A nadie le quedan ya muchas dudas de que Zendaya será sin duda una de las actrices más importantes del siglo XXI. Estamos seguros de que lo conseguirá, si antes no la vemos tropezar, beberse o meterse por la nariz sus propios demonios, como le pasó a Justin Bieber más de una vez. Menos mal que el niño díscolo del pop americano siempre tuvo dinero suficiente para pagar sus carísimos descensos a los infiernos.
A lo largo de la última década, esta actriz, activista y productora se ha convertido en un icono de la generación Z. Desde que renegara de la etiqueta de chica Disney encerrada en comedias ligeras para adolescentes, la intérprete ha tenido un olfato privilegiado para elegir muy bien sus proyectos y planificar cuidadosamente su aterrizaje en producciones de distinto peso.
Hemos visto de todo en su carrera, desde un megablockbuster de prestigio como Dune, la última película de Denis Villeneuve, a piezas de aire falsamente indie como Malcom and Marie, una cinta más o menos estimable a pesar de la trituradora visual con la que Netflix armoniza estéticamente (para mal) tantos ejemplos de su catálogo.
Sea como fuere, todas estas incursiones en el cine, la televisión, la industria musical y la moda han ido aumentando los ceros en su cuenta corriente y haciéndola crecer hasta el nivel de las superestrellas. Pero ¿cuál es su fortuna real? ¿En qué se gasta el dinero? Estos son los datos, rumoreados y ciertos, sobre su patrimonio.
El primer dato que sorprende guarda relación con el patrimonio de la actriz, que no es tan alto como cualquiera se imaginaría. Celebrity Worth Net, la fuente habitual para calibrar y medir con cifras más o menos convincentes la cuenta corriente de las celebrities, afirma que la fortuna de Zendaya ‘apenas’ pasaría de los 15 millones de dólares.
Es una cifra modesta si se la compara con la regada de millones que le cae cada año a una superestrella de la música o a intérpretes como Scarlett Johanson, la mejor pagada del mundo en 2021. Es cierto que Zendaya no cuenta con una trayectoria profesional tan dilatada como la protagonista de Viuda negra. Probablemente la veremos aumentar su patrimonio a medida que vaya escalando puestos en el ranking de actrices más destacadas del panorama y su caché, ya de por sí bastante elevado, afile aún más sus argumentos: “Págame bien y convertiré tu película en algo gigantesco”.
En 2018, se estimaba que su patrimonio no pasaba de los cinco millones de dólares. Su salto a la nueva trilogía de Spiderman en el papel de MJ ha hecho crecer esta cifra, a la que hay que sumar los ingresos que genera en otro territorio que como nadie: la música y el baile. Su paso por la sexta temporada del reality Dancing With The Stars, un talent show de enorme popularidad en Estados Unidos, le reportó casi 300.000 dólares después de superar varias rondas eliminatorias. A eso hay que sumar los ingresos generados por sus primer y único disco: ‘Zendaya’ (2013).
Es su versatilidad la que le ha permitido generar ingresos de muy distintas fuentes. Destaca como una de las actrices más importantes de su generación al mismo tiempo que se convierte, a voluntad, en un icono de estilo y elegancia. Ahí está ‘Zaya by Zendaya’, su colección de moda lanzada en 2017, y su colaboración con marcas como Tommy Hilfiger, Chi Hair Care o Lancôme, de la que es la embajadora más joven en toda su historia
Salta a la vista que la protagonista de ‘Malcom and Marie’, de la que también es co-productora (más ingresos) no riega su hedonismo invirtiendo en joyas diseñadas por Donald Trump en una noche de setas alucinógenas, como le pasa a un buen número de reguetoneros con sus particulares caprichos. Sus principales debilidades son más conservadoras: dos casas valoradas en varios millones de dólares en Northridge y Encino, dos zonas privilegiadas de la ciudad de Los Ángeles,.
De hecho, la actriz ha contado en más de una ocasión la ansiedad que le genera pensar en el dinero o la fama. No siente fobia hacia los billetes, pero sí una leve culpa cristiana que quizá haya heredado de sus padres. “Mi esperanza es tener una carrera en la que pueda tener una posición financiera lo bastante buena para hacer lo que quiero hacer, sin preocuparme por otras cosas. Mi madre es una ahorradora, así que trato de tener eso en cuenta. Luego mi padre dice: “No te lo vas a poder gastar cuando te mueras”. Algo así. Estoy en un punto intermedio entre los dos”.