Con la crisis sanitaria producida por el COVID-19, el medioambiente se enfrenta a un nuevo reto: la proliferación de mascarillas y guantes higiénicos, entre otros productos, de un solo uso. Mantener la distancia social es recomendable para evitar la propagación del virus, pero utilizar mascarilla también es obligatorio en el territorio nacional. El impacto beneficioso de esta medida en nuestra salud está más que comprobado, ¿pero y en el caso del medio?
Muchas organizaciones e instituciones han denunciado ya el aumento de estos residuos abandonados en playas, campos y calles de todo el mundo. Una de las primeras fue la organización Oceans Asia, que ya en marzo denunció la aparición de miles de mascarillas en la costa de Soko, muy cerca de Hong Kong. Este gesto tan sencillo y aparentemente inofensivo, el de deshacernos de nuestra mascarilla en cualquier parte, puede acarrear muchos problemas.
Un estudio de WWWF asegura que, si tan solo el 1% de las mascarillas utilizadas son mal desechadas, nos encontraremos con más de 10 millones de mascarillas contaminando mensualmente el medio ambiente. Por eso es tan importante poner el foco en la buena gestión de los residuos y desechar nuestras mascarillas en el contenedor adecuado: primero porque de esta forma no dañamos nuestro entorno, y segundo, tal como ha recordado Fernando Simón en varias ocasiones, porque pueden estar contaminados y ser un riesgo para la salud pública.
La vicepresidenta cuarta del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, afirmó que “estamos reviviendo el renacer del consumo de plástico”, un avance que se había frenado gracias a una Directiva del Parlamento Europeo aprobada hace uno año, que marcaba las pautas de los estados miembros para eliminar el plástico de nuestras vidas, en la medida de lo posible. Ribera explicaba que este aumento estaba “asociado a una cautela sanitaria a la que, de algún modo, tendremos que responder y que reabsorber muy rápidamente, porque no es algo que se pueda mantener mucho en el tiempo”.
Las mascarillas deben acabar en el contenedor de restos no reciclables, igual que otros productos de higiene como las compresas o los discos de algodón con los que se retira el maquillaje. Esto aplica tanto para las mascarillas de un solo uso como para los guantes, que, aunque se han demostrado contraproducentes a la hora de frenar el avance del virus (nos confiamos, creyendo que vamos más protegidos, y podemos portar el COVID en las manos), se siguen usando en muchos sitios. Estos también son muy contaminantes; la mejor alternativa es mantener una buena higiene de manos y lavarlas frecuentemente con agua y jabón o con gel hidroalcohólico.
Reciclar correctamente los productos higiénicos es fundamental para paliar el efecto de la crisis en el medioambiente. Como hemos dicho, las mascarillas y los guantes deben ir siempre al contenedor de restos (habitualmente gris) o a las papeleras de las calles. Tirarlas a otros contenedores, explican desde Ecoembes, puede poner en riesgo a los profesionales de las plantas de selección. Solo reciclándolos bien podremos evitar que esos recursos acaben siendo un foco de infección y suciedad en el medio. Además, en muchos sitios, tirar estos objetos al suelo puede conllevar multas de hasta mil euros.
En ese sentido, hay un par de cambios que podemos introducir en nuestra vida para reducir nuestro impacto medioambiental. Por ejemplo, podemos usar mascarillas reutilizables para evitar que se acumulen los residuos por toneladas, reciclar bien y asegurarnos de que los objetos potencialmente contaminados queden aislados y sean seguros para su posterior tratamiento en las plantas habilitadas para su tratamiento.
El resto es informarse, extremar las precauciones y actuar con responsabilidad en nuestro día a día, también en lo que implica al medio ambiente. En los años previos en la pandemia, los ecologistas ya alertaron de la amenaza que el plástico supone para los océanos y la vida marina, tal y como se hizo eco en un artículo del pasado mes de junio el diario The Guardian. Según las Naciones Unidas, más de 13 millones de toneladas de plástico van a parar a los océanos cada año; solo en el Mediterráneo se acumulan 570.000 toneladas anuales, lo que equivale a tirar, según WWF, 33.800 botellas de plástico cada minuto.
Las mascarillas pueden tener una vida útil de hasta 450 años, según describió en una carta al presidente de Francia el diputado galo Éric Pauget. Las mascarillas desechables son un problema para el medio, otro elemento contaminante más dentro del abanico de los deshechos marinos. Está en nuestras manos reducir su impacto en el legado que recibirán las próximas generaciones.