¿Hay algo mejor que un paseo por la playa con tu perro? El sol quemándoos la cara, una caminata con los pies en el agua, tu mascota jugando con las olas y secándose después en la orilla, dejándote completamente empapado… una estampa bucólica que los canes con miedo al agua no pueden protagonizar. Y es que, aunque es a los gatos a los que no se les suele presuponer una mala relación con la sustancia que cubre la mayor parte de la Tierra, también se trata de un temor entre algunos perretes.
El miedo al agua no es extraño entre los canes. Como en el caso de otros temores (a la gente, a otros animales o a determinados objetos, como las aspiradoras o coches), suele tener su origen en la etapa de socialización del cachorro, que se da entre las tres semanas y los cuatros meses de vida del animal. En ese tiempo, es fundamental que el animal se exponga a tantos estímulos como sea posible; después, será más difícil acostumbrarle a nuevos hábitos u objetos. Este es el caldo de cultivo perfecto para la aparición de miedos que condicionarán su vida.
Si tu perro se tensa y estresa a la hora del baño, quizás esté relacionado con una socialización incompleta, o tal vez con una mala experiencia que le ha traumatizado. Si has adoptado a tu perro después de esta etapa y te percatas de un temor desmesurado al agua, quizás tenga que ver con estas opciones, tal y como explican desde Experto Animal:
Para tomar medidas, es fundamental diferenciar entre el miedo real al agua, incapacitante para el animal, o una fobia. En el primer caso, el can tratará de huir del estímulo que le provoque miedo, y su reacción puede ser de lo más variada e ir desde el ladrido hasta la agresividad o el pánico paralizante. Si tratas de meterle en el agua, quizás trate de morderte. En el caso de sufrir una fobia, los síntomas serán los de un animal con ansiedad y malestar evidentes.
Sea como sea, las fobias y los miedos son patologías que debilitan a nuestra mascota, empeorando el sistema inmunológico del animal, por lo que se vuelve más susceptible a cualquier enfermedad. En ese sentido, es importante tratar con él sus miedos y fobias: si conseguimos alejarlas y educarle correctamente, su calidad de vida mejorará considerablemente. En muchas ocasiones, es necesario el trabajo de un profesional, como un veterinario etólogo o un educador canino.
Los miedos no se pasan de un día para otro. Cuando nos encontremos con este tipo de patologías en nuestra mascota, conviene tener muy claro que solucionarlas llevará tiempo y, en muchas ocasiones, trabajo por parte de un profesional. Mientras, hay una serie de cosas que puedes hacer cuando os encontréis cerca del estímulo, como, por ejemplo:
En lo que respecta a las cosas que no debes hacer cuando estéis cerca del agua, está gritarle, acercarte demasiado o exponerle al agua de forma incontrolada. Todo ello puede empeorar su tratamiento y reforzar conductas poco seguras para ambos, como el llanto, los ladridos o los mordiscos. Con estos puntos y la ayuda de un educador canino, seguro que pronto podéis disfrutar de paseos por la orilla.