El cerebro necesita soñar, lo desea con todas sus fuerzas. Los sueños son más comunes durante la última etapa del sueño, la fase Rem, y gira en torno a temáticas de lo más variopintas: desde serpientes a suspender un examen, pasando por todo lo que está entre medias y a los lados. El significado de estas imágenes puede resultar fascinante para cualquier humano, pero, ¿qué pasa con los animales? La mayoría son capaces de soñar, aunque no resulta sencillo comprender sus visiones oníricas.
Para los cuidadores de gatos, no es extraño ver a su mascota contorsionarse mientras duerme, moverse arriba y abajo, estirar las patitas o mostrar algún tipo de inquietud, así que tampoco les pillará de sorpresa que sus compañeros de piso felino tengan una vida onírica tan rica como la suya. Quizás, eso sí, se pregunten qué les pasa por la cabeza a sus mascotas durante el turno de noche, y ahí es donde podemos ayudarte.
El deporte favorito de los mininos, como el de tantos humanos, es ir del sofá a la cama, y de la cama al sofá. Nadie conoce mejor la comodidad de todas las estancias de la casa que tu gato; a fin de cuentas, el sueño es una parte fundamental de su día a día. Para que te hagas una idea, puede invertir hasta 16 horas al día dormitando, según la Asociación de Veterinarios de Gatos, y aunque cabecee por el día, no es difícil acostumbrarle a dormir profundamente solo por la noche.
Es en esos sueños más profundos en los que la imaginación de tu gato aparentemente se dispara, y no durante las siestas restantes. Según explica la neuróloga veterinaria Valentina Lorenzo al medio Consumer, tanto gatos como perros “intercalan fases sucesivas de sueño profundo o REM con otras etapas de onda lenta”, en los que descansan sin visiones de por medio. Por eso, lo mejor es no despertar al animal, especialmente si se encuentra en fase REM, ya que puedes alterarle y desconcertarle.
Esta teoría ya la adelantó el científico y profesor de la Universidad de Stanford William Charles Dement, recientemente fallecido y considerado para algunos el padre de la medicina del sueño estadounidense, en la década de los 50. Por su parte, el psicólogo francés Michael Jouvet se adentró en los estudios de Dement con la mirada puesta en todos los animales, gatos incluidos. Sus estudios, de hecho, fueron muy esclarecedores.
El sueño en los gatos parece jugar un papel importante en la evolución de su cerebro y en su desarrollo, tal y como lo hace en el cuerpo de las personas. Sin embargo, en lo que respecta al contenido de sus visiones, la cosa está bastante menos clara. Es normal: si los psicólogos aún se están peleando con el mundo onírico de los humanos, imagínate cómo va el tema cuando el sujeto a estudiar es un gato.
Una de las doctoras que más empeño ponen en averiguarlo es Deirdre Barret, psicóloga clínica y evolutiva de la Escuela de Medicina de Harvard, que hace varios años publicó un estudio en el que ponía algo de luz sobre el contenido de los sueños de los animales domésticos. De acuerdo con sus investigaciones, los perros son más propensos a soñar con sus dueños, y habitualmente se remiten a eventos o acciones que han tenido lugar durante el día, como juegos o paseos por el parque; no es extraño ver a un can, de hecho, moviendo las piernas mientras duerme. Lo más probable, explica la autora, es que los perros sueñen con las caras o el olor de sus cuidadores, dado el apego que tienen con ellos.
En el caso de los gatos, la cosa cambia. Ya sabíamos que tenían fama de fríos y desapegados, pero el estudio de Barret no viene si no a mostrar que los felinos, bastante más independientes que los canes, tienden a soñar con comida o juegos mucho antes que con sus sueños. Es más: según la doctora, los mininos tienden a soñar con ratones. Para dar esta respuesta, la profesora de Harvard se remitió a los estudios de Jouvet, que había llevado a cabo, como ya hemos dicho, investigaciones muy interesantes.
El francés se centró en el área del cerebro del gato que inhibe los movimientos durante la fase REM y mostró que, mientras que en las fases anteriores del sueño los animales se mantenían en silencio y más o menos quietos, cuando comenzaba esa etapa se tensaban mucho. La respuesta de algunos de ellos era dar un salto y arquear la espalda, como si se hubiese acercado a ellos un ratón.