Párate un minuto a pensar cuándo comenzaste a beber café. Quizá fue en selectividad para aguantar el frenético ritmo de los exámenes, o a lo mejor en la universidad. Puede que aguantases un poco más y tu primera taza llegase con tu primer trabajo. Sea como sea, el café forma parte de nuestra vida y hemos normalizado su consumo excesivo.
La cafeína es una sustancia que forma parte del fruto de la planta del café y también de las hojas de té, así como de otras bebidas como los derivados de la nuez de cola (fruto que dio nombre a la Coca Cola), la guaraná y la yerba mate.
Se trata de un estimulante del sistema nervioso central. En otras palabras, un activador de nuestro cerebro. ¿Cómo? Uniéndose a los receptores de adenosina, sustancia cerebral relacionada con el sueño, pero también con un correcto funcionamiento de los vasos sanguíneos, las vías aéreas o el sistema inmune.
En otras palabras, cuando tomamos una taza de café notamos que nos quita el sueño, pero también se pueden producir otros efectos no deseados.
Este proceso no es inmediato. La cafeína tarda 45 minutos en ser absorbida por el estómago y el intestino delgado. Después, se distribuirá por el resto del cuerpo. Por eso los efectos (tanto positivos como negativos) pueden demorarse aproximadamente una hora.
Después, el cuerpo tardará en eliminar la cafeína entre 4 y 9 horas dependiendo de la edad, el peso, el consumo de otras sustancias o el estado del hígado.
El principal efecto positivo es aquel por el que seguimos bebiendo café: es estimulante. Alivia la sensación de somnolencia y la fatiga, aumenta la claridad mental y potencia la atención.
Un beneficio colateral a su acción estimulante es que se acelera el metabolismo, por lo que el café puede ayudar a quemar grasa.
Por otro lado, el café no es una sustancia vacía. Aporta diferentes nutrientes: vitamina B (riboflavina, niacina y ácido pantoténico), calcio, magnesio, fósforo y potasio.
Pese a sus beneficios, la cafeína tiene efectos secundarios muy desagradables:
Estos efectos son más habituales cuando nos excedemos de la dosis de café recomendada o cuando consumimos café de forma recurrente, habituándonos a la sustancia y cruzando la delgada línea que separa un consumo esporádico de una adicción.
Identificar una adicción no es fácil, sobre todo cuando se trata de una sustancia que todos consumen, pero es importante saber si estamos pasándonos con el café para frenar y volver a disfrutar de sus beneficios.
Algunas señales de habituación y dependencia son:
Como hemos mencionado, los problemas asociados al consumo de cafeína suelen relacionarse con un exceso de esta sustancia. La gran pregunta es cuál es la cantidad recomendada.
Según la Asociación de Psiquiatría Americana y su manual de trastornos mentales y adicciones, un consumo de 250 miligramos de cafeína al día provocaría síntomas de intoxicación. Para hacernos una idea, 100 mililitros de café (la cantidad normal del café de cápsulas) equivalen a 50 miligramos de cafeína.
Para consumir 250 miligramos de café tendríamos que beber cinco tazas de café de cápsulas. Por supuesto esto depende de la variedad del café y del estado físico de la persona, pero nos permite tener una idea general.
Pocas personas consumen tanto café a diario, por lo que muchos lectores pensarán que no pasa nada porque no han cruzado ese límite. Sin embargo, a menudo el consumo no excede esos 250 miligramos diarios, pero aun así hay síntomas secundarios. En estos casos también es recomendable reducir el consumo paulatinamente.
Combina el café normal con descafeinado e intenta descansar días alternos o fines de semana y, por supuesto, elimina el café de tu dieta después de las cuatro de la tarde.