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Aprender a usar las lentillas por primera vez sin dramas es posible

  • Es fundamental que laves las lentillas y tus manos cada vez que vayas a ponértelas, para evitar las infecciones oculares

  • Existe la posibilidad de que seas intolerante al uso de lentillas y tus ojos las rechace, de ser así acude a tu óptico para buscar una solución o alternativa.

Existen diferentes disfunciones visuales -miopía, hipermetropía, astigmatismo o presbicia- y sufrir cualquiera de ellas es un auténtico fail. Dependiendo de las dioptrías que tengas dependerás más o menos del uso de las gafas, pero habitualmente una vez que las introduces en tu día a día, difícilmente vas a prescindir de ellas.

Las ventajas de usar gafas son obvias, pero los contras que las acompañan son múltiples y dispares: se empañan con el cambio de temperatura –o al usar mascarilla-; te impiden usar gafas de sol –a no ser que compres unas graduadas-; hay que limpiarlas continuamente; son incomodas a la hora de hacer deporte; pueden acabar haciéndote daño al final del día –en las orejas o en el tabique nasal- y si se rompen te toca desembolsar una buena cantidad de dinero para repararlas.

Por lo que harto de tanto drama, quizá hayas decidido dar el salto a las lentillas y alternar su uso. En Yasss, te damos una serie de trucos para que interiorices este nuevo mood

Lávate las manos

Si antes de la existencia del coronavirus era un must, ahora mismo es un super must: lávate siempre las manos y uñas concienzudamente, antes de manipular las lentillas –a ser posible con jabón líquido y antibacteriano-. Y luego sécatelas con una toalla que no suelte ni pelo, ni hilos.

Recuerda que tus dedos van a entrar en contacto directo con tus ojos y cualquier cuerpo extraño que se introduzca puede dañarte la vista: irritando el ojo, formando una úlcera, provocando conjuntivitis...

Aunque resulta lógico, muchas personas adquieren la rutina de ponerse las lentillas diariamente sin haberse lavado previamente las manos. Y luego pasa lo que pasa… ¡La lían parda!

Limpia las lentillas

El siguiente paso es sacar del estuche una lentilla, ponerla sobre tu palma abierta y echar sobre ella unas gotas de solución única.

Para conseguir una limpieza óptima frota la lente con la yema del dedo índice -de tu otra mano-, haciendo círculos y arrastrando el líquido desde el centro hasta el borde de la lentilla –así también acabarás con el exceso de solución-. Haz lo mismo con la otra lente de contacto.

Es muy importante no utilizar las uñas en el proceso porque podrías dañarlas o contaminarlas. Y nunca uses agua corriente, soluciones salinas o colirios humectantes, ya que no las limpian adecuadamente y podrías desarrollar infecciones en el ojo… ¡Guarda tuit!

Verifica la posición correcta

Es normal que las primeras veces dudes de cuál es la posición correcta de la lente la hora de colocártelala.

Para ello ponla sobre la yema de tu dedo índice y mírala a través de la luz: si tiene los bordes girados hacia afuera, está al revés y si los bordes apuntan hacia arriba –adoptando la forma de una copa- está en la posición correcta.

En el caso de que te pongas la lentilla del revés, no se fijará correctamente a la superficie de la córnea y de hacerlo sentirás molestias al desplazarse por sí sola –habitualmente tu propio ojo acabará expulsándola-. Quítatela, lávala y póntela de nuevo en la posición correcta.

Úsalas en su justa medida

Ten en cuenta que las lentes de contacto no sustituyen las gafas y debes alternar su uso: evita ponértelas todos los días y nunca lo hagas durante más de 8/10 horas seguidas.

Tu vista debe descansar y lo recomendable es quitártelas cuando llegues a casa tras la jornada académica o laboral. Y ni se te ocurra dormir o echarte la siesta con ellas puestas, ya que tus ojos no se oxigenarán de forma adecuada y las lentillas se resecaran, se pegarán al ojo y te producirán: picor, enrojecimiento, sequedad, infecciones o úlceras.

Lo ideal es llevar las gafas siempre puestas en casa y usar las lentes de contacto cuando salgas a la calle, vayas a clase o al trabajo… Siempre coqueto, nunca 'incoqueto'.

Renuévalas cuando sea necesario

Existen diversos tipos de modalidades según su vida útil: diarias, quincenales, mensuales o de uso prolongado. Y la elección de una u otra dependerá de tus prioridades o particularidades.

Sea cual sea tu tipo de lentillas, nunca prolongues su uso más de lo estrictamente pautado. Pues se irán deteriorando en función de sus características y mantenerlas pueden dañarte el ojo gravemente.

No hay excusas que valgan, ponte un recordatorio en el móvil que te avise cuando finaliza el plazo y sustitúyelas en cuanto caduquen, notes que han perdido propiedades o estén dañadas… ¡Tu salud ocular es lo primero!

Comprueba si eres intolerante

Todas las personas con una cornean sana y sin patologías oculares, son aptas para usarlas. No obstante, tus ojos pueden rechazarlas al ser intolerante a su uso –acude a tu óptico cuanto antes y pídele una solución-. De ser así, los síntomas más comunes que puedes padecer son:

  • Irritación, picor, sequedad, enrojecimiento o dolor de los ojos
  • Pérdida de nitidez o visión borrosa
  • Hipersensibilidad a la luz
  • Molestias y sensación de tener arenilla en los ojos