Para cuidar del medio ambiente no necesitas una casa sostenible o particularmente ecológica. Matizamos: si tienes la oportunidad de vivir en una, tu huella ecológica puede reducirse, pero rara vez podemos elegir dónde vivimos, o hacer algo más por el planeta dentro de casa que separar la basura y comprar un cubo extra para reciclar. Y en las aulas, tres cuartas partes de lo mismo: como estudiantes, entramos y salimos de unas clases amuebladas con lo básico, sin sistemas de eficiencia energética ni placas solares sobre los techados, y rara vez se hace algo mínimamente responsable con el planeta, más allá de reutilizar algunos folios para las clases de matemáticas. Para una persona ecologista, eso puede resultar muy frustrante.
Con la vuelta al instituto y las universidades regresan los folios desbordados de apuntes, las tardes echadas en la biblioteca y los desplazamientos, todos ellos con su correspondiente impacto medioambiental. La mayoría de estas cosas son innegociables si queremos seguir el ritmo de las clases, pero hay algunos otros trucos que, como estudiantes, podemos poner en práctica para ser un poquito más agradables con el planeta. En Yasss te contamos algunos de ellos.
Ahora que empieza el curso, lo que más apetece es reinventarte por completo, renovando el armario y los objetos de papelería. Año nuevo, vida nueva, ¿no?
Casi mejor que no. El planeta no aguanta nuestro ritmo de consumo ni nuestros sistemas de producción, y la mejor manera de ayudarle es dejar de participar tan activamente de ellos. Además, cuanto menos tengas, menos limpiarás el domingo por la mañana, lo que se traduce en más tiempo para ti y menos agua en el cubo de la fregona. Todo son ventajas.
Invierte en productos de calidad, duraderos y que se hayan hecho cerca de tu lugar de residencia. El famoso minimalismo no te obliga a tirar todo lo que tienes, sino que te invita a no comprar nada más que lo que necesites. Esto aplica para todo: libros, comida, muebles, ropa… Marie Kondo lo llamaría de otra forma, pero si has visto su serie o leído su libro, seguro que ya tienes esta idea grabada a fuego.
Y ya sabes: no tires lo que no vas a usar. Si puedes, reutilízalo, recíclalo o dónalo. ¡Los productos pueden tener vida más allá de la que tú puedas darles!
¿Te toca comer en la universidad? Entonces, apuesta por el vidrio. Este material es resistente, duro y mantiene las propiedades de la comida intactas. Además, al contrario que el plástico o el cristal de algunos tuppers, su ciclo de reciclaje es prácticamente eterno. Hazte con recipientes de este material para el agua, las ensaladas o los guisos, y te acompañarán hasta que te gradúes.
El desperdicio alimentario es un problema para el medio ambiente, para los productores y para los bolsillos de los consumidores. Para luchar contra ello, el mejor truco es elaborar una lista de la compra consciente, escrita con la cabeza fría y el estómago lleno, para llenar la nevera con los productos que comerás la semana siguiente. Si, además, compras en cooperativas, proveedores locales o espacios de venta a granel, mejor que mejor.
Lo mejor es evitar los productos que vienen de lejos, por la huella de carbono que genera el transporte de estos, y apostar por los productos frescos y de temporada, al menos en la medida de lo posible. Si sales por ahí y el día te pilla con hambre, puedes registrarte en la app de Too Good To Go, una empresa que rescata la comida que no van a vender en restaurantes y supermercados y la vende muchísimo más barata. ¿Alguien ha dicho picnic en el parque?
La nube no es tan intangible como parece. Para que tú puedas acumular millones de mails sin leer en tu bandeja de entrada, hay centros de datos que permiten su funcionamiento. Y, para ello, necesitan unas cantidades enormes de energía: tan solo el año pasado, la industria de la tecnología de información consumió un 7% de toda la electricidad que se produjo en el mundo, según la ONG Greenpeace. De ese porcentaje, más de una quinta parte fue consumida por estos centros. Se espera que, a causa de la pandemia, este año la cifra crezca mucho más.
Lo que más consume son los servicios de streaming, pero los mails, mensajes de Whatsapp y memes de gatos también suman. Las pequeñas acciones, como cerrar ventanas que no usas en el navegador o borrar los mails que no necesitas, también son importantes. Puedes ir reduciendo poco a poco el contenido que consumes en tu móvil, diciendo adiós a lo que no utilizas: desde el Candy Crush, que lleva cogiendo polvo en tu smartphone desde 2014, hasta las newsletters o el spam que no lees. Date de baja de todo lo innecesario y gana en salud mental, mientras reduces la emisión de gases de efecto invernadero.