Si hay un viaje que casi toda persona quiere hacer ese es el del interrail. Esta experiencia mochilera es, para muchos, un rito de paso imprescindible cuando eres joven y tienes por delante un verano infinito para recorrerte Europa y hacer uso de la red de trenes que conectan las rutas y los puntos más importantes. La red es gigantesca, y los puntos de conexión viarios permiten a los viajeros recorrer algunas de las ciudades y puntos turísticos más interesantes de Europa a unos precios asequibles.
A la hora de decidir la ruta y los destinos, hay infinidad de opciones. La idea de tener toda Europa para nosotros puede abrumar al principio y dejarnos con un montón de dudas. ¿Visitar must turísticos y capitales importantes? ¿Salirse de la zona de confort y tomar rutas periféricas que nos permitan descubrir sitios que aún no viven masificados por el paso de las hordas de turistas?
Echa a un vistazo a estas ciudades y rutas que hoy te proponemos para confeccionar tu ruta. Recuerda también algunos consejos para convertir tu viaje en una experiencia inolvidable.
Los belgas tienen cierta fama de fríos, y reconozcamos que su gastronomía es de todo menos fascinante para el que busca una gula más opípara, como la francesa o la italiana. Con todo, Bélgica es uno de los destinos más deseados por los mochileros que se lanzan a un interrail gracias a la escasa distancia que existe entre las ciudades de la red.
El nodo ferroviario de Bruselas permite llegar en menos de 30 minutos a rincones soñados como Gante o Brujas, y pasar por Malinas o Lovaina con relativa facilidad. Con el Benelux Pass, el pase que permite atravesar tres países (Bélgica, Paises Bajos y Luxemburgo), es una de las rutas menos agotadoras y más disfrutonas.
Centroeuropa siempre llama, para bien, al mochilero de interrail, y Praga es uno de los destinos obligados de los viajeros que toman una de las rutas más populares, la que atraviesa Milán, Venecia, Múnich, Viena, Budapest y Praga, y sigue hasta Berlín, Amsterdam, París, con fin en Niza.
En cuanto a la ciudad, el viajero cuenta con puntos imprescindibles, desde el río Moldava al centro histórico, imponente y bellísimo. Toda Praga conserva esa aura de cuento de hadas medieval que no ha cambiado desde hace siglos, con una parte kafkiana y retorcida de callejuelas y mística judía que gustará al que conozca la obra del gran escritor checo.
La ciudad es eterna, caótica, masiva, y con tanto para ver que las sinapsis quedan colapsadas enseguida. El viajero solo debe prepararse para el calor del verano (horrendo y húmedo) y un turismo que se lo come todo.
Una vez se hace de tripas corazón y se acostumbra uno a la masificación, solo queda la belleza brutal y desarmante de la capital del Imperio. También se puede optar por las rutas turística más discretas, esa Roma de museos casi secretos y cientos de iglesias y monumentos fuera de la pituitaria de la masa. Es incluso más interesante que los lugares más mainstream de la ciudad o las tourist trap, restaurantes que ofrecen platos de pasta a una calidad muy inferior a la verdadera cuccina romana.
El paso por la ciudad es la conexión perfecta en la ruta griega del interrail. De ahí, basta viajar a Nápoles, Brindisi, Patras, Corinto, Atenas y Tesalónica para empaparse de lo mejor del la antigua Grecia y el Imperio Romano.
Otro vergel Italiano donde se come incluso mejor que en la capital y es un punto de conexión fundamental en la ruta de Interrail por la que muchxs optan. De ahí es fácil desplazarse a la Toscana, dejarse caer en Venecia y recorrer Sicilia, si lo que queremos es darle a Italia lo que Italia pide: que nos quedemos a vivir en su luz, que no miremos más.
La ciudad ha sido declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, lo que es un muy buen motivo para elegirla como punto de destino en tu ruta de interrail por la otra Europa: Londres, Ámsterdam, Berlín, Copenhague, Oslo, Estocolmo y Helsinki.
Si la palabra “fiordos” no es suficiente para que abras los ojos y te dejes llevar, quédate con la enorme cantidad de opciones disponibles en uno de los puntos más queridos por quienes se desplazan en tren al norte de Europa: las casas de colores del barrio de Bryggen, el museo Kode, el mercado de pescado, el mirador de Floyen o los impresionantes paisajes de la península de Nordnes, entre otros muchos puntos de visita obligada.