescados; al otro lado, la de las carnes. A la izquierda las salsas, y en el espacio sobrante, el altar más sagrado: las raciones que te preparó con mimo tu madre en la última visita. Hay dos formas de sobrevivir en la soltería, y son la misma: cocinar un excedente que se pueda congelar, y tirar de él los días que bajar a la compra te dé tanta pereza como invadir Polonia. A excepción de las patatas cocidas, casi todo se puede conservar en frío, hasta el cadáver en bocaditos de tu vecino, el que pone a Bad Bunny al volumen de la voz de Dios.
Créenos cuando te decimos que tu maltrecha economía soportará de sobra la inversión en tápers con el tamaño de una ración individual. No sabes cuánto lo agradecerás la próxima vez que vayas al congelador y puedas elegir de la pila de raciones de lasaña que te acordaste de separar y empaquetar la última vez. La cocina de la gente que vive sola es el arte de la ración para congelar. Ningún alimento debería pasar más de cinco días en la nevera, así que asegúrate de automatizar lo de coger un táper, llenarlo con una ración y reservarlo en el congelador para el futuro.