No es que tengamos envidia, pero lo cierto es que si nuestro cerebro ha limitado tanto su espacio que sin las alertas del móvil ya no somos nadie y solo recordamos de memoria un par de teléfonos de la agenda, pues algo de pelusa nos da el hecho de que alguien sea capaz de memorizar datos de 1.300 tarjetas de crédito, así tan tranquilo, sin despeinarse.
Esto no vamos a negar que tiene su mérito, pero lo que ya no nos gusta un pelo es el fin con el que se ha usado esta memoria tan prodigiosa. Como podíamos imaginar no ha sido para nada bueno y el cerebrito en cuestión tiene nombre y apellidos: Yusuke Tanigucho. Un joven de 34 años residente en Tokio que ha desplumado a montones de clientes a base de memoria fotográfica.
Por sus cuidados modales y corrección se le podía considerar como el empleado del mes en el centro comercial en el que atendía al público, pero la realidad es que era como una especie de robot que registraba nombre del titular, número, fecha de caducidad y código de seguridad mientras pasaba desde la lechuga a los yogures de cada cliente en tiempo récord: ¡escasos segundos!
Un robo silencioso y perfecto con el añadido de la suplantación de identidad que es para dejarnos temblando por lo vulnerables que podemos llegar a ser ante semejante memorión y situación. En esos casos nos resulta difícil creer que pueda haber alguien con esa destreza y nos consuela pensar que eso pasa en las películas o, en todo caso, pues muy lejos, pero... ¡Error! Aquí en España tampoco nos lo íbamos a perder.
Uno de los afectados por esta nueva técnica magistral de quedarse con lo ajeno es nuestro compañero Adolfo Rodríguez, que un mal día recibió un mensaje del banco en el que se le decía que estaba haciendo un mayor gasto durante aquel mes, pero él no le dio mucha importancia. Estaba a primeros de agosto y ya se sabe que el verano nos ayuda a cometer excesos, por lo que lo pasó por alto hasta que una comprobación le hizo echarse las manos a la cabeza:
"A pesar de que recibí un mensaje atípico del banco, pasé de él y seguí trabajando. Cuando me metí de nuevo a chequear qué tal iba de dinero para terminar el mes, me di cuenta de que alguien había suplantado mi identidad y había gastado más de 1.200 euros comprando en diferentes tiendas de segunda mano, Orange o Zara. Un verdadero drama".
Tras este descalabro, susto e indignación, Adolfo estuvo rápido para no seguir regalando su dinero y lo primero que hizo fue llamar al banco para bloquear las cuentas e inhabilitar su tarjeta de crédito. Con el grifo cortado el primer paso ya estaba hecho, pero faltaban más cabos por atar como recuperar el dinero mangado, además de la seguridad en uno mismo.
Lo siguiente y casi inmediato fue contactar con el banco de nuevo: "les pedí un papel que certificase que esas operaciones no habían sido realizadas por mí", nos ha explicado Adolfo y acto seguido se personó en la comisaría para denunciar estos hechos ante la policía con papel en mano.
Y aquí viene la parte bonita de la historia y la que nos anima a pensar que ante un acto tan perverso siempre hay que mantener un hilo de esperanza por si el karma de algún modo nos compensa.Y es que aunque a Adolfo nunca le dieron la certeza de que pudiese volver a ver todo su dinero, a los quince días los 1.200 euros volvieron de nuevo a su cuenta.
Con esto hay un mensaje bastante claro que él por cierto nos recuerda: "Seguridad y máxima precaución. Que no nos pase a menudo, no significa que no estemos exentos de los robos a través de Internet". No hay que ser alarmistas, pero tampoco imprudentes según qué datos dejamos visibles a ojos del vecino, porque este no siempre es amigable.
A partir de este caso particular vamos a sacarle una moraleja. Recopilemos lo aprendido para intentar tener también un final feliz como en el caso de Adolfo porque, no nos engañemos, usamos la tarjeta de crédito mucho: