Los animales domésticos, como gatos, perros o caballos, reaccionan ante determinados gestos de nuestra cara. Esta certeza, en la que se lleva trabajando años (recientemente se ha descubierto, por ejemplo, que los gatos pueden ser más confiados y cariñosos cuando se les mira con los ojos entrecerrados y se parpadea lento), no tiene por qué significar que tu perro sepa leer cada expresión de tu rostro. De hecho, un estudio reciente muestra que, por mucho que los humanos pensemos que nuestros perros entienden cada cosa que decimos, hacemos o pensamos, nuestra cara tiene el mismo interés para ellos que una cabeza de ajo.
No solo eso, sino que los canes prefieren ver los hocicos de sus iguales antes que ver la tuya, y da igual lo mucho que le des de comer, acaricies o aplaudas: por más que lo intentes, no vas a cambiar eso. El estudio, llevado a cabo por Nóra Bunford, Raúl Hernández-Pérez, Eszter Borbála Farkas, Laura V. Cuaya, Dóra Szabó, Ádám György Szabó, Márta Gácsi, Ádám Miklósi y Attila Andics, de la Universidad Eötvös Lórand (Budapest, Hungría) y recientemente publicado en el Journal of Neuroscience, avanza que los perros no entienden y procesan los rostros de los humanos como nosotros lo hacemos.
La investigación del equipo de Andics concluyó que a los canes les importa ver a otros perros más que cualquier otra cosa, por mucho que a los cuidadores nos fastidie leer eso. “Ellos leen las emociones en las caras y pueden reconocer a personas solo por el rostro, pero no extraen más información de ahí que de cualquier otra parte del cuerpo humano”, declaró Andics en una entrevista con el canal estadounidense de noticias NBC.
Para llegar a esa conclusión, los investigadores usaron un tipo de escaneo cerebral conocido como fMRI. Esta técnica muestra la actividad en las distintas partes del cerebro, ya que mide la dirección en la que fluye la sangre. Para la investigación, se sometió a esta prueba a una veintena de perros y 30 humanos, mientras se les mostraban cuatro vídeos distintos, de dos segundos cada uno: el primero con un rostro humano, el segundo con una nuca, el tercero con la cara de un perro y el último con la parte posterior de la cabeza de un can.
¿El resultado? Un poquito más equilibrado. No solo los perros preferían mirar a los de su propia especie, sino que el interés de los humanos descendía considerablemente cuando aparecía un perrete. Los cerebros de cada uno de los miembros se activaban más cuando se les exponía a caras de su misma especie, y si bien a los perros les daba lo mismo ver a otro can de cara o desde atrás, los humanos se activaban mucho más si veían un rostro, con su nariz, sus ojos y su boca.
Que los perros se activen tanto al ver la parte posterior de una cabeza no tiene nada que ver con la emoción, sino que se explica por la manera en la que se relacionan con otros canes. Según los expertos, estos resultados se explican atendiendo a la forma en la que cada especie se comunica. Al final, los perros también utilizan la posición de las orejas para indicar, por ejemplo, su estado de ánimo. Por el contrario, los humanos no sabemos mover las orejas, y estamos mucho más limitados en nuestra comunicación: una nuca, en definitiva, no nos dice gran cosa.
Además, recuerdan que los perros también tienen un sentido del olfato mucho más agudizado que el de los humanos, entre 10.000 y 100.000 veces. Esto les permite obtener mucha más información, y de maneras muy distintas, que los humanos. Mientras que, cuando tú ves a un amigo llorando, necesitas una explicación larga y detallada de lo que está pasando, a tu perro le basta un vistazo a la nuca de otro can y un olisqueo para saber exactamente lo que necesita.