Cada vez más cuidadores optan por un collar antiladridos para mantener a ralla los ruidos de sus perros. Estas herramientas contienen una pequeña caja electrónica con un sensor de vibración que se activa cada vez que detecta un estímulo en las cuerdas vocales de tu perro. Así, cada vez que el animal va a ladrar, le envían un estímulo desagradable (puede ser de muchos tipos, desde rociadas de spray hasta descargas eléctricas), y tu perro termina asociando ladrar con el castigo.
Los ladridos son una de las formas que cualquier perro tiene para relacionarse con nosotros y otros animales, un gesto natural y propia de su carácter. Que un perro ladre es algo normal, aunque cuando lo hace de forma habitual y recurrente puede convertirse en un problema para ti y para tus vecinos. Por eso, muchos cuidadores optan por un collar antiladridos, aunque reprimir una conducta natural de nuestro perro con estímulos aversivos podría no ser la opción más adecuada.
Como ya hemos dicho, los collares antiladridos son unas herramientas que incorporan un mecanismo por el que se castiga a tu perro cada vez que va a ladrar. De esta manera, poco a poco tu mascota va asociando el ladrido con el castigo, y acaba evitándolo para no recibir el estímulo molesto o doloroso.
Según los fabricantes y vendedores de estos collares, no hacen daño ni molestan a tu perro. Ahora bien, esto puede sonar conflictivo, sobre todo si tenemos en cuenta que su efectividad se basa precisamente en castigar al animal para inhibir una conducta determinada. Los estímulos aversivos que puede recibir el perro pueden ser descargas eléctricas, que empiezan breves pero aumentan si los ladridos continúan, vibraciones, ultrasonidos (particularmente molestos para los perros) o chorros de citronela. Estos últimos lanzan un chorro en dirección a la nariz del animal cada vez que va a ladrar, lo que resulta muy desagradable para el perro.
Es cierto que los ladridos de tu perro pueden meterte en problemas, pero hay otras formas de reprimirlos. Normalmente, que tu perro haga ruido en exceso se debe a algo, y es fundamental identificarlo para poder ponerle fin. Quizás esté enfermo, necesite tu atención o tenga molestias en alguna parte del cuerpo, y con un collar antiladridos no solo le estarás acallando, sino que también ignorarás su problema. Cuando esto ocurra, lo mejor es llevarle al veterinario, para que lleve a cabo un chequeo y descarte otras patologías.
El ladrido excesivo es el síntoma de un problema más serio. Como ocurre con la fiebre, podemos medicarnos y se irá, pero la fiebre habrá aparecido por algo que no hemos descubierto. Con los ladridos pasa igual: podemos tapar el síntoma, pero el problema persistirá.
Hay otra serie de tratamientos que educarán al perro para que modifique sus conductas, sin castigarle. Pero, si no queda otra y optas por un collar antiladridos, lo mejor es escoger uno de los más suaves, como los que llevan citronela o usan vibraciones breves. En cualquier caso, todos ellos generan daños psicológicos y generan miedo en nuestro perro. ¿Cómo crees que te sentirías si un día dijeses a alguien que te sientes fatal y, por toda respuesta, te encontrases con la boca tapada? Seguramente te sentaría fatal y te hundirías. A tu perro le puede pasar igual.
Además, los collares antiladridos pueden llegar a generar efectos secundarios. Es fundamental que hables sobre el tema con un profesional antes de tomar una decisión, para no generar más problemas en tu mascota. Si podemos evitar este tipo de herramientas, mejor.